Resulta inevitable retornar al lugar del crimen, dice un aforismo de novela negra, o caer en la mudez más absoluta cuando desaparece uno de los descubrimientos más sorprendentes, que hayamos hecho en la literatura más contemporánea. Porque a todos nos sorprendió el detective - digamos investigador privado- con el ánimo de no ofender a Bernie Gunther, un justo que nos mete en los vericuetos de una Alemania nazi, y que gracias a un humor socarrón, hace que brillen nuestras dentaduras cada pocas líneas. El primer escenario en el que discurre Bernie, un veterano de guerra que no hace gala de la lucha en Turquía, nos propone una Alemania, que quiere borrar cualquier mácula a los ojos extranjeros. Dos agentes de las SA retiran una cartelería ofensiva, de odaliscas arias, de gran voluptuosidad. No en vano, se van a celebrar los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, una oportunidad para sorprender a la comunidad internacional, y en la que la raza aria refrendaría su clara superioridad en la competencia deportiva. "Ágil como un galgo, resistente como el cuero y dura como el acero de Krupp" rezaba en uno de los discursos de Adolf Hitler a propósito del ideal ario. Sin embargo, todos se tendrían que rendir a la estela de un tal Jesse Owens, que dejó a pesar de los corsés nazis, grandes amigos. Un negro que humilló toda la farfolla racista del nuevo poder que se consolidaba en Alemania, repleto de patrañas.
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Hitler, el orate que gobernaba Alemania,
cuando comienza la saga de Gunther
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Es así que nos sorprende un Philip Kerr, que se acercó a la época del horror con intenciones de aprender, y que destiló la mejor literatura. Puesto que sumergirte en la prosa del escocés es hacerlo en un estilo que busca el venero de las palabras pero sin abrumar. Aparecerán metáforas poéticas, o que vienen a colación puesto que a pesar de las dificultades de un período marcado por las vicisitudes, el investigador privado quiere vivir lo mejor posible. Anhela la calidad perdida en cada uno de los objetos de la vida cotidiana. La tela de su terno no es más que un espejismo comparado con la ropa de antaño; enseguida, en un movimiento se te pueden rasgar hasta las entrañas. Maldice sin duda los sucedáneos, contra los que carga sin paliativos ( el lector más sagaz entreverá en esta realidad cómo los recursos se están destinando a la maquinaria bélica). No se queda tampoco para el que quiera conocer a fondo la sociedad germana de entonces en los meros detalles. Nos acerca las inveteradas costumbres de unos profesionales liberales que resaltan su condición de alemanes en letras góticas en sus tarjetas de presentación, y con las que no sólo buscan exaltar el ánimo patriótico, sino que algunos de ellos, huyen de cualquier asomo de señalamiento.
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El gran autor, que une literatura de gran nivel
y un humor que nos arranca una
sonrisa constantemente
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Esta primera entrega de la serie Berlín Noir nos iba a sorprender asimismo por la patina a Hammett o Chandler que observamos en alguna de las escenas. V.g. cuando acude a su primer cliente. El caso es de lo más desasosegante. Un doble crimen que investiga la Kripo, policía criminal, pero tras el que se esconde presuntamente el robo de unos objetos de demasiado valor ( unas joyas). El cliente quiere recuperarlas, y aun cuando la pesadumbre tiñe su mirada, el lector no deja de sospechar desde la primera aparición del padre de una de las víctimas. Un caso, en el que Bernie Gunther debe investigar en los márgenes de la ley, y que nos enamoró desde un primer momento. Desde entonces, esperábamos cada entrega de la saga de Gunther como el regalo de la temporada. Su periplo investigador recorre hasta la Guerra Fría, y Kerr es muy puntilloso en su desempeño del entorno histórico. Una literatura de primera clase, con la que además, los amantes de la historia, aprendemos.
Y es que el autor escocés, un bon vivant, falleció inesperadamente. No esperábamos un desenlace tan súbito, a pesar de que conocíamos el cáncer que le aquejaba. Qué descanse en paz. Su literatura vivirá siempre en nosotros, y su desaparición es la mejor excusa para descubrir a un escritor excelente, que abarca mucho más que su serie de Gunther. Nos lanzaremos con nuestras redes a pescar otras obras de Kerr, sin duda sus antecedentes como diría Gunther, lo merecen.
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Jesse Owens azotó en el corvejón de los prejuicios
de los racistas nazis.
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Con mucha sorna, decía el novelista que si se encontrase con su personaje, éste sin dudar un segundo, lo liquidaría. Tantas asechanzas, padecimientos, que si se topase al causante de sus desdichas, lo aniquilaría sin ningún resquemor. Esto decía mientras se bosquejaba una sonrisa delante del entrevistador. Con todo, nos tememos como reseñan en alguno de los muchos obituarios que han dedicado a Kerr, que Bernie ronde por las calles, desconsolado, derramando alguna lágrima, y sin rumbo, que es como se debe sentir cualquier protagonista que pierde a un creador que llenó de sentido su existencia. O quizá, como nos propuso el genial Pirandello, Bernie Gunther busque un autor, eso sí, que no le someta a tantas penalidades como su querido Philip Kerr.
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