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Mostrando entradas de marzo, 2020

Un gran sueño interrumpido.

  << ¡F irmes, ya no se mueve nadie en la formación!>> Ordenó  el capitán bizarro a su sección. No se escuchaba el murmullo de un aliento. Las bayonetas, las charreteras bien lustradas, y las casacas napoleónicas se entremezclaban en la formación con los trajes más modernos del ejército galo. Todos miraban a un cielo de tintes metálicos. La grisura en cambio no podía contener la emoción en un París, que esperaba esa visita con gran ilusión. De reojo, atisbaron la figura del presidente,  George Pompidou,  una efigie imbuida de la solemnidad  del momento.  Se trataba de un recibimiento con todos los honores de estado, para un ilustre visitante, quizá el más ilustre que pisase jamás tierras galas. A la altura de  Julio César , que con su capa roja había desolado a los antiguos moradores de Francia. Como había leído en Le Monde uno de los presentes, seguramente muchos compatriotas llevasen los genes de este faraón de luenga vida y gran fecundador. ¿Había tenido cientos de

Los colores del incendio

C uando las peores pesadillas se ciernen sobre nuestras esperanzas, buscamos refugio en la imaginación, que nos abre sus puertas a través  de la ficción y en este caso, la literatura. No en vano, Madrid se yergue como una urbe fantasmal, desde la que se otean pequeñas hormigas, grupos dispersos de personas, que brujulean por unas calles desiertas. La lucha contra un enemigo invisible, el coronavirus, que debemos guardar desde nuestros propios domicilios, se convierte entonces en una resaca. Virus por allí y por aquí, información a granel, todo relacionado con esta maldita pandemia, que va a dejar una inefable factura sanitaria y económica. Por eso, la literatura se torna cada vez más imprescindible. Es cuando desde la azotea, un café que yace gélido en la taza y en la otra mano, un ejemplar de Los colores del incendio , se convierten en una espléndida arma para combatir el miedo y el tedio. La  segunda parte de la exitosa Nos vemos allá arriba , con la que su autor ganó uno de los pr

Varo, entre los sueños y la muerte.

L a guerra qué absurdo, receló Benjamin Péret . Sin embargo, aquella estaba revestida   de graves ínfulas y revoluciones sociales. Era lo que había escuchado a un escuchimizado Andreu Nin, que en sus disertaciones corría un gran peligro, pues cada vez desafiaba más al Kremlin. ¿Creería que saldría ileso del trance? ¿O qué en el comunismo se podría opinar libremente? Como materialistas, en el sentido ideológico, solamente entendían la libertad en sentido material. ¡Cuidado! Soso no era un enemigo con el que se pudiese bromear. Solamente le hacía gracia Mijail Bulgakov , que también traspasó esa línea en numerosas ocasiones. Pues ese catalán de acento cerrado, lo había leído con profusión y como uno de los desheredados, cogió afecto a su  causa. Peret que hablaba el español con acento de gabacho, se esforzaba por intercambiar palabras en aquel idioma con Andreu, pero no, mejor conversar en francés. Acudió a su llamada, la llamada del POUM. La causa obrera exigía una revolución inmediat