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A nochece en la gran ciudad, sumida en dos colores, el blanco y el negro. Acentuada por una estética umbrosa que predomina en toda la cinta, cuando la calle se llena de las peores bestias. Entonces aparece la silueta de Peter Lorre,  el mítico actor vienés que se estrena en una película de gran proyección internacional, y las niñas que siguen jugando a las desapariciones . La inconmensurable sabiduría popular; tañen las vocecitas que recubren de inocencia tan cándido juego, mientras las madres hacendosas las reclaman, desde el rellano de la escalera. Alguien silba los compases  En el salón del rey de la montaña.   El monstruo que opera en la oscuridad, se lleva a una de ellas, Elsa, la última de tantas víctimas. Cunde una vez más la histeria, de una sociedad inerme ante el monstruo. Cualquiera podría ser culpable. ¡ Hasta usted lector! Seguidamente, un transeúnte amable se convierte en objeto de las sospechas o tu interlocutor, al que le brilla la mirada cuando se saca...

El papiro de arena.

U na noche con nubes recelosas, moviéndose entre una luna que parecía apocada, allí agazapada en lo alto. ¡Qué miedo! Hasta para un hombretón como el señor  Charles Edwin Wilbour , cincuentón que se salía de la media en altura y que por el perímetro de sus bíceps, espantaba al más osado. Pero aquel paraje resultaba desolador. Se giró con las barbas luengas y canas que le caracterizaron. ¡No había nadie! ¿Le habrían engañado? A pesar de sus recelos, llegó su cita con cara de congoja. Un tal  Ahmed Abd el-Rassul , capital en nuestra historia. Aunque antes de adentrarnos en aquella noche misteriosa, hagamos un pequeño recuento de las peripecias del señor Wilbour.  Desde que su empresa papelera entrase en dificultades, decidió partir para cumplir con algunos de sus sueños, que había pergeñado de bien mozo. Corría el año 1872. Así, en su periplo europeo, contactó con uno de los más notables egiptólogos de su tiempo, Gaston Maspero , al que acompañó en varias expediciones a...

Los monjes de Notre Dame.

E ra como viajar en el tiempo y en el espacio. El fragor de las lunas inventadas y focos que vagaban por un horizonte de cartón piedra. La Efigie de Giza que parecía sonreír, y que si se le buscaba un encuadre, agrandaba la presencia en la toma. Desde Intolerancia de Griffith , cualquier toma con una decena de extras se convertía en una parva presencia en la pantalla. Cámaras en grúas, que asomaban entre mundos inventados, fueron desde entonces comunes en los rodajes. Luego estaban los platós, para hacer rodar los proyectos. California era cara, y sin embargo, los días desperdiciados no eran tantos como en otros estados. Hubo fiebre de oro como del celuloide, un invento que al principio se miró con admiración pero no con el interés de una actividad lúdica. Más allá, Notre Dame . Aquiles caminaba pensativo, una sombra arrastrada de sí mismo. Hacía más de siete años que se había rodado la obra de Víctor Hugo , con la maciza de Mauren O´Hara que se enamoraba del jorobado Charles L...

Casa Ciriaco y su tarde más larga.

S e hizo de noche en Madrid, apostados como carámbanos, en la esquina de Casa Ciriaco . Las luces de Navidad hormiguean en torno a nuestro grupúsculo, que aguarda a partir por las calles de la capital, en busca del esperpento y de la huella que había dejado   Don Ramón Valle Inclán.   - ¡Cada vez la Navidad empieza más pronto! - Se queja airadamente mi amigo Ontiveros, que quiere mostrar a su familia uruguaya los encantos de la vieja ciudad, y por eso, rezamos a las dulces ondinas, para que no permitan que nieve hoy noche. Comenzamos como en la famosa noche de  Max Estrella por Casa Ciriaco y acabaremos depositando un ramo de flores en la estatua de este genio sin parangón. Personaje delicioso de Luces de bohemia , tanto como quien dicen que se inspiró Valle, el gran Alejandro Sawa .  En cualquier caso, miramos a nuestro alrededor, para especular con quién podría ser nuestro Latino de Hispalis , hasta que una inmensa zozobra me invade súbitamente. El ...

Sunset Bulevard

L a gloria es como la noche que se cierra en un otero ignoto. Una soledad que te corroe por dentro. En su inmensa llanura natal, Polonia, jamás habría imaginado un ascenso tan repentino a los cielos, como tampoco lo que consideraba una ominosa caída a los infiernos. Sin embargo, había pasado tanto tiempo de aquéllo, que las remembranzas dolían en un corazón atribulado.  Pola Negri había tapado con sábanas la mayor parte de los muebles de su mansión, estancias que hablaban de un viejo esplendor, que se había esfumado. Arrinconada, pasaba fumando las tardes, cuando recordaba el primer éxito que tanto celebraron al otro lado del Atlántico. No en vano, había rodado una cinta con un director novel, un tal Ernst Lubistch muy académico, a pesar de su juventud  rozagante   . El caso es que su interpretación  en  Los ojos de la momia  no había pasado desapercibida para un productor americano . Una historia que llegó antes del descubrimiento de Howard Carter del ...

Va pensiero

C uenta la leyenda que un desolado Giuseppe Verdi se dejaba deslizar por el vaivén cotidiano, pues la desgracia se había abatido sobre él, de la forma más cruel imaginable. En un breve espacio de tiempo había perdido a su esposa y sobre todo, a sus dos hijos ¿Cabe mayor desdicha? Apenas le quedaba aliento, que caía rendido en el catre de su pieza  malograda , llegada la noche. Un fantasma, cuyo universo y sueños quedaban reducidos a aquellas cuatro paredes. Comer como respirar, por puro instinto. Sin embargo, buscaba en el restaurante ansiosamente la mesa de todos los días, manías de un loco.  Le parecía un esfuerzo sublime, allanarse unos pasos más, o consumirse en la eterna duda de dónde debía sentarse, cuando le faltaba el lugar al que se había acostumbrado.  Por esta razón,tenía ese gesto hosco, al albergar este tipo de dudas. Se plantó en el restaurante un mediodía, con el estigma de la terrible pérdida grabado en su rostro, cuando  se cruzó con el e...

Humprey Sellers

T iene la boca como pulpa de tomate, ni siquiera fuma.- Dijo el ayudante de dirección, que venía del hospital.- La verdad que es raro en él, no verle con ese palo asomado en los labios. -            Maldita sea.- Refunfuñó el señor Huston, mientras se mesaba su atávica barba.  -            Ni siquiera puede hablar o lo hace muy mermado. -            No me imagino a Humprey si no es con su voz.- Apuró la taza de café que mecía en sus manos candorosas. - Y nos quedan escenas por rodar. No podemos prescindir de ellas, porque si no la película no se entenderá.  -           Bogart no puede aparecer hablando raro. Acuérdese, señor Huston, que Gilbert fue el hazmerreír del cine mudo.- ¿Cómo olvidar esa dolorosa transición que tantas fantasías e ilusiones se llevó por medio? A John Gilbert le corrigie...