El rey de Esparta crispó sus manos lancinadas por numerosos cortes y magulladuras, que eran en realidad, el fiel reflejo de la crudeza de la última batalla. Enfrente, la marea de caras acartonadas de hoplitas y pelstatas lacedemonios, que observaba atentamente el hilo de respiración acezante del monarca. Debido al polvo, Arquídamo tosía frecuentemente, pero les iba a hablar cuando la moral flaqueaba y la infantería ligera tanto como pesada, se arracimaba en torno a él. Echaban de menos a sus familias, por lo que el tiempo que pasaban fuera de sus casas arrasando el Ática con el fin de que el enemigo ateniense saliese de la madriguera, se les había hecho una eternidad. Tampoco por un peculio ajustado, más por su afán de contribuir a la comunidad; el salario se convertía en un sustento magro para todas las calamidades que conllevaba una larga guerra de desgaste y sólo el saqueo les permitía resarcirse económicamente de sus actividades ordinarias, que no de las ...
Un viaje por la historia y la cultura