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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Las Moiras de Don Pío

U na danza por los pasillos, umbríos por las decenas de cortinas que cegaban la luz. Los cabos de las velas que se consumían y bailaban, al paso de ese gigantón que se acercaba a la cama de Don Pío. Los americanos en aquella España de los años cincuenta, traían dólares frescos, la falta de divisas en esa especie de quimera que significó la autarquía, suponían un agua caída del cielo (1) . Nuestro país seguía encallado y aislado en su propia penuria hasta el famoso Plan de Estabilización de 1959, propuesto por los tecnócratas. Sin embargo, aquel arrapiezo que conocía a la familia Baroja, no tenía en la cabeza todas esas cuestiones. Le corrían los churretes por la boca, y hacía de recadero entre las tiendas de Viena Capellanes . Don Pío, cuando comenzaba a ser un autor consagrado.   El mejor chocolate en tiempos de escasez, cuando la cartilla de racionamiento había desaparecido hacía pocas fechas. Pero desde la vuelta de Don Pío de Baroja de su exilio, el eximio novelista se había conve

El informe Varo

  B rillaron los espejos de las antiparras, con el venero de la luz del flexo. Dos espectros oculares, que siguieron la estela de un Reinhard Heydrich , que se movía mientras narraba las peripecias, que encarnaban los protagonistas de dicho oficio. El espigado arcángel de la nueva religión nazi, basada en el paganismo y la pureza de la raza, gastaba toda su elocuencia. Heinrich Himmler , cansado porque ultimaban los detalles de la invasión a Rusia, asunto de la máxima confidencialidad, estaba por el contrario atrapado por la narración de su subordinado, y se encendió un cigarrillo. La punta en ascua sobre su rostro de intelectual, adornó de fanfarronería la expresión de aquel criminal.  El temible y pequeño Heinrich Himmler - Nuestras redes en Italia están haciendo un trabajo excepcional, Reinhard- Depositó calmosamente la colilla en el cenicero, para continuar leyendo aquel documento, que afirmaba sin ambages, que existía en el norte de Italia, un original de Tácito. Heydrich observab

El escándalo del Canal de Panamá.

  U n guiñapo, al que dos alguaciles parecían custodiar y sin embargo, le rendían honores. La vieja gloria no era acusada formalmente de nada. O sí, la sospecha era más hiriente que cualquiera de las ofensas, pues el sospechoso no sabría a qué atenerse para su defensa.  Así, un diario vespertino había publicado la información de que  se había embolsado comisiones cuantiosas. ¡Una mentira grosera!  Ni un franco mísero, que no correspondiese a sus emolumentos. Buscó acaso su gloria y la del país con demasiado ahínco, dado que  Fernando Lesseps creía más en otro tipo de juicio, el de la historia. Por eso, no había comprendido nada de los acontecimientos que le rodeaban; solamente necesitaban la última inyección de dinero, con la que hacer viable el proyecto de su vida.  Nada más y nada menos. Él, el gran artífice del Canal de Suez, recordaba a muchos de sus interlocutores, que  la historia en África había tenido un guion parecido. En Panamá no orillaron el final esperado, por la maldita

La Defensa de Madrid.

  I gual que las pesquisas de antaño, los autores del rescate de este prontuario de artículos de Manuel Chaves Nogales , comenzaron a indagar en los márgenes de un trabajo de investigación de periodismo. Se hacía mención en el mismo y a pie de página, de unos artículos publicados en la revista mexicana Sucesos y posteriormente por la inglesa Evening Standard.  Atar cabos con el fin de llegar a la conclusión, sin tenerlos en las manos, que se trataba del colosal periodista sevillano .  Citas y huellas que dejan rastro en otros trabajos de investigación, sirven a guisa de novela de intriga y de introducción a Defensa de Madrid . De manera insospechada, aparecen secretos revelados a la luz de flexos, horas de búsqueda y correos electrónicos que se entrecruzan, para que de la biblioteca de una universidad alemana, emerja el tesoro de un Antártida perdida en forma de todos los artículos del autor sevillano traducidos al español, menos uno. Es así como nace este interesante libro de uno d

Un artista llamado Mussolini

  E l mayordomo se había sumergido entre la barahúnda que provocaba a su alrededor la figura del dictador. A través de sus hendiduras, espió al inefable Conde Ciano  que bebía a escondidas scofllaw, la bebida de los chicos malos. Quizá premonitoria del triste final del yerno del Duce.  Sin embargo, en aquella tarde de cielos cenicientos, con redobles de tormenta, se notaba el titilar de las lágrimas del tirano. Triste porque su ejército no era capaz de doblegar a los helenos. Necesitarían la ayuda de su hermano mayor, Adolf Hitler .  El nazi pese a que adorase al Duce, hacía chistes entre su camarilla sobre la sangre de horchata de los soldados italianos. ¿Dónde había quedado el ardor guerrero de sus ancestros romanos? Y citaban con primor a Tácito , que señalaba que los queruscos, los antepasados de los teutones, eran tanto o más aguerridos que la  Wehrmacht. Mussolini, un orador que rozaba lo bufonesco, pero que atrapó con su oratoria a las masas. El mayordomo esquivó a la plana mayo