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Mostrando entradas de julio, 2023

Los bienes de este mundo

  U n silbido, la muerte al acecho, como una serpiente que regateaba todos los obstáculos. Su corazón que palpitó, y la cara se le llenó de horror a Armand, porque la máscara dejaba un espacio, por el cual entraba el gas mostaza. A Pierre le parecía una escena de cine. Si se pudiese oír todo ese ruido estremecedor, pero tuvo la sensación de que el tiempo se amortiguaba, hasta que fue consciente de lo que ocurría. Los bigotes de su compañero de fatigas, su querido Armand, se convirtieron en el enemigo que le acercaba inexorablemente a la muerte, por permitir ese resquicio para que entrase el veneno. La magnífica novela de Nemirovsky. -  ¡Déjame, Armand! Un segundo, quieto. - Le ordenó, acompañado de un gesto de confianza, para un Armand perspicuo. Seguidamente, trató de apretarle por detrás la cinta de la máscara de gas .  Con todo, su compañero seguía sin respirar bien.  - ¡Venid, vamos, rápido! - Dos camilleros se lo llevarían pero antes, Pierre lanzó una mirada que parecía una vela

Sorolla, en la corte del rey Víctor Hugo.

  E ngreídos filibusteros de barbas foscas, que acudían a los cafés a dirimir sus diferencias y perspectivas acerca del arte y de la vida en general. Impelidos por fuerzas oscuras, y ateridos de frío, salían como fantasmas de la bruma de sus atelieres, cuando se cernía la noche sobre la ciudad. La Tercera República había traído derechos, pero nada de prosperidad.  Eso esgrimieron los llamados reaccionarios, que veían declive en todo lo que concernía a la patria. - El carbón está por las nubes.- Apreció a sus circunstantes Paul Verlaine , que caminaba entre la tumba, el café y el hospital.   Desde el ágora preferido de su esquina, acomodado, adormecido, quizá. - Y aquí se está calentito.  Paul Verlaine, el grandísimo poeta francés, en su esquina preferida. Muchos dirigieron sus miradas hacia él, pues a quel día, todavía estaban conmocionados por el cortejo fúnebre de uno de los padres de la patria y príncipe de las letras, el inefable Víctor Hugo . Su catafalco al socaire del Arco del

Rivelles: "Girls Just Want to Have Fun"

  E l ruido de los fusibles, premonitorios. El eviterno siseo, y el acero fulgurante que brillaba gracias a la incandescencia residual de los focos del estudio, cuando se producía el corte de luz. Era lo único que conservaba en la oscuridad Amparo Rivelles , a la que todos admiraban sus labios perfectamente cincelados, esa mirada con desdén, que caía sobre el enamorado. Igual que ese ser mitológico, La Medusa ,  que petrificaba a aquéllos que osaban confrontar la vista con ella. A pesar de su juventud, Rivelles se había consagrado con el rotundo éxito que significó El clavo , título también señero en la filmografía del realizador Rafael Gil , que acaudillaba a esas huestes del cinematógrafo en ese nuevo proyecto, La fe, junto al galán Rafael Durán. Repetían otra vez en la cartelera esa fórmula del éxito, y él se decía que bebía los vientos por la Rivelles. La diva se consideraba sin embargo,demasiado joven para cualquier clase de compromiso. Antes quería conocer mundo, como correspond