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In memomriam: Philip Kerr

R esulta inevitable retornar al lugar del crimen, dice un aforismo de novela negra,  o caer en la mudez más absoluta cuando desaparece uno de los descubrimientos más sorprendentes, que hayamos hecho en la literatura más contemporánea. Porque a todos nos sorprendió el detective - digamos investigador privado- con el ánimo de no ofender a Bernie Gunther , un justo que nos mete en los vericuetos de una Alemania nazi, y que gracias a un humor socarrón, hace que brillen nuestras dentaduras cada pocas líneas. El primer escenario en el que discurre Bernie, un veterano de guerra que no hace gala de la lucha en Turquía, nos propone una Alemania, que quiere borrar cualquier mácula a los ojos extranjeros. Dos agentes de las SA retiran una cartelería ofensiva, de odaliscas arias, de gran voluptuosidad. No  en vano, se van a celebrar los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, una oportunidad para sorprender a la comunidad internacional, y en la que la raza aria refrendaría su clara superiori...

Las vanguardias y los cuentistas

Uno que va para viejuno, por lo menos por lo que concierne al poso que le han dejado las lecturas, que arrugan nuestra mente pero que le confieren de una perspectiva que abarca sin duda más ángulos,  la película de las vanguardias le suena a un eco que se repite casi con cada nueva generación.  El barullo de las ismos no le resuena al sonsonete del parteaguas, con el que nacen todas los movimientos que quieren relevar lo antañón. Esa perspectiva le permitirá concluir que son como el péndulo que vuelve a orearse por donde solía. ¡ Apártese, viejo! Recordamos entonces a un  Roberto Bolaño , joven desgreñado, poeta soñador, que quiso junto a sus amigos de conjuras de café, desbancar a un Octavio Paz que se había tornado en un clásico insolente. A golpes de gritos interrumpieron una conferencia del tótem, para quebrar el aura de lo establecido, y quitar a esos cenáculos de lo formal, la voz cantante en las artes y la cultura. El Realismo visceral se abría paso a portazos ...

Los gorriones de la Stasi

S u vida en las últimas semanas se había convertido en una completa farsa. Revelaciones habían arrojado luz o más bien tinieblas, sobre lo que creyó todo un cuento de hadas. Lucinda, una alemana rubia y de grandes ojos soñadores, trabajaba en la sala de cifrado del Ministerio del Exterior de la República Federal. Pero no podía creer la pesadilla en la que se había tornado toda su existencia, cuando desapareció Michael, su marido. Se miró otra vez en el azogue del espejo como si una veta de realismo brotase de cada una de sus facciones. El cartapacio y los pantalones oscuros de franela de él, seguían allí. Angela además, le había dado mala noche, pues le estaban saliendo los dientes.  Un billete de cien marcos de la RDA - Espera, déjame que se lo diga yo.- Se le había acercado la tarde anterior, Peter, un compañero del Ministerio. Le tocó el hombro, para darle una carpeta en la que se desenmascaraba a Michael. Cámaras y micrófonos ocultos, legajos en los que aparecía su no...

Brecht y el terror nazi

S e zampó la pelota de papel donde venían las explicaciones, como si fuese un suizo ¿ No era suizo el científico ése? No, había trabajado en la Oficina de Patentes de Berna, pero era tan alemán como ellos, le advirtió el más parvo de los dos científicos. Al mayor, le había parecido que un halo de no sabía qué, había entornado la puerta, y le había desconcentrado ¿ Y si fuese un oficial de la SS con el traje impoluto de Hugo Boss ? Como se suele decir, se le había ido el santo al cielo, pues imploró sagaz que "un momento, la puerta no se ha movido". Más cómodo pero con el miedo bosquejado en un sinfín de intuiciones, musitó a su compañero -Explícame lo de las ondas gravitacionales, Herbert-Con una sonrisa, el engendro mostró la boca hecha trizas. El genial científico judío -Es ciencia judía.-Le advirtió el otro, que estaba temblando. -Habla más bajo. -No puedo. -Nos van a descubrir, amigo. -Yo no puedo hablar más bajo, mi voz no es cuántica. -Bisbiseo Herb...

¡No viajes a Crimea!

U n interludio oscuro pero enseguida entraban en la pequeña pantalla los primeros compases del Lago de los Cisnes de Tchaicovsky . La caja tonta no se había vuelto loca y los moscovitas recelaron de que algo iba a ocurrir, pues era la forma habitual en la que se producían los relevos en el partido comunista de la extinta URSS. Dancemos un instante con los pequeños cisnes. Entretanto, las ruedas de las orugas de los tanques resuenan sobre el pavimento de las calles, en las que se escuchan además el murmullo in crescendo de la barahúnda que se opone al golpe. Nada de oquedad en la respuesta, los rusos quieren cambios y los van a defender. Muchos discutían en plena intemperie ardorosamente sobre la ingenuidad del Premier soviético, Mijaíl Gorbachov .- Pero cómo se le ha ocurrido irse de vacaciones a Crimea, si lo sabe hasta un niño de teta.- Proclama un enteradillo, que azogado por el embrujo de las masas, aclara tras pegarse un lingotazo del santo licor de los rusos, el vodka ...

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie...

Lugones, una mirada de ficción para la ciencia

M irar l os rieles de su bigote, perfectamente alineados; sus ojos impertérritos al trasluz de los anteojos mientras posaba; hasta que la calma se aventaba cuando llegaban a la fementida política. - No le hables de política, querido, que lo que antes era tranquilidad, se convierte en una sesión tormentosa.- Le recomendó el redactor jefe de su revista, Caras y caretas . Toda una personalidad, que había prestado su figura a una causa ideológica. - Échese a un lado, Don Leopoldo y entorne más la barbilla. - ¿Pero sale la entrada de la casa? - Sí, no se preocupe.- Le dijo cansinamente. Leopoldo Lugones, un grande de la literatura argentina,  su ficción hecha de ciencia, se adelantó a su tiempo ¿Qué opinaría el escritor de él? Un joven judío casi imberbe y rubicundo. Su nombre israelita y un apellido polaco brillaron como si los llevase marcados en la frente: Isaac Lewandovski *. Isaac no lo sabía, pero la celebridad que estaba retratando no se había sumado a las loca...