" Me gusta andar, pero no sigo el camino pues lo seguro ya no tiene misterio" Facundo Cabral
(1) El
volumen de En busca del tiempo perdido sorprende por la musicalidad de su prosa,
una verdadera recreación para los sentidos. Es difícil escribir con más armonía
que Marcel Proust.
En
los viajes indómitos por una Sudamérica de gran fronda, en pos de oportunidades
de desarrollo para la localidades que visitábamos, tuvimos un compañero
inesperado y de prestancia singular. Estaba la expedición imbuida por los aires de
aventura de este personaje literario y los largos desayunos, gracias a los que resistimos una verdadera dinámica infernal, con jornadas extenuantes en poblaciones circundadas por la jungla, siempre
nemorosa. Imaginándonos ser el Maqroll El Gaviero, no nos derrotaba
la destemplanza del hogar lejano ni la melancolía de la familia, y cogíamos nuestro
hatillo de la marca Gabol para retreparnos en camiones por los somontes amazónicos o volar al siguiente destino. En nuestra maleta pesaban los libros, única ventana para escapar de las vomitonas, los ojos afiebrados, cuando cada uno se confinaba en su tienda de campaña en la oscurecida de la noche. ¡ Qué hubiéramos dado por un libro electrónico! Entonces recordábamos a
Álvaro Mutis su creador, el colombiano que estuvo afincado en
Méjico por razones turbias de negocios, y que comenzó tarde en esto de la
literatura. Una figura curiosa porque traspone con su poesía latente hasta en
las entrevistas, todo un caudal narrativo que sorprende por su calidad. Don Álvaro Cuidaba
la forma, quizá por su admiración a Marcel Proust (1) y también
del fondo, pues sus tramas nos revelan vetas de su oficio, como representante
de grandes firmas, pues conoce esa atmósfera mundana. En algunas recensiones sobre la obra que capitaliza el
marinero, se afirma que el hecho de publicar siete novelas del marino Maqroll
no es caprichosa, sino un guiño al gran escritor francés.
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Esta recopilación nos sumerge
en todas las historias de Maqroll
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A
pesar de que hayamos leído más de una vez las novelas del Gaviero, la imagen de
este antihéroe sin edad, aparece difuminada y es difícil esbozarle unos rasgos
concretos. Lector empedernido, hasta en los instantes de mayor tribulación saca
su ejemplar de buena literatura de la vida de San Francisco de Asís u
otros libros de enorme enjundia, que mastica con gran voracidad. Son esas características presuntamente
irreconciliables, un lector infatigable con el rebelde más que recalcitrante,
las que humanizan al personaje y en nuestro caso tomarle un gran afecto ( en medio de la aventura, abríamos un avejentado libro, carcomido y jaramago por la humedad de la jungla como el personaje de Mutis). El
Gaviero es un sesentón al que todos parecen amar, o le juran una lealtad que
juzgaríamos como casi romántica, más en estos tiempos donde el honor se halla en
almoneda. En sus precarias aventuras, destacan dos amigos: Abdul Bashur e Illona Grabowska
(con ésta que emerge y desaparece de la trama como Guadiana novelesco). Los rumores
nos indican que Maqroll nació en las playas de Bélgica, pero ni siquiera se lo habría
atrevido a confesar a su propio padre literario, como advertía empapuzado en un
mar de risas Mutis. De naturaleza errante, nos recuerda aunque algunos creen
que se trata del alter ego de Mutis, por su facundia y erudición a un Facundo
Cabral que llevaba el hatillo con garbo y afilaba la lengua para soltar
cualquier endecha que siempre nos sorprendía por su desapego material. Por algo el cantautor argentino se consideraba un vagabundo first class ( ver video del que se consideraba de ninguna parte ) Por todas estas razones, recomendamos encarecidamente la recopilación,
Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. El Cervantes que se
otorgó a Don Álvaro fue gracias a personaje tan entrañable, al que obedecen sus más
importantes incursiones narrativas.
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Facundo Cabral, un espíritu libre como Facundo Cabral, que canta
http://www.flickr.com/photos/44991829@N07/4132702047/in/photostream,
commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15784109
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Porque
el escritor fue también una persona de gran originalidad. Álvaro Mutis buscó
cobijo en Barcelona bajo las alas protectoras de Mamá Balcells, la agente
literaria que se interpuso entre los autores y los editores con el fin de
evitar los abusos de los segundos. En muchas ocasiones los excesos de los editores condenaron a la
inactividad a los escritores, que preferían dejar de ejercer su oficio a
perpetuar un acuerdo abusivo. Por allí pululaba la corte de escritores
hispanoamericanos, comuna alegre de las letras que fundó el famoso boom hispanoaméricano, que como decía Julio Cortázar, fue más una invención de la prensa, que simplifica en extremo sus conclusiones, sobre todo cuando se acerca incómoda a fenómenos culturales . Sin embargo, Mutis se
consideraba de forma genuina un poeta, que aterrizó en la prosa forzado por el
aluvión de imágenes poéticas que fueron aglutinándose en sus retinas y en su
cabeza. Podríamos decir que el aventurero le había parasitado, de manera que
los primeros garabatos fueron cobrando una forma lejos de cualquier
premeditación. El mismo nos recalcaba que no había un plan preconcebido, sino
que le abordaban las historias que bullían en su cabeza, hasta que vomitaba en
un papel todo el hato de relatos. Su vida experimentó un vuelco increíble,
quizá copernicano, cuando fue acusado de apropiación indebida en la petrolera
Esso. Diario de Lecumberri surge de esa amarga experiencia, los quince meses
que purgó en prisión preventiva, a falta de saber si se cursaba su extradición a Colombia.
En Méjico iba a vivir una amistad sincera con Gabo y con algunos de los representantes de la Generación del Medio Siglo.
Por otra parte, al
contrario que la última corriente indigenista que parece más visible y reduce al absurdo la conquista, Álvaro Mutis siguió la tradición
de escritores americanos, que admiraba a la Corona española. El más grande de todos, quizá, Rubén Darío, quiso estrechar los lazos con la madre patria para escapar de la horma de Washington ( el día de la Hispanidad proviene de esa idea, resaltar lo hispano frente a los vientos culturales del norte). Mutis entendía que la
decadencia apareció cuando las masas pasaron a reinar en lugar de la
institución monárquica. Cuentan la anécdota.....que en una visita a la tumba de Hernán
Cortés, quiso ejercer de cicerone del Príncipe de Asturias. A pesar
de las advertencias de su séquito de seguridad, Don Felipe se sumió en la barahúnda y el dédalo de calles del Zócalo. En cuanto llegaron al lugar sagrado donde
reposaban los restos del conquistador español, un cura con aspecto de asceta y
muy despistado, les increpó que no era lugar para turistas, cansado de los más
osados, que mancillaban el recinto religioso. El escritor, lleno de bondad, le
reprendió amistosamente, indicándole que no se trataba de un turista
cualquiera, sino de SAR El Principe de Asturias. De Mutis, cabe
conservar su poesía que desarrolló bien en el corsé de las formas métricas o en
cubil menos restrictivo de la prosa, con sus ineluctables flashes con reverberos poéticos. En otro lugar desarrollaremos más la vida y milagros del autor colombiano. Anécdotas de su relación con Gabriel García Márquez, que es muy prolija en ellas.
Interesante artículo sobre las dos junglas: la geográfica y la de las palabras.
ResponderEliminarUna pequeña corrección, si me la permites: los príncipes llevan el título de alteza, lo de majestad es sólo para los reyes.
Será interesante que desarrolles más lo de García Márquez y Mutis, espero esas anécdotas.
Saludos.
Gracias,Bonifacio.Sí,son dos personajes antagónicos en sus ideas,pero que se profesaron un verdadero cariño,más allá de las mismas.Son anécdotas literarias de cómo se inspiraron mutuamente.Mutis fue el único que conservo su admiración por la monarquía.Mario Vargas Llosa y otros experimentaron una evolución ideológica desde el marxismo que albergaron en sus comienzos.Ni Gabo ni Mutis se movieron en este sentido.
ResponderEliminarRespecto a la Majestad,hice un Álvaro Mutis por el foro,dado que el relato del colombiano está trufado del tratamiento SAR Su Alteza Real y lo traspuse como majestad por un lapsus.En mi cabeza Felipe es Rey aunque en aquel tiempo fuese sólo el heredero.Acepto humildemente mi error:el lapsus y que no quise fusilar literalmente el acontecido del colombiano,me llevaron al error.Gracias por indicarmelo y lo he cambiado,Bonifacio.
Sí,entiendo el lapsus. A mí me pasa al revés, lo sigo viendo como príncipe, por inercia. Además, ahora con eso de reyes eméritos, papas eméritos... es todo más lioso.
EliminarSaludos.
Pues cuidado si te topas con Don Felipe,y le llamas Su Alteza Real.Y sí,es verdad que esas renuncias convierten en especiales los tiempos que viven instituciones tan importantes.
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