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Mostrando entradas de octubre, 2017

Herman Hesse según Hugo Ball

L a biografía de Herman Hesse rubricada por  Hugo Ball   resulta muy reveladora tanto si nuestro objeto es interpretar la obra escrita del gran autor alemán, como  entender una personalidad tan polifacética y difícilmente abarcable. Un long-seller que ha acaparado mucho interés a tenor de la infinidad de estudios de doctorado y artículos que voraces tratan de arrojarnos algo más de luz en torno a una figura que los exegetas empañan de tintes ascéticos. La huella de Hesse para otro de sus biógrafos, Volker Michels , por su inmensidad, y abanico de artes que presumió dominar- pintura, música- no tiene parangón en el siglo XX. Todo un héroe renacentista en el siglo de la destrucción . Pero tornando a la biografía que perpetra Ball, ésta tiene un doble valor literario porque enfrenta a dos monstruos de la narrativa. Ambos reconocidos " antipatriotas" por una oposición rotunda a la guerra 1914-1918 (1) , aborrecidos por ende por los nacionalistas alemanes hasta la náusea, los

El roble de Machado

  C omo un roble , el cual se asoma y en la hondonada de los hombros, aparece la retama de la madre. Huesuda y menuda, dice con voz aterrada.- ¿Qué pasa, hijo?- El hijo, Antonio Machado , el del terno lleno de caspa, nos había abierto la puerta alarmado. Son épocas de requisitorias, la temible Brigada del Amanecer de Agapito García Atadell o donde las tropas de los rebeldes hacían vibrar los goznes de la urbe del ¡No pasarán! (1) ,  para adentrarse en sus calles. El mismo bardo que rebautizaron sus alumnos de Baeza como Antonio Ma N chado, se gira a pesar de su pavor para calmar a su madre, Doña Ana, con unos bisbiseos que escapan a un atento pajarillo de nariz de cristal, el joven pero baqueteado poeta, Rafael Alberti . El de Puerto de Santa María no ve al poeta, sino al cachondo de Don Juan de Mairena , que se burla de los maduros que con vestimenta de jovencitos pretenden esconder su edad, o tantas otras sandeces que vienen a correr con los tiempos modernos. Don Antonio, pi

Tíralas al foso.

O tra vez viene para acá.- Dijo llevado por el desespero y muelle se levantó azorado. Iba a condenarlo con todo un silencio turbador. Pero Dedo se acercó arrebatador, bosquejando una sonrisa que le iluminaba el rostro. Estaba tocado por la gracia de Dios, pensó su amigo, cansado de las veleidades de artista de aquel aspirante a pintor . La sombra velada de Amedeo por los cañones de la barba, y la bruma de los edificios, se llegaba por los canales de Livorno hasta el Café Bardi . - Buenas tardes, chicos.- Preguntó Amedeo Modigliani . Estaba magro, desmejorado con sus ropas provincianas. Ni siquiera llevaba un cinturón, sino una cuerda que para Tomasso significaba un atentado contra el buen gusto en el vestir. Aunque a Dedo todo le caía bien . El artista siguió disparando preguntas a saltos con las sombras de la incertidumbre. - ¿Está Romiti? ¿ Está Natale? - Para, para, muchacho ¿Qué te trae por aquí?- Le dijo Tomasso, el más envalentonado y que supo reaccionar frente a aquella ap

Los monstruos de Europa y los Schuman

"L os mayores males de Europa han sido culpa del nacionalismo. " Joaquín Sabina Puede luchar uno contra su propio país, se preguntaba un individuo macerado, en medio de la aureola de los vituperios que rodeaban su figura. Las orejas de lobo, y una silueta alargada le permitieron pasar el trance con cierto donaire, mientras portaba una maleta llena de documentos. Muy a su pesar, se había convertido en un personaje controvertido en una época en la que vida francesa estaba inflamada por el nacionalismo, como reacción para purgar los pecados de La Ocupación . - ¡ Traidor, vete a luchar con los boches !- Le chillaba la turba también alentada por los comunistas, que quería orillar a sus enemigos y utilizó  la eppuration para escalar posiciones de poder en una Tercera República - ¡Nazi, nazi, nazi! - La barahúnda congregada en los alrededores del parlamento y algún que otro diputado rival no se cortaban a la hora de calificar a Robert Schuman , que en el futuro bogó  por la U

Hitch

"N unca trabajes con niños, con animales o Charles Laughton." Alfred Hitchcok . - No podemos excedernos de ochocientos mil dólares, amigo.- Dijo el orondo individuo que se retrepaba en el sillón. Fue su única intervención en la discordia que se había suscitado en torno suya. Ajeno a cualquier etiqueta, observaba cómo su agente se peleaba con el representante del estudio de cine, que no entendía las razones de un  proyecto tan descabellado.  - ¿Quién nos dice que no esté acabado? Su mejor tiempo ha pasado, y las imágenes violentas no venden- El directivo de la Paramount creía sinceramente que con la propuesta, Alfred Hitchcok había perdido definitivamente la chaveta. Frunció su entrecejo para entre la humareda de su pitillo, pontificar.- Su target no lo entendería, ¿ quién se espera que la última película del gran Alfred, toda una leyenda, se ruede en blanco y negro, además con un presupuesto ínfimo?- Miró enojado al genio que no variaba el rictus más allá de la penumbr

El tedio de la eternidad

S oñaba con el marfil de sus posaderas, o el brillo cárdeno de sus labios. Pero ella envejeció como un odre y se fue, tornando mi eternidad en segundos angostos de gran tormento. Nunca imaginé que el dolor por la pérdida del ser amado fuese tan grande, sin embargo, no pude resistirme a cumplir su voluntad, para perderla para siempre. Recuerdo que subido a las almenas, que habían construido los boyardos más jóvenes, le susurré al oído. - Ven conmigo, querida.  - De qué vale la eternidad si no la compartes con tus seres queridos. - Me tendrás a mí.- Yo ya había muerto a manos de los turcos, que jugaron con mi cabeza a eso que llaman ahora fútbol. Pero mi alma negra flotó impelida por los espíritus del maligno, para llegar adonde se hallaba mi condesa.- Por favor, estaremos juntos para siempre. - Te tendré hasta el final de mis días, cuando muera definitivamente. Las personas mueren cuando mueren quienes las recuerdan .- Dijo aquella anciana que había amado como a nadie. Ni siquier

El alzheimer de Paris y la manzana de la discordia

A los cristianos, la manzana fementida, nos evoca al objeto de la discordia en el Paraíso , cuyo disfrute nos despojó de él. Veleidosa Eva , a la que achacaremos nuestra forma insidiosa  de ganarnos la vida, esto es, a que debamos sudar la tinta gorda para ganarnos el sustento, en vez de que éste llegue caído del cielo. Pero parece un mito que se repite como otras " fábulas " de la cultura occidental y porqué no de la universal (el gran diluvio o los cometas que parecen carros de fuego, también las historias  de los tres dioses de los belicosos higüey , que nos recuerdan a la Santísima Trinidad ) tienen ese dejo místico que nos hacen razonar de forma trascendente , con relación a un pasado común. Otro caso de la manzana fue el que protagonizó el inefable Paris , causante de desdichas para buena parte de los troyanos , que se vieron envueltos en una guerra por culpa de los amores del hijo del rey. Recordemos que hasta el descubrimiento de Troya, los historiadores creyero