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Mostrando entradas de octubre, 2023

La conjura de los genios

  R astros de papel higiénico desperdigados y fecundos en sustancias pegajosas. Sobre la mesita de noche, debajo de la almohada.... A escondidas, puesto que se sentía vigilado por una madre  ubicua , Doña Thelma Ducoing , que irrumpía en su pieza en cualquier momento y pondrá el grito en el cielo. " Zumbársela" como le había advertido el confesor a Doña Thelma, era pecado mortal, y podía tener consecuencias físicas para cualquier adolescente, y por supuesto, para su hijo. "C omo quedarte ciego, John " ¿Cuántos Avemarías debería rezar para redimirse de su pecado? Su miembro fláccido o más bien su mente disipada, no recreaba ya las curvas de Amanda, que nunca se fijaría en un insecto como él. El genial e incomprendido escritor. Cómo era posible sino, con ese gorro de cazador con orejeras, las camisas de franela  que madre le decía que no se quitase ni  con un sol de justicia : " ¡Qué horror, para quedarte en camiseta! ¡Cómo un pordiosero mi John! " Caminab

La llama sagrada de la inspiración de Gabo.

  R efugiado en el día, Gabriel García Márquez no se curó de su insomnio. Pero rebuscó las palabras olvidadas en el regazo de las nereidas, que traviesas se las habían escondido . Algo intercedió en sus razonamientos;  su nombre sonó con la prosodia de su sirvienta, que aulló que estaba la comida hecha. – ¡Gabo, Gabo, puede sentarse a la mesa!  – Imaginó entonces el escritor sumido en una crisis de creatividad, los dedos como pulpejos de la Honoria, que habían esparcido con amor el perejil y resto de condimentos en la olla. Salivó por un instante. La gran obra de Rulfo.   – No hay remedio. – Caminaba hacia la casa y masculló para sí, envuelto en una humareda de su puro. Era un hombre de mediana edad por entonces, preocupado, con la camisa de colores sacada por fuera, tendencia a tripear, que flotaba por el jardín de igual forma que sus tribulaciones. Cómo mantener la mascarada. Le comían los gastos y no sabría cómo vivir sin Honoria. De los otros podría prescindir, como el Manfredo

El Berlín surrealista de los locos veinte

<< M e siento habitado por una fuerza o ser muy poco conocido para mí. Es el que da las órdenes; yo sólo sigo….>> Jean Cocteau. - Sigmund  Freud  dice que los que escribimos compulsivamente, escondemos algunas neurosis. - Afirmó un poeta, que se lamía las heridas de una infancia infeliz. De rostro ovalado y jocundo, muestra una sonrisa medrosa. Se recogió las luengas piernas, para terminar de decir.   – Sería mejor que los escritores parásemos de fantasear y nos tratásemos nuestras dolencias. Jean Cocteau, el genio francés.  -          -  A mí, sin embargo, me han venido de perlas las sesiones de psicoanálisis, para desatascar mi última novela. No había forma de concluirla. – Qué última, si era la primera, pensaron los maestros que se reunían en aquel conciliábulo de vates y diletantes. El que hablaba era un rico heredero que jugaba a ser bohemio y proletario en los cafés berlineses. Mientras, un filósofo en edad tan provecta como los codos gastados de su chaqueta, intentab

Quién mató a Maks Luburić

“ Hemos asesinado aquí en Jasenovac a más gente que el Imperio otomano durante su larga estancia en Europa ” Maks Luburić. “F ui un instrumento de poderes ocultos....” Quién se quiere eximir de lo que se supone una heroicidad, cavilo mientras escucho a mi entrevistado. Tenía la cazoleta llena de cigarrillos, muestra de su nerviosismo. Entretanto, acuden a mí, las remembranzas de Quién mató a Liberty Valance y de un cine de verano de Torremolinos, que fue donde vi por primera vez el filme de John Ford . El tipo me insiste.  - No fui yo.  - No me puedo sustraer al surrealismo de la escena. Habíamos acabado en aquel lobby malogrado de un hotel de Sarajevo, Mario, mi cámara, y yo, un reportero desvencijado pero que acudía como la adrenalina a los lugares de conflicto. Era mi segunda vez en aquella ciudad maldecida por la guerra, aunque en aquel momento reinaba la paz. ¿Hasta cuándo? Todavía me duraba el resquemor de guardarme las espaldas de los francotiradores. Pero si lo pensaba, llegam