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Mostrando entradas de junio, 2023

Cuando Jardiel no encontró a Benavente

  C uando los rigores del estío empujaba a medio Madrid a las trochas guadarrameñas, allí podíamos encontrar su silueta desvaída, en una esquina del Bar La Colonia. Vestido con ropa ligera, las alpargatas y un sombrero panamá. A ratos elevaba la cabeza, porque el trasiego de veraneantes que llegaba a la localidad segoviana de San Rafael, descargaba maletas y bártulos de los automóviles, y le impedía concentrarse. Tomó un café con un carajillo, por su mala salud tampoco le convenía abusar, esa neurastenia que le tenía a maltraer. Junto a un cigarrillo, que consumía con suma deleitación.  El gran escritor Jardiel Poncela. - ¡A Dios, ruego a Dios, que será el último!- Dijo Don Enrique Jardiel Poncela sin mucho convencimiento. Unas efusiones que tenían algo de niño adulto que hacía la comunión y recibía la reprimenda de su confesor. No hay peor inquisidor que uno mismo, estaba seguro Don Enrique, que con los ojos bridados por el sueño, y las grandes bolsas debajo de ellos, volvió a volcar

El retoño de Elena

  U n avión, el Dragon Rapide , contratado por el financiero Juan March . Rumores, ¿ese contrabandista? Y el telegrama con la clave acordada:” El pasado día quince, a las cuatro de la mañana, Elena dio a luz un hermoso niño ” (1) . Verían si la rebelión gozaba de buena salud. Por lo pronto, el General Franco les parecía un advenedizo, que se opuso en el treintaidós a la Sanjurjada; de modo que había que desconfiar de él, puesto que le veían capaz de ir con el cuento a Azaña, con tal de medrar en su carrera militar. - No, parece que el asesinato del diputado Calvo Sotelo, por fin le ha abierto los ojos. - Dijeron en la camarilla del General Mola , que había recibido medrosa el mensaje del bebé de Elena, que ponía en marcha el reloj de la rebelión. Termos, flexos y los humos de los cigarros que gambeteaban hacia el techo, objeto de los nervios de los fumadores.El teléfono siniestro, que sonaba de vez en cuando. Corazones en los que se agolpaban las emociones, en la periferia de Pamplo

Algunos hombres excelentes

E n las páginas  más nefandas  de la historia , también brillan héroes excepcionales, que supieron oponerse a las corrientes mayoritarias convertidas en perfecto fermento de la maldad. Pese a sus congojas, estos personajes ungidos de una valentía misteriosa, nunca se debatieron en momentos claves entre la elección personal y la dignidad.  Se nos ocurre citar a Manuel Chaves Nogales o    Sousa Mendes (1) , pero nos quedaríamos cortos para una época de grandes tribulaciones (1) .  El París ocupado, 1940. A aquel mismo París del año 1940, declarada ciudad abierta con la memoria de los bombardeos que devastaron Varsovia, arribó  Gerhard Heller , uno de nuestros héroes preferidos. Muchos grises y matices oscuros orlaban su personalidad, que tampoco se esforzó en ocultar. Así concluyeron los escarceos amorosos con menores de ambos sexos, y más en el plano tragicómico el episodio del revólver de madera, que debido a su condena de la violencia, encargó a un carpintero de la calle Ponthieu, y q

El joven Russell

H uidizo, se trocó a fuerza de burlas. Un animal herido, que con ratimagos, rehuía de sus compañeros, que encontraban en el ejercicio físico el listón de sus exhibiciones  extemporáneas . Aquel larguirucho, empero, de cabellos foscos, un bohemio para el viajado a París, evidenciaba una edad mayor a la que figuraba en la partida de nacimiento. A los once años, con sus ideas que habrían sido declaradas escandalosas por una abuela rígida, y que Bertrand escribía en griego en un diario, para evitar precisamente la fiscalización de unos abuelos tutores.  El gran filósofo Bertrand Russell -           No, abuela, no creo en nada. – En sueños se lo había dicho miles de veces, pero a su  abuela l e habría dado un patatús. Años más tarde, el joven de los Russell filosofaba que le habría gustado creer en algo, desde luego habría sido más sencillo. En Dios por el argumento de la primera causa , aunque John Stuart Mill le hizo desistir de ello, porque quién había creado a ese Dios. - En la sabid