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Mostrando entradas de febrero, 2017

Musa de piratas y bohemios

Una humareda azul intensa como sus pupilas, se desprendió del cigarrillo con filtro. Sofisticada, gambeteaba por la malograda pieza con tiento, mientras expelía frases con su voz argentina y alguna palabra en francés. - ¿Así que usted es Don Ramón? ¿El famoso Don Ramón?- El literato asintió con aires principescos. La joven dama entretanto siguió revoloteando en torno suya, enervando por su extraordinaria belleza, al maestro. - ¡Quería conocerle si no es mucho fastidio, mom chéri !- El poeta calibraba la hermosura de aquel ángel caído del cielo. Unas incipientes ojeras denunciaban sin embargo, una vida disipada. Don Ramón no le quitaba ojos, estudiaba a la joven, porque quería llegar a sus propias conclusiones. Había oído hablar tanto de la musa de los bohemios parisinos, que le azuzó una curiosidad insana. Manco, estaba garabateando con el otro brazo, el derecho y el que le quedaba, unas notas de la próxima novela y vino aquella corriente impetuosa, que escupía preguntas sin parar.-

El talego y Dickens

- La prisión por deudas fue muy habitual en el pasado.- Apremio con mis dedos juguetones, el cáliz del gin tonic. Habíamos dejado el güisqui, la sangre de los cobardes según Charles Bukowski , que a falta de aplomo se toman un Macallan de doce años. Temo no obstante, aferrado al vaso que me refresca la mano en una tarde vaporosa y de canícula de julio, que se derrita todo el hielo para finalmente aguarme la ginebra.- Hemos progresado mucho desde entonces. Salvo que se evidencie un afán de apropiación indebida , la ruina no se traduce en cárcel. - Menos mal, porque con la crisis, hubiésemos pasado muchos por el talego.- Respira aliviado Ontiveros, que apura en una calada, la colilla moribunda que reverbera en sus labios. - Nos habríamos librado cuatro gatos. - Fíjate en  Charles Dickens . - Poco después, nos confundimos en nuestra cháchara con el periplo vital, de manera condensada, del gran escritor inglés. Quién no se ha despertado lívido en medio de una noche resacosa, mien

Pablo y las mujeres

¿Qué se puede contar de Picasso que no hayamos contado todavía? Del artista más terne, tuvimos noticias. No se arredraba ni ante el oficial de la Gestapo que le había preguntado, suponemos que carente de malicia o quizá con desprecio, si él era acaso el famoso autor del Guernica . A lo que el genio malagueño, le sermoneó que " no, ustedes lo hicieron " (se refería con ironía a que La Legión Condor  había sido la causante material de la masacre; ver historia completa en este estupendo hilo ). Recordemos que visiones renovadas, alejadas de la leyenda rosada de un París resistente, que sí lo hubo pero también el que se avino a una convivencia más pacífica con los invasores, entre ellos Picasso,  ha salido de los cendales de sombras, con una bibliografía que aviva el interés por una época en la que existieron los matices (1) . A pesar de la bravuconada del Guernica, no sabemos si apócrifa, el pintor vivió encerrado en la burbuja de su arte durante la ocupación y fue finaliz

Mary Celeste, el barco fantasma.

En los suntuosos recuerdos (1) de nuestra niñez, brillan los mapas imaginarios de corsarios y piratas, cuando en plenos vericuetos guadarrameños, aguardábamos agazapados en el campo a que pasasen de largo los mayores, para franquearnos el paso en el juego, al lugar donde presuntamente habían escondido el premio. En una de aquellas idas por el dédalo sembrado de pinochas, Toby, un precioso cocker spaniel, más avezado y buscador infatigable de viandas,  se hizo antes que nadie con el premio gracias a sus sensibles pituitarias. Poco después, el cordel de un chorizo de cantimpalo colgaba delator de su boca, y con cara jocunda, nos miraba altivo porque no alcanzaba a comprender el motivo de nuestras risotadas.   Fue gracias a La Isla del Tesoro (2) , que descubrimos el placer de imaginarnos aventuras como las de su protagonista, Jim,  y convertirnos algún día en grumetes. A lo largo de nuestras vidas, recelamos de los Long John Silver o nos atrajeron los seres extraños como Ben Gunn,  c

Una deconstrucción del brazo a lo Valle

Como buen iconoclasta, Don Ramón , admirador del hombre más ardoroso e individualista, sea pirata, carlista, o trapecista, se preciaba sin embargo de aureolarse a si mismo de leyendas siniestras. Más por cuanto se refería a su brazo izquierdo o  a la ausencia del mismo ¿Habría sido que se lo mocharon en una de sus aventuras de corsario, cuando  en el transcurso de cualquier pendencia, un mandoble mal dado le había privado del mismo? Mucho antes, frisando la treintena, el autor gallego había llegado a un Madrid finisecular y provinciano, inmerso en centones de cuitas literarias, que basculaban en torno a los cafés de la Puerta del Sol . Allí, periodistas consagrados a plena luz del día improvisaban oficinas, donde escribían abstraídos  lo que les faltaba de la crónica, el artículo. Por aquel punto de fuga y encuentro capitalino, anduvo sus primeros pasos un Valle- Inclán con acento gallego, además de aires de noble altivo. Mucho se habló de los legendarios comienzos, con el misterio d

La alegoría dorada del Mago de Oz.

El maravilloso Mago de Oz, aparte de un fabuloso relato para luchar contra nuestros propios complejos - la inmensa telaraña que construimos en torno nuestra y que algún crítico ha tildado como un manual de autoayuda-  pues como decíamos, es un libro más alegórico de lo que parece a simple vista. A tenor de las divagaciones de   Paul Krugman , premio Nobel de economía algo extravagante en las conclusiones de sus artículos del New York Times (1),  bajo unas fórmulas claramente infantiles, el Mago de Oz esconde una mordaz diatriba contra el Patrón oro . Su autor  L. Frank Baum, un hyphenated , fue testigo de cómo muchos propietarios hipotecados del Estado de Kansas, que describe con una notable penuria en sus tiempos, perdían sus terrenos y eran expulsados de una actividad centenaria, que como granjeros habían desarrollado durante generaciones y generaciones familiares. Por aquella época finisecular - publicado en 1900- en plena era de la Primera globalización que acabaría como

Una imaginación al servicio de una infinita torpeza

Había sido un tipo caballeroso, con una imaginación delirante. Como buen prusiano se dejó los rieles de los bigotes  bien alargados; además de quisquilloso con la vestimenta, que reflejaba una tediosa forma de vestir, que poco guardaba relación con una cabeza por la que revoloteaban infinidad de pájaros e ideas. Tampoco el hundimiento del  Lusitania había despertado más que las iras de los americanos, que siguieron aislados en su convencimiento de evitar la guerra. Pero el Ministro de Exteriores del Káiser, Arthur Zimmerman, logró lo imposible gracias a un telegrama que podríamos calificar como una  torpeza infinita. Aun cuando  casi nada les removería de su neutralidad, ni los esfuerzos por atraerles al conflicto de su Presidente,  Woodrow Wilson , el político extravagante del Káiser  llegó desafortunadamente a ese propósito. Por otra parte, hagamos un inciso dado que nos resulta curioso el esfuerzo de un pacifista como Wilson por entrar de lleno en la refriega. Recordemos que luch