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Mostrando entradas de abril, 2018

Ana Mariscal "Tenorio"

Q uién no ha escuchado este fragmento del  Juan Tenorio  de  Zorrilla , que casi puede recitar de memoria como uno de los pasajes de amor más recordados de la literatura: Cálmate, pues, vida mía; reposa aquí, y un momento olvida de tu convento la triste cárcel sombría. ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla  y se respira mejor? Pero en aquella ocasión los murmullos crecieron con más razón en el Rialto, pues el hombre/mujer que recitaba el párrafo lleno de cursilería romántica para los modernistas, se decía que había sido amante del Generalísimo. - No puede ser. Creo que te confundes, Álvaro.- Al aludido del patio de butacas, le brillan los dientes impolutos en la oscuridad de la sala, mientras su compañero le aclara  con rigor casi científico, que Ana Mariscal (1)  nunca fue novia de Franco. - Era la novia en la gran pantalla de quien suponemos que es el alter ego de nuestro Generalísimo. - Con imaginar el rictus s

Automoribundia

L legamos a la paradoja de toparnos, tras doscientas ediciones del Azogue,  con u na de las plumas más disipadas de nuestra literatura, y a la vez la más  talentosa.  Un encuentro inevitable para los amantes de las letras: es tan gigante su talla como pequeña lo era su silueta en vida. Nos referimos a Ramón Gómez de la Serna , la peonza algo tripuda, que descollaba en el común de la conversación, como reconoce el poeta Jorge Guillén . Las palabras, las rimas, en definitiva, las greguerías en su caso, se le caían de la boca de manera natural. Así se le escurrió ésta de las comisuras, casi sin querer y a hurtadillas de la razón.  " Al agonizar el viejo marino pidió que le acercasen un espejo para ver el mar por última vez. "  A nadie se le podría achispar más el verbo en los labios. Albert Vigoleis Thelen contaba en su maravillosa Isla del Segundo Rostro  la anécdota de la cafetera, con la que Ramón Gómez de la Serna retó al último epígono de  Niezstche , el Conde Kess