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Mostrando entradas de diciembre, 2023

Ojos verdes

  "O jos verdes ", la sintonía de la guerra, " verdes como la albahaca,  verdes como el trigo, verdes ", los trémolos de la artista valenciana, luz en las ondas. Doña Concha Piquer cantaba Ojos Verdes (1) con desgarro, su bagaje en la vida había sido demasiado acre, a pesar de haber remontado con creces la miseria de sus orígenes familiares. Así lo acreditaban sus ahorros en el Banco Hispanoamericano. Pero aquellos minutos musicales eran un sonsonete, que acariciaba los diversos frentes de la contienda, pausa al ardor guerrero. Como la S egunda Guerra Mundial tuvo Lili Marleen , que unió a los adversarios, que podría venir de adversidad, en el conflicto español, Ojos verdes fue esa canción común.  Desde esa Sevilla a la que " se había extirpado la hidra bolchevique ", una tregua también para las soflamas de voz aguardentosa de Queipo de Llano .  Concha Piquer en la cúspide de la fama. - La de ayer propasó lo imaginable. - Cuchicheó uno de los técnicos

Cuando las vanguardias eran vanguardias

  Primera exposición postimpresionista en Gran Bretaña, 1910.  C uerpos fofos, como desmayados en la hierba. Qué locura de Cézanne , con pinceladas que desgarraban las pupilas. - Ese juego de colores, nunca lo vi en la naturaleza. - Un compañero crítico de arte se compadecía de su colega, el también pintor, Roger Fry . No se lo diría en su cara, pero el ambiente decadente parisino le había sorbido los sesos. Tanta hetaira, vagabundo suelto, con ínfulas de fornicios que no se conciliaban muy bien con la coracha todavía victoriana, con la que se revestía Gran Bretaña. Su amigo le respondía que se  pintaba de dentro hacia afuera, como decía en el folleto de la galería de arte, que regentaba.  Roger Fry, autorretrato. Desde dentro hacia afuera también se vomitaba, publicó uno de los púlpitos de papel a propósito de la muestra de pintura organizada por Fry. El periódico además aludía al crítico más clasicista, Bernard Berenson , para erigir un auto de fe  en contra suya. No en vano, los acó

El azar ciego

  E l azar ciego representado por una venda, el ruido blanco, tan aleatorio como la vida. Los dos camaradas de francachelas y de ideologías, dispararon el uno contra el otro. En la prensa de los exaltados vertían veneno y tildaron el duelo de una encerrona,   para que saliese malparado Évariste, que pagó con su vida el arrojo que había caracterizado su existencia. En su agonía, había referido que le era tan deshonroso caer por un asunto de faldas, y por una mala pécora. Ahora, que veía las facciones de la parva de cerca, se percataba de su ingenuidad. Quizá el dolor le hubiera abierto los ojos, porque esa bala, se le había alojado en el estómago. La infección era tan acusada, que requirió en su acompañamiento hasta el final, de potentes estupefacientes. Évariste Galois, un genio sin igual. Desde otro púlpito de papel, se informaba más asépticamente, pues desde la Revolución, no había libertad de prensa. Y la Restauración en aras de un bien supremo, que no sabían cuál era, censuraba c