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Mostrando entradas de mayo, 2020

El violinista del diablo.

N o podría haberlo soportado más. A mi cabeza embotada volvían a acometerla las mismas cerdas de un violín imaginario, que unos trasgos no cesaban de tocar, cuanto más concentración exigiese la tarea que hacía. Alguna vez girando la cabeza de forma súbita, creía sorprenderlos corriendo por encima de las cuerdas. Pero desaparecían; no así las fusas, blancas, negras y semicorcheas, que volaban en una especie de magia, y que se habían convertido en mi castigo por un acto repleto de codicia. ¡ Les contaré! Era aquel violín fruto de mis congojas, que cuando quise abandonar en medio del campo, y  una serenidad cundía en mí, al pensar que por fin me había desembarazado de él, madre aparecía con el maldito estuche, para rogarme que cuidase con más primor, cosas tan caras.  O que no ardía al rociarlo con gasolina. Me ponía lívido entonces. ¿Cómo escapar a su influjo y al del diablo? El genio de Génova,¿poseído por el diablo? Rabiaba de dolor por una obsesión y

El gran Reino Celestial de la Paz.

S ecretaba un rumor confuso. Medio embebido en imágenes, señaló aturdido a una sombra y logró articular palabras. - ¿Eres tú? - Los viandantes guardaban cierta conmiseración con aquel bulto recostado en un callejón, mientras la ciudadela revivía en su ostentación ampulosa. Había recuperado algo del viejo esplendor. La Primera Guerra del Opio había humillado a un régimen por el que en aquella región no se tenía mucha simpatía, más bien una honda aversión. La corrupción de los manchúes llegó hasta los más recónditos lugares de la administración. Aquella piltrafa que rezongaba pasajes de la Biblia, fue un estudiante modélico, inteligente. Sin duda, su familia de la etnia hakka  creyó que Hong Xiuquan haría una carrera muy brillante en la administración y les sacaría de la pobreza. Pero los manchúes se cooptaban a sí mismos, huelga la redundancia con el fin de remarcarlo, pues no querían que nadie ajeno entrase en los cenáculos de poder. La frustración del joven Xiuquan le condujo por si

Farinelli

¿E xisten los unicornios blancos se habrá preguntado el lector alguna vez? Pues en la ópera lo más parecido a los unicornios albos podrían ser los castrati , desgraciados cantantes a los que siendo infantes, les mochaban los testículos para que la voz se conservase virginal, sin las estridencias, que el desarrollo hormonal provocaría más tarde. De acuerdo a los testimonios de la época(s. XIX), el nuevo estado italiano prohibiría práctica tan aberrante, secundado por diversos Papas como León XIII,  que pondrían término a la contratación de estas criaturas, para las liturgias vaticanas. Hay quien ve en Italia, una de esas rencillas, tan tragicómicas a veces,  entre el eje norte y sur de mi querido país. No en vano, el antiguo reino de Nápoles abrigó esas prácticas, y fue cantera de excelentes castrati. El caso es que sobrevivirán los últimos de los castrados como ángeles condenados y criaturas mitológicas, frisando la barrera del siglo XX, cuando fallece el último de ellos  en condicio

Sousa Mendes

  M e dejé llevar por el sueño ingrávido de una pluma, que correteaba por mis dedos, mientras abrumado por el cansancio, había firmado un papel más. La que retozaba en mis manos, llevaba la estrella de seis puntas características de las Montblanc . Elegante y espigadas, las plumas alemanas, ¡qué paradoja aunque no consideraba a todo el pueblo alemán malo! . Pues se deslizan por el papel sin rechistar. ¡Un visado, una vida más! Recordé entonces la primera  estilográfica que me regalaron. Incluso, creo que cuando las observo con más detenimiento, tienen una personalidad diferenciada. ¡Ésta parecía una bailarina cuando se movía ent re mis dedos! Algunas estaban encantadas y atrajeron nada más que buenos presagios tras su tinta. La que empuñaba, además de llevar un tutú, era capaz de saltar obstáculos, como la Circular catorce .  El joven diplomático portugués ¡Qué descuido para un diplomático, discúlpenme! Se me olvidó presentarme. Soy   Aristides Sousa Mendes , y me tocó ser

Juan Gris y el espejo del arte moderno.

  U n espejo puede atrapar espíritus antañones, y depararnos cuentos de un terror mudo. Alejarnos para transportarnos a mundos paralelos. " Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar ". ¿Se habrá preguntado Borges si una enciclopedia es el espejo de otros tiempos? O simplemente sin tanto afán literario fastidiarnos el día, mientras contemplamos cómo se vetean las arrugas, por el odre de nuestro rostro. Sin embargo, Juan Gris hace un retrato que parece el fiel reflejo de uno de los faunos del arte del siglo XX,  Pablo Picasso. Un emocionado Salvador Dalí, le   consideraba el Papa del arte moderno. Por eso, este retrato es uno de mis preferidos. Se insinúa con las formas de un espejo fragmentado, y a guisa de rompecabezas, nos presenta a una personalidad que desborda  tanto el cuadro  de Juan Gris como el arte del siglo XX. Capaz de cambiar sus reglas por una cuestión de vanidad. El famoso retrato de Picasso.  Cuentan que un