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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Max Brod no perdió los papeles.

Miles de opúsculos que se alimentan con los ecos de la lluvia, esto es especulan e intentan indagar infructuosamente en una de las figuras más misteriosas de la literatura mundial, Franz Kafka , han escarbado en vano en su vida y en algunas de sus decepciones amorosas. Las experiencias burilan más de lo que parece la obra de un escritor, sin embargo, poco sabemos de este personaje casi literario, que buscó el remanso de paz del Callejón de los alquimistas en el Castillo de Praga , para en su bucólico silencio de rúa medieval, encontrar la inspiración de las musas, junto a su hermana Ottla (la inspiración es el oro/piedra filosofal de los novelistas/alquimistas). Porque él fijó mejor que nadie el inefable rostro del siglo XX, quizá un mundo sin faz, con su ejército de burócratas que nos hicieron menos comprensible y sin duda   kafkianos los engranajes de las sociedades modernas.   El joven Kafka, que dudaba de su calidad literaria, le hizo una encerrona a su querido Max Brod.

Viajes de Herodoto

Aquel griego resonaba  en la lontananza  con dejos  de cosa plúmbea como reconoce  Kapuscinski   en su  Viajes con Heródoto . En realidad, a los lectores modernos, nos es ajena la fascinación por el mundo clásico, y podemos decirnos que nos sentimos incómodos en esa camisa, con la lluvia de nombres y leyendas que escapan a nuestra comprensión, aunque el maestro de universidad de Kapuscinski lo hubiese sacado a colación de pasada junto a su sonora obra,   Nueve libros de historia de  Heródoto de Halicarnaso , que cubría una amplia panoplia de géneros. El periodista  afirma en Viajes que el griego por su afán pesquisidor, podría pasar por ser el primer corresponsal de la historia. Incombustible, el de Halicarnaso viaja y pregunta, teniendo en cuenta testimonios que la memoria deforma por su plasticidad y adaptabilidad, pero con los que va reconstruyendo el rastro de viejos imperios como el del persa  Jerjes .  Sin embargo, antes de embarcarnos en la obra del griego, Ryszard nos sorp

Gerda Taro, la fotógrafa con mucho Garbo

Aun guardaba en sus ojos develados por la tristeza, los lacónicos campos alemanes. Con el traqueteo del tren y su apaciguado discurrir, trató de acumular en sus retinas todos los detalles, porque con el aliento de los nazis que la perseguían por su doble condición de judía de izquierdas, Gerta, se temió que no volvería a su querida Alemania. Aventados sus derechos como comunidad desde las Leyes de Nuremberg y mucho antes, ella creyó el momento de la retirada para luchar en la distancia por su patria. Fue entonces que la colosal urbe parisina se abrió maternal a su inmensos anhelos de construir algo grande,aunque  todavía impreciso. Vagó sin destino con su maleta de cartón prensada, hasta que conoció a una muchacha con sus mismos fines y con la que iba a compartir apartamento. Había que comenzar en cualquier caso por la subsistencia. La inolvidable Garbo que inspiró a Taro (Gentileza de wikimedia commons) Largos paseos por el Jardín de Luxemburgo , o de

Hotel Florida, circo ambulante y literario

Al Madrid literario le mocharon una aguja y ventanales recreados por un hado de la arquitectura, llamado  Antonio Palacios . Fruto de la especulación que algunas lenguas malhadadas circunscriben al entorno más cercano de  Carmen Polo , mujer del  dictador Franco , el  Hotel Florida  como testimonio de una época aventurera iba a ceder su lugar a un espacio comercial destinado a  Galerías Preciados,  que también el deletéreo paso del tiempo ha condenado al desván del olvido. Es cierto que por sus estancias de buen tono, un peldaño por debajo de los dos trasatlánticos de la época de la hospedería en Madrid, el  Ritz  y el  Palace  (1) , resonó el repiqueteo de la mítica  Underwood  de  Hemingway , quien fielmente todas las noches, desde su habitación número 109 recreaba con incisivos artículos el rastro que dejaba nuestra Guerra Civil en los cuerpos y sobre todo en las almas de los supervivientes ( los muertos ni sueñan ni padecen como los vivos). Hotel Florida, Madrid 1920 https

El ultimo malvado de la literatura francesa

Quizá sea su enfant más terrible, por los oprobiosos opúsculos antisemitas que provocaron algo más que el rubor en el país vecino. Ese chico algo botarate, que antes de asentarse en la medicina, vagó sin horizonte ni frontera por medio mundo, lo que iba a dejar una huella profunda en su personalidad y en cualquier caso en una carrera literaria, donde volcará como en un espejo, todas aquellas experiencias personales. Pero Luois Ferdinand Céline , el endemoniado tipo que escribía como los ángeles y que hubiese merecido - si sólo hablamos de literatura-  unos cuantos premios nobeles, les salió un perfecto cretino. Con tres panfletos infamantes e hilarantes en contra del  judaísmo  se va cavando su propia tumba, hasta convertirse en un proscrito en el período de posguerra.  Mea culpa  (1936),  Bagatelas para una masacre (1937) y  La escuela de los cadáveres  (1938), en los que los hebreos se convierten poco más que en gárgolas hediondas (1) . Aunque normalmente en los prontuarios de

La serpiente del exilio llega a Argeles

Furtivamente, en carromatos y camionetas habían llegado a los confines de la frontera, que adquiría a sus ojos aquella calidad brumosa y legendaria, que intuyese Rysard Kapuncinsky años más tarde. Pero el embotellamiento que se produjo seguidamente fue tan frustrante que al cabo de unas horas, decidieron desasirse de los estribos a los que se habían aferrado y con un exiguo equipaje -  habían dejado atrás  la parte más importante de sus pertenencias - se encaramaron al puesto de la aduana y gracias a las gestiones de Corpus Barga , aquella pléyade  con una Doña Ana que acezaba, logró atravesar el borde imaginario de Francia. Durante el viaje habían flotado las camarillas de individuos famélicos, algunos con casacas desabotonadas del Ejército Republicano, o familias enteras que llevaban la derrota entrañada en unas arrugas prematuras y por supuesto, el cansancio escrito en sus ojos.   Una galería de medios de transporte, meditaba como ido el poeta Antonio Machado un huido más que se

Oteros del dolor

C uando el dolor se retrepaba deletéreo en mis huesos y me carcomía por dentro como las termitas, me vinieron las imágenes de   Fatty , uno de los primeros actores en  besar el  Olimpo  del celuloide y en probar también, la amargura de su desdén. Evocaba entonces de manera tortuosa su celebridad, que habría de exaltar incluso a un iconoclasta como  Lenin . El padre de la  Revolución de Octubre  que no creía en el individuo y sí en quimeras orgiásticas colectivas, quiso conocerle en persona cuando se enteró de que se hospedaba en el mismo hotel. Cuenta  Jerry Dahl  en  Yo, Fatty,  que   la tiesura que siempre adornaba el semblante del revolucionario, se desvaneció en una sonrisa al observar a  aquella mole cerca de él. “  Con qué es él ” debió pensar el sátrapa, el mismo saco de michelines y curvas que le hacía desternillarse con sus piruetas en la pantalla. " Más alto de lo que pensaba " seguiría   Vladimir   esbozando sonrisas, por un momento risueño y enternecido  por el