Boquiabierto, y luego con una sonrisa socarrona, se dirigió un asistente a Don Francisco, tras la conclusión de la conferencia. Ojos todavía alucinados, pues lo que había contado el escritor granadino en su disertación, se correspondía exactamente con la realidad de su país. - Usted refleja exactamente la realidad de mi país. Conoce muy a fondo los entresijos de nuestra política.- Aludía a la ficción de Muertes de perro que es atemporal y revela fogonazos visionarios para el lector, incluso el contemporáneo (1). El admirador compungido de Francisco Ayala –parecía un Cristo lánguido de un retablo barroco - hablaba de su país, Nicaragua, y decimos compungido porque nuestro escritor granadino le repuso que jamás había estado allí. Tratando de salir de su íngrima zozobra, insistió que había personajes de la vida política nicaragüense perfectamente retratados en la novela. Sin embargo, como afirmaba el intelectual español, no se había inspirado al me...
Un viaje por la historia y la cultura