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La herencia maldita

El maestro moderno del thriller que renovó dicho género  hace muchos años, con unas intrigas que nos reconcomen y muchos giros inesperados en sus tramas, vuelve a conquistarnos con una de sus obras más tardías. La herencia maldita de Eric Ambler comienza con un dédalo de resoluciones jurídicas y de derecho internacional, que parecen indicar que el argumento se deslizará por los vericuetos legales de la posguerra, una época en la que iban a aflorar infinidad de organismos que convertirían la legislación internacional en un verdadero bosque en el cual perderse no era dificultoso. Sin embargo, con una simplicidad aplastante, Ambler nos va desentramando aquella melé en la que muchos organismos pugnaban por hacer prevalecer sus intereses en cualquier conflicto normativo. La Comisión de activos de los territorios ocupados, la Commonwealth de Pensylvania despliegan una nube de juristas, que se interponen para arañar una parte de una herencia, que desde luego no tiene un destinatario claro como sugiere el propio título de la obra.



De [1] The source web page include the following caption: Photo #: USA C-543 (Color), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=52377
De las Conferencias surgió un complejo mundo y
todo un bosque de organismos y normativa. 


El personaje de la misma, un tipo ambicioso que parece predestinado a sentarse en la silla de un consejo de dirección,  quiere hacer méritos en un bufete de muchísimo prestigio tras su paso por la escuela jurídica de Harvard o su compromiso militar. La intención de George Carey es darse esa pátina jurídica que le permita emprender  altos vuelos más tarde. Hasta que se topa con un caso, que tiene mucho más de político y de relación con los medios de comunicación ( éstos han fabulado respecto a una herencia maldita). Sus libros y clases magistrales de la universidad de poco le pueden valer en un caso con infinidad de aristas, en las que al principio tropieza debido a su inexperiencia. No en vano, las historias esperpénticas de los presuntos herederos que cuando huelen dinero, desarrollan una capacidad imaginativa más que fascinante, producen además el rebozo de los lectores de la prensa. El olfato de Ambler nos conduce a tientas por estos asuntos más prácticos de los bufetes, donde aquéllos han de andarse con mucha premura y pies de plomo (despertando de paso nuestro interés). Porque si no quieren morir enterrados en montañas papel, han de ser diligentes con todas aquellas reclamaciones que inundan sus oficinas. Con cuidado porque la prensa está al acecho, afilando la punta de sus lapiceros.


Una novela con una endiablada trama,
que nos atrapará desde la primera línea


¿Es por tanto La herencia maldita un thriller de tribunales? Ni mucho menos. La trama se escapa por otros derroteros en los primeros capítulos, ya que el bufete a fin de desprenderse de asunto tan enojoso y cerrarlo de una vez por todas, envía al parvo leguleyo a una Europa que lucha por salir de las penurias de la posguerra. Carey verificará algunos aspectos de una investigación anterior, que había llevado  a cabo un gabinete jurídico rival pero en la época en que el viejo continente  se debatía entre los totalitarismos nazis y comunista(1). Los europeos estaban abocados entonces a solventar sus diferencias una vez llegados a un callejón sin salida, y por ende, la investigación de Moreton, el abogado del bufete rival, tocará a su fin.  El provecto adversario está ansioso por conocer antes de morir, cuál sería el final de esta historia que le había intrigado desde sus inicios. Un escéptico Carey asiste arrobado al interés del viejo Moreton,  que está lejos de comprender. Así  viajará por una Europa que pretende reconstruirse así misma, pero que tiene muy abiertas las heridas del conflicto. Curiosamente el personaje irá evolucionando, las pesquisas y el aire aventurero que le lleva a recorrerse medio continente, le van a atrapar. Un lado romántico que descubrirá en él, ¿quizá su destino no se encuentre en una cómoda poltrona de CEO? 
Los dejos belísonos todavía resuenan en las mentes de personajes secundarios que acompañan a Carey, como la inefable intérprete que sacia sus miedos, con la ingesta de grandes cantidades de alcohol. El hieratismo de la señorita Kolin choca con el joven americano, hasta que la atractiva y misteriosa muchacha se torna en vehemente oradora al descubrirnos su drama personal. De todas formas, a Carey que vivió la guerra desde un bombardero, las diferencias personales que surgen alrededor del conflicto le resultan molestas. Ambler nos hace razonar mientras disfrutamos de su sofisticado divertimento, acerca de los males de la guerra moderna, que despersonalizan por medio de un botón el daño que se inflige en el enemigo. Es una de las constantes de su literatura, por un lado un cuidado de la prosa que dignifica el género del suspense y estas píldoras que nos acercan a una época, que no habría que borrar nunca como enseñanza impagable. De todas formas, para resolver el caso, el inexperto leguleyo, se verá obligado a desenredar una compleja trama que se desenvuelve por capas y más capas de una historia que comienza en el siglo XIX. Un Dragón que combate a los victoriosos ejércitos de Napoleón y que como deserta, tiene que ocultar su identidad. Carey pululará por los registros civiles y parroquias, en algunas ocasiones destruidos en un continente sumido en un eterno conflicto, con el objeto de buscar el hilo de sucesión que le permita llegar a  un heredero legítimo. Es una de las delicias de Ambler, que te mete en las callejuelas de la historia: la Alemania del siglo XIX, o la guerra civil de Grecia, todo sin que su narración pierda fuelle pese a los  saltos en el tiempo que se producen en ella, para desembocar en un final siempre en sus creaciones, insospechado. Otra de las constantes de su literatura, son sus personajes llenos de escepticismo, que luchan en la corriente de los acontecimientos, aunque nunca les prenda el maniqueísmo y el fervor que sólo alcanza a unos pocos orates en la historia. No existen los blancos o negros, y se deduce de sus narraciones, que los hombres son víctimas de unas consecuencias que en la mayor parte de los casos, no han provocado.  

De William Davis, historian - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=24413373
Markos Viafadis, el famoso guerrillero comunista
que cobró gran protagonismo en la Guerra Civil griega


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