E n un hotel de Madrid, ardían las hojas de un proyecto de novela erótica, y por qué no de la vida. Más de mil páginas llenas de ambición. Cayeron como racimos de plataneros heridos por el peso de la madurez o las hojas caducas de un otoño, que se escenificaba más allá de la ventana donde se había hospedado Luois Aragón . - No puede quedar ni una viva. - Aguarda, zonzo, que esto se puede publicar.- Le dijo su partenaire femenina. - No es esa la razón, querida, ¡yo burgués! Lo que me faltaba.- Blandía el orgullo del autor que ve su producto profanado por la crítica de unos mentecatos que no captaban la hondura de la misma. Él, que había pastoreado como un histrión a sus discípulos surrealistas- a golpes de efecto junto al otro tótem, André Bretón - fue orillado como clase media por esas más de mil páginas. Y su vanidad aunque fuese cierto aquello, le llevó a tirar de soplete como se decía en la jerigonza literaria . - ¡Vamos, fuego redentor!- Azuzó las bestias de las llamas para qu...
Un viaje por la historia y la cultura