¡Recabar el apoyo de los turcos! Esa era la misión secreta que había llevado a Winston Churchill a reunirse con las autoridades de aquel país, que no era cualquier país para el viejo león de la política británica, precisamente. Con sus pasos vacilantes, el bombín encasquetado a su cabeza voluminosa y unos vasos de güisqui matutinos hirviéndole en el torrente sanguíneo, se dirigió al encuentro reconfortado y creyendo haber espantado sus miedos respecto al pasado. La recepción tendría lugar en un vagón, con los fantasmas angostos de Gallipoli aguardándole en su cabeza. ¡Imposible no acordarse de semejante cagada! - ¿Qué desea tomar, el señor? - Le advirtió el metre del vagón que llevaba estampada una sonrisa en su rostro, y le sacó por un instante de su íntima zozobra. La experiencia de Churchill en la diplomacia, le prevenía en cualquier caso contra la cordialidad afectada turcoá...
Un viaje por la historia y la cultura