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Mostrando entradas de septiembre, 2017

El coño de Irene

E n un hotel de Madrid, ardían las hojas de un proyecto de novela erótica, y por qué no de la vida. Más de mil páginas llenas de ambición. Cayeron como racimos de plataneros heridos por el peso de la madurez o las hojas caducas de un otoño, que se escenificaba más allá de la ventana donde se había hospedado Luois Aragón . - No puede quedar ni una viva. - Aguarda, zonzo, que esto se puede publicar.- Le dijo su partenaire femenina. - No es esa la razón, querida, ¡yo burgués! Lo que me faltaba.- Blandía el orgullo del autor que ve su producto profanado por la crítica de unos mentecatos que no captaban la hondura de la misma. Él, que había pastoreado como un histrión a sus discípulos surrealistas- a golpes de efecto junto al otro tótem, André Bretón - fue orillado como clase media por esas más de mil páginas. Y su vanidad aunque fuese cierto aquello, le llevó a tirar de soplete como se decía en la jerigonza literaria . - ¡Vamos, fuego redentor!- Azuzó las bestias de las llamas para qu

La censura del hambre

Qué comemos hoy?- Era la pregunta más repetida en la casa de los Cela. Se había hecho presente el hambre como en tantos otros hogares, y el patriarca, un joven ceñudo con ínfulas de periodista, torero en sus ratos libres, y sobre todo escritor, navegaba por un mar de diviesos que le obligaba en algunas ocasiones a escribir de pie. El joven soñaba con la Underwood   mítica de Ernest Hemingway como con las curvas de Rita  Hayworth , pero en cualquier caso con unas tostadas evocadoras. Podía captar su sublime olor a lo Marcel Proust , el que se recreaba en la dichosa magdalena ¡Lo que haría él con sus mondas! Porque Charo, su mujer, iba a las  colas eternas que se organizaban en cuanto se enteraba de  que la Dirección General de Abastos , haría una entrega de carne. Después de la pitanza, Camilo anhelaba un braserillo que les arrancase ese frío que se deslizaba hasta las entrañas. Las posaderas frías, las lumbares congeladas, que costaba mover tras unos pocos segundos de penitencia al l

El papel y las almendras.

Un sueño nos lleva a la redacción de una editorial española de los años cuarenta, donde presenciamos una curiosa conversación basada en hechos reales y que nos resume las dificultades con las que se topaba la edición de entonces. La hipotética Editorial Pereda busca: novelistas que sean capaces de desarrollar Western, género preferido en aquella época. Quién se vea capacitado, que deje su razón en secretaría">> - ¿Quién diantres va a comprar semejante mamotreto de un escritor bolchevique?- Dijo el viejo de mandíbula marmórea, que escupía a sus subordinados grandes perdigones, mientras hablaba. Apegado a un pitillo, que sostuvo en los labios, el señor Pereda pegó una  chupada al mismo. No tenía pocas cosas de las que ocuparse ¡cómo para que le viniesen con estos melindres! El editor Pereda se parecía al hosco protagonista del Cuento de Navidad de Charles Dickens. - Dostoyevski no es bolchevique, señor.- Negó el joven traductor reverencialmente. No quería ofe

El nudo gordiano de la tumba de Alejandro.

E l pelo ensortijado y blondo, caía sobre la frente de la momia, que los eficientes funcionarios imperiales habían incorporado para que ambos dignatarios se saludasen. Uno por supuesto desde el más allá. Con la cara avinagrada, el Primer Emperador aclaró que él no venía a visitar una momia, " sino a un rey ". Aquella mañana su camarilla más cercana, le había observado demasiado efusivo, como si hubiese inhalado los espíritus del conquistador o alguna que otra hierba que el mojigato Augusto tomaba siguiendo los consejos de su druida . Como tampoco libaba, el estado casi triunfal extrañaba en grado sumo a su círculo más cercano- Porque nuestro César , lloró al comparar sus conquistas con las del más grande. Un respeto, por favor ¡Cornelius, acérquese!- El fiel compañero se arrimó tembloroso, pues nunca había visto al  emperador embebido de las fiebres de grandeza como le había ocurrido con el macedonio.- Él acabó con siglos de rivalidad entre Oriente y Occidente. Rindió con

El pequeño Federico El Grande

B ajo un rugido atronador de artillería, media Europa en el siglo XVIII temblaba al evocar su nombre. Un reino minúsculo que se desenvolvía entre gigantes, y que parecía destinado a enredarse a lo sumo en las barbas de las grandes potencias, sin llegar a inquietarles. No obstante, cuando todo estaba perdido, surgió el genio de Federico El Grande para enmendar las páginas de la historia, que tenían marcada la Batalla de Rossbach como una debacle prusiana (1) . No sólo logró evitar una estrepitosa derrota, sino que sus maniobras sorprendieron a sus enemigos y dieron un giro inesperado en la denominada Guerra de los Siete años (2) . Tanto, que Prusia tejería desde entonces una leyenda en el campo de batalla, cuyo eco reverberó hasta la Gran Guerra y aún más. Pues < < El más grande >> se convierte en un icono nazi por representar los tiempos dorados de Prusia, la semilla de la patria germana. En las ceremonias fastuosas del partido, se invocaba su figura como la del digno

La Kodak de Mallory

Un cadáver en el hielo y bocabajo, guardaba un misterio que ni siquiera el gran escalador  Renhold Messner , ha logrado desvelar. Sus hipótesis se basan en barruntos  fundados dada su dilatada experiencia en la montaña, pero nada concluyente. El muerto había permanecido oculto largos años como celoso guardián de una de las leyendas más mágicas del alpinismo.  No en vano, varias expediciones habían tratado de dar con los restos de George Mallory  y  Andrew Irvine  para desentrañar parte de las incógnitas que se llevaron consigo. La duda los persigue más allá de la muerte, porque ¿llegaron a encimar la montaña más alta del planeta en el año 1924? Aquel cuerpo tumefacto, sin gafas de sol puestas, según cayó y con la tibia y fémur rotos, sugiere que  George Mallory  habría iniciado el descenso cuando la muerte le sorprendió. ¿Se puede colegir de esta evidencia circunstancial que Mallory y su compañero llegaron al pico del Everest ? Tampoco. Otros expertos esgrimen que se trataba de la

¿Dónde reposa Groucho Marx?

Las películas de los Hermanos Marx están asociadas a deliciosas jornadas vespertinas de cine,  en las que las cintas de humor de estos genios despertaban nuestras sonrisas y alguna que otra carcajada. Una vida en la que el humor traspasaba el celuloide - hay humoristas que cuando bajan de las tablas transforman su rictus en serio, no es ni mucho menos el caso que nos ocupa. Porque Groucho Marx,  que fue una auténtica celebridad, se había convertido en el embajador del Séptimo Arte y participaba en largas recepciones donde se encontraba con personajes de lo más variopinto. Así, de esa guisa disfrazado de sí mismo, le espetó un conocido dictador que había visto todas sus películas. El tirano no se parecía a los retratos rejuvenecidos pero repasó su filmografía airosamente. Hasta que la conversación desembocó - se había aferrado a su codo y no dejaba a Groucho desprenderse - a los parabienes de la patria. Entonces el dictador dijo campanudo.- En mi patria somos todos muy machos. - E

La herencia maldita

El maestro moderno del thriller que renovó dicho género  hace muchos años, con unas intrigas que nos reconcomen y muchos giros inesperados en sus tramas, vuelve a conquistarnos con una de sus obras más tardías. La herencia maldita de Eric Ambler comienza con un dédalo de resoluciones jurídicas y de derecho internacional, que parecen indicar que el argumento se deslizará por los vericuetos legales de la posguerra, una época en la que iban a aflorar infinidad de organismos que convertirían la legislación internacional en un verdadero bosque en el cual perderse no era dificultoso. Sin embargo, con una simplicidad aplastante, Ambler nos va desentramando aquella melé en la que muchos organismos pugnaban por hacer prevalecer sus intereses en cualquier conflicto normativo. La Comisión de activos de los territorios ocupados, la Commonwealth de Pensylvania despliegan una nube de juristas, que se interponen para arañar una parte de una herencia, que desde luego no tiene un destinatario claro