Se zampó la pelota de papel donde venían las explicaciones, como si fuese un suizo ¿ No era suizo el científico ése? No, había trabajado en la Oficina de Patentes de Berna, pero era tan alemán como ellos, le advirtió el más parvo de los dos científicos. Al mayor, le había parecido que un halo de no sabía qué, había entornado la puerta, y le había desconcentrado ¿ Y si fuese un oficial de la SS con el traje impoluto de Hugo Boss? Como se suele decir, se le había ido el santo al cielo, pues imploró sagaz que "un momento, la puerta no se ha movido". Más cómodo pero con el miedo bosquejado en un sinfín de intuiciones, musitó a su compañero -Explícame lo de las ondas gravitacionales, Herbert-Con una sonrisa, el engendro mostró la boca hecha trizas.
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El genial científico judío |
-Es ciencia judía.-Le advirtió el otro, que estaba temblando.
-Habla más bajo.
-No puedo.
-Nos van a descubrir, amigo.
-Yo no puedo hablar más bajo, mi voz no es cuántica. -Bisbiseo Herbert al veterano.- ¿ Lo has entendido, Jürgen?
- No, pero bueno ¿Dime si las ondas gravitacionales existen?
- Es el genio de los genios.
- Calla, de verdad, que es judío y se me hiela la sangre de que sólo lo pienses.- Dejó en suspenso con una pausa lo que iba a decir, y nos quedamos todos con la incertidumbre.- Nosotros afortunadamente tenemos a Heisenberg, que está a su altura.
- Pero si Einstein también es alemán.- Protestó en voz casi inaudible Herbert.
- No del todo.- Repuso Jurgen, que se sobó su arrugada nariz, como si le resultase demasiada osada la impostura. Él no era nazi, ni lo quería ser. Si bien, la propaganda de Goebbels como cantilena sin freno, se les metía en la cabeza hasta asumir sus sandeces. - Además, tenemos a papá Heisenberg, que no es moco de pavo. El Principio de Incertidumbre de Heisenberg es una pasada ¿ O no, Herbert?
- Eso es verdad.
- Además, si quisiera construir la bomba atómica, que él perfectamente podría(1). - Se pavoneó Jurgen, agarrándose las solapas de su chaqueta.
Aquí acabamos esta estampa, con alguna licencia, que nos inspiró el gran Bertolt Brecht y su magnífica obra de teatro Terror y miseria en el Tercer Reich. Una pieza mítica por cuanto fue confeccionada al mismo tiempo que se producía el exilio del dramaturgo alemán, que huía por supuesto de las hordas nazis. Se añadían pequeños entremeses sin otra trabazón que la de referirse a la vida repleta de congojas de los ciudadanos de la Germania Nacionalsocialista. En cualquier caso, Brecht hace una semblanza descarnada de sus compatriotas. Desde el obrero confianzudo que cree que tiene trabajo y que eso es sin duda lo más importante. Hasta los científicos que se mueren de ganas por desvelar las conclusiones de Albert Einstein acerca de las ondas gravitatorias como se llamaban entonces, pero a los que el terror les atenaza. ¡Einstein es judío y las paredes oyen! Peor es volverse nazi sin darte cuenta, como le pasa al protagonista de nuestra entradilla. Por cierto, en su momento hicimos un artículo sobre la demostración de que las ondas gravitatorias de Einstein son una realidad .
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