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Mostrando entradas de febrero, 2018

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

Lugones, una mirada de ficción para la ciencia

M irar l os rieles de su bigote, perfectamente alineados; sus ojos impertérritos al trasluz de los anteojos mientras posaba; hasta que la calma se aventaba cuando llegaban a la fementida política. - No le hables de política, querido, que lo que antes era tranquilidad, se convierte en una sesión tormentosa.- Le recomendó el redactor jefe de su revista, Caras y caretas . Toda una personalidad, que había prestado su figura a una causa ideológica. - Échese a un lado, Don Leopoldo y entorne más la barbilla. - ¿Pero sale la entrada de la casa? - Sí, no se preocupe.- Le dijo cansinamente. Leopoldo Lugones, un grande de la literatura argentina,  su ficción hecha de ciencia, se adelantó a su tiempo ¿Qué opinaría el escritor de él? Un joven judío casi imberbe y rubicundo. Su nombre israelita y un apellido polaco brillaron como si los llevase marcados en la frente: Isaac Lewandovski *. Isaac no lo sabía, pero la celebridad que estaba retratando no se había sumado a las locas ca

La librería

¿H ay algo más alunado que montar una librería en un lugar remoto, carcomido por la humedad y donde aparentemente nadie lee? Añadamos que ese lugar es un mundo fantasioso, encerrado en su propio caparazón y en el que sus habitantes se mueven ciegamente según el capricho de una tal dama Gamart, que como Reina de corazones , sentencia a los que no se avienen a sus dictámenes. A las mismas dificultades físicas,  unos vericuetos  normalmente rodeados de cieno, y que suponen una barrera real para el transporte de libros, se suma como decíamos la conspiración silenciosa, esa sordina de pueblo perdido que se cierne sobre Florence , un personaje que despierta enseguida nuestras simpatías. Se trata de una mujer madura, baqueteada por la vida que le ha causado no pocos sinsabores, como perder a su marido en un conflicto bélico, pero que no renuncia al sueño de ambos de montar un negocio de libros ¡ Nos encanta! ¿ Quién no se identifica con una protagonista que quiere liberarse de cualquier ata

Glenn Miller, el misterio del swing .

G lenn M iller desapareció entre cendales de neblina como toda la tripulación de aquel vuelo maldito. La silueta de la aeronave tragada por una llovizna otoñal, que empañó los ventanales de la torre de control, hicieron que nadie se percatase de la partida salvo el radioescucha, que bostezó en repetidas ocasiones ¡ Le quedaban todavía cinco horas de turno! En el cuaderno de la torre del aeródromo de Twinwood sin embargo no constaba que se hubiera llevado a cabo ningún vuelo el 15 de diciembre de 1944. Algunos testigos recuerdan que el piloto de la avioneta,  preguntó al músico antes de subir al aparato con algo de chacota si << quería vivir para siempre >>. Le notó algo receloso mientras se embarcaban en un vuelo que prometía inclemencias - Nunca se sabe.- Al contrario de Saint Exupery , el autor del Principito , Glenn tenía gran aversión al riesgo. Y la pequeña avioneta modelo  Noorduyn Norseman con Miller a bordo, partió a un destino incierto hasta nuestros días ¿ Qué

Celia, que estás en los celios.

" Veni, vidi, vici " Julio César L legó con su maleta de cartón a un Madrid algo convulso. El filósofo Ortega había escrito su famoso artículo El error Berenguer , y se había convertido en un intelectual muy reconocido en Argentina; fue recibido con un clamor femenino inusual, y ejerció de páter espiritual de muchos pensadores de aquel país. Pero ella vino por el camino contrario, con un repertorio de tango, que desempolvaba brillantemente gracias a unas estupendas cuerdas vocales. Su forma de decir "posho", un acento que sin que valgan las redundancias acentuaban los encantos de Doña Celia Gámez , que pronto se adaptó a las modas de su país de acogida. No  en vano, había huido de la Década infame (1) , esa colosal manía del país de la plata de buscarse las vueltas, para disipar todo un caudal de bienestar, y en la que los milicos se hicieron con el poder cobrando un protagonismo con el que algunos se complacían.  Una actriz prometedora posaba para Car