Quizá se trate de uno de los antihéroes que se oculta gustosamente en un centón de máscaras, que desdibujan al escritor en favor del personaje. Dédalo de motivaciones, para reflejar quien no era como en una galería de espejos. A veces, cuando quería frivolizar sobre su tarea, de manera despreocupada, decía que escribía cuando las musas visitaban su mente, pero nada menos cierto, porque también barbotaba lo contrario, según qué circunstancias. Como testimonia su hijo, que noche tras noche como una lechuza, el orondo escritor a pesar de sentarse sobre el mar del dolor de sus diviesos y un navajazo de una trifulca en el Casablanca , elevaba su pluma para emborronar unas cuantas cuartillas, o quizá un párrafo. Porque lejos de fingimientos, Camilo José Cela abogaba por un perfeccionismo rayano con la obsesión patológica. Acababa una frase tras arduas indagaciones y luego aparecían concatenados varios efluvios en forma de líneas, que tenían que adaptarse al diapasón cantarín del...
Un viaje por la historia y la cultura