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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Las alas de la Victoria de Samotracia

U n noooo, rotundo salió de la garganta de  Jacques Jaujard (1) . Se izó de la cama como un resorte, sudoroso y con el semblante ceniciento. Su mujer se despertó llevada por el miedo a un chillido tan extemporáneo.- ¿Qué te pasa, Jacques? No parabas de hablar. - Le cogió las manos temblorosas. Tanta ingesta de nicotina y café iban a poder con él.  - Una pesadilla, pero duerme, cariño.- El bulto de penumbras de su esposa se recostó, y supo que concilió el sueño de nuevo, por los leves ronquidos que envolvieron su respiración.  La Victoria vuela sobre nuestros sueños.  ¿Pero quién podría dormir con tantas preocupaciones? Por culpa del pacto de los alemanes y soviéticos, el director del Louvre se temió que la política europea se deteriorase tanto que llegasen al callejón sin salida de una nueva guerra. Él tuvo en cualquier caso, la inspiración de adelantarse a los hechos, puesto que jamás se creyó que en la Conferencia de Múnich se había firmado la paz para varias generaciones

Los cantos de Maldoror y el surrealismo.

E l tipo de las melenas de león, matizadas por algunas hebras plateadas, rezongaba quejas por el mal querer. - ¡ Ese discípulo mío! - Se quitó con coquetería las gafas de pasta, aunque no sabía disimular su melancolía ante un auditorio expectante, que como cada tarde esperaba que abriese la boca. Pero no tenía a nadie que le acariciase el cabello desde que su epígono Benjamín Péret , perdiese el tiempo con aquella belleza con la que coqueteaba, pelirroja y española. - ¿Cómo dices que se llamaba?- Pregunta el tótem melancólico a Max Ernst , que también se ha ligado a una tal Leonor, una muchacha irlandesa que quiere borrar cualquier pátina de educación anterior, y a la que le saca veintiséis años ¿Por qué les habrá dado por liarse con muchachas tan jóvenes? Se pregunta el oráculo del surrealismo, André Bretón . - Se llama Remedios (1) , André.- Pues poco me ha remediado a mí, que me ha quitado al pintamonas, con el que iba a todos lados, se piensa para sí, mientras Ernst termina de

La maleta de Leger

S esudos editoriales resuenan en nuestros días, con la misma indulgencia que las campanas que celebraban el Armisticio de la Gran Guerra en aquel lejano 11-11-1918, del que un siglo nos separa. Un conflicto cuya profunda huella todavía late en muchos de las querellas del siglo XXI, y en la que conocimos la barbarie. Sin duda, fue la semilla de la destrucción masiva de la IIGM, cambió a sociedades, que consumieron la vida con gran frenesí en los locos años veinte.  Hubo asimismo un centón de artistas que se inspiraron en su resuello fabril, de matanzas en serie, para encontrarse y reconocerse ellos mismos en su arte. Es el caso de Fernand Léger . Un normando silencioso, chambón que se movía con torpor, y que acudió a un frente erizado de espinos con escaso ímpetu. Por entonces, trataba de lograr un camino en su pintura, se une al cubismo, aun cuando estén presentes los ecos de un impresionismo, que se convierte en la corriente principal del arte en los albores del siglo XX.  La

El fantasma de Canalejas.

H abía llegado con maleta de cartón prensado y la bisoñé, que le bailaba en la coronilla por los trémolos de unos vientos tan súbitos, que nos rodearon al abrir la puerta. Mi madre que regentaba un hostal en la Calle Carretas, le espió con los ojos rasgados, que le hicieron merecedora de su sobrenombre de la china o Turandot. Yo detrás, que en mi imaginación soñé con unas notas de un órgano de Bach, agazapado tras los hombros de la china. - ¿Qué desea, caballero? -           ¿Tiene una habitación libre? -           Sí, por supuesto. – Contestó mi madre. -           Pues démela. - Con un visaje salvaje y furtivo, agachó la cabeza para seguir mi estela a través de los distintos rellanos. Le ubicamos en la pieza que tenía un retrato de Franco en la pared, con los ojos de quita y pon, para espiar a nuestros clientes. Nos daba en el fondo mala espina. Más tarde nos contó que se llamaba Braulio. - Soy un echadora de cartas (1) . -           Será un echador de cartas. - Saqué m

Lope y Calderón, en el convento del encono.

Q ué este país, llamémosle como quieran, que hasta para eso tampoco nos ponemos de acuerdo, siempre ha sido fuente de enconos y de polarizaciones, lo atestigua la historia y asimismo el presente. Llegamos a la capital y la rivalidad futbolística o de cualquier índole, no permite reconciliaciones entre los contendientes. Para demostrarlo viajaremos en el tiempo otra vez al maravilloso Barrio de las Letras de la capital de España ¿Quién no perdido en los reverberos de sus callejuelas bulliciosas, se ha imaginado caballero de las letras? Con un jubón blasonado con la Cruz de Santiago, correteamos perdidos hasta que  una buena algarabía  nos saca de nuestro atolondramiento. Porque Calderón de la Barca estrenaba comedia, y se rumorea que los seguidores de Lope de Vega pueden reventarla con sonoros pitidos y todo tipo de denuestos.  Llevan escondidos tomates, una artillería irrefutable si se lanzaba con buena puntería. Un inusual y más caballero Lope de Vega. Corre en el calen