¡Recabar
el apoyo de los turcos! Esa era la misión secreta que había llevado a Winston Churchill a reunirse con las autoridades de aquel país, que no era
cualquier país para el viejo león de la política británica, precisamente. Con sus pasos
vacilantes, el bombín encasquetado a su cabeza voluminosa y unos vasos de güisqui matutinos hirviéndole en el torrente
sanguíneo, se dirigió al encuentro reconfortado y creyendo
haber espantado sus miedos respecto al pasado. La recepción tendría lugar
en un vagón, con los fantasmas angostos de Gallipoli aguardándole
en su cabeza. ¡Imposible no acordarse de semejante cagada! - ¿Qué desea tomar, el señor? - Le advirtió el metre del vagón que llevaba estampada una sonrisa en su rostro, y le sacó por un instante de su íntima zozobra. La experiencia de Churchill en la diplomacia, le prevenía en cualquier caso contra la cordialidad afectada turcoárabe. Tampoco diría que un vaso de ginebra o por rizar el rizo, haber llevado a cabo la reunión en la cama, que era lo que realmente le apetecería. En su búnker de Londres durante la guerra atendió muchos oficios desde la cama. Pero siempre chispeante, hizo de nuevo honor a su ánimo juguetón- ¡Me encanta el pavo(1)! - Los presentes echaron a reír con rebozo. Habían escuchado que el lord gordinflón era muy ocurrente pero la broma les había cogido desprevenidos.
Aquel niño que soñaba con una guerra
para vindicar a su generación, se hartó
de resonancias bélicas.
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Aclaremos que en la anterior guerra, los turcos como fieles aliados del
Káiser se habían
enfrentado a los británicos. Se decía por aquel entonces que la
Sublime Puerta era el enfermo de Europa. No en vano, su desintegración había producido todo
un reguero de conflictos de nacionalismos rebosantes de heridas, que al final precipitaron la contienda a escala mundial, como sabemos. Parecía
que en los años 40 la historia se repetía, y resultaba difícil desprenderse de las antiguas
obsesiones, ya que Winston quiso
que el teatro de operaciones bélico no se ciñese al mapa europeo, por motivaciones diferentes. Como sabemos en
1914, las ofensivas en Occidente se habrían de estancar: cualquier mínimo avance se producía con una pérdida ingente de vidas humanas y por descontado de recursos. La obsesión de Winston por abrir otro frente llevó a una
fuerza expedicionarios al estrecho del Bósforo,donde tropezaron con una fiera
resistencia de los turcos, dirigidos por el que sería su futuro líder
Mustafá Kemal Ataturk ( tan puesto en entredicho en la Turquía de nuestros días).Fue el tropiezo más lacerante en la dilatada carrera de
Churchill. Un político que siempre se recuperó de sus reveses, aunque
llevase el fracaso de Gallipoli como una muesca de doloroso recuerdo. En los años 40 recurría a Turquía sin embargo para que les sacase la sombra de los aviones de Göering y los submarinos de la Kriegsmarine, dispersando el conflicto y obligando a Hitler a jugar las cartas bélicas en diferentes escenarios.
Mustafá Kemal Ataturk, fundador de la Turquía
moderna, cuya obra se desdibuja en nuestros días
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En
estas aguas se desenvuelve la trama de un siempre fabuloso Eric Ambler, maestro del
suspense, que concilia literatura con las telas de arañas que atrapan a sus lectores. Como vehículo de entretenimiento, va soltando al desgaire perlas educativas dirigidas a una audiencia más refinada que la actual ( en la obra que nos ocupa, Viaje al miedo, un intelectual desencantado que ha trabajado en yacimientos de Mesopotamia y q,ue nos propone con sus disertaciones el tamiz del esplendor de las viejas civilizaciones, para analizar las circunstancias de una Europa que en pleno siglo XX se desgarra en el infinito de sus conflictos, como tratamos en Apátridas de Trianón.). Por otra parte, ha inspirado a muchos de los autores actuales, que beben de este
ingenioso autor y maravilló a realizadores de cine como Raoul Walsh, que llevaba sus novelas como verdaderos devocionarios. En Viaje al miedo, Eric va arrinconando con el desarrollo tanto a
lectores como a sus personajes en la ratonera que supone un barco. Graham es un
ingeniero de vida maravillosa, al que la guerra a pesar de trabajar en el
sector armamentístico, no le va a provocar muchos dolores de cabeza. Es más, se
frota las manos,porque el balance de la compañía lucirá estupendo.Incluso vive con una esposa hermosa en la campiña
inglesa, donde los ecos de los bombardeos suenan lejanos. Toda una vida bucólica.
El maestro del suspense nos envuelve
en su tela de araña narrativa.
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Hasta
que se convierte en la pieza del inmenso tablero de la guerra que todos
ambicionan. Un contrato de su empresa con el gobierno turco para armar
con una artillería más potente los navíos de guerra, hace que los nazis y su
tupida red de espionaje, le quiera quitar de en medio. Ambler con su habitual
maestría nos somete a un juego de espejos, donde las apariencias son realmente
lo que son y en otras ocasiones, vienen acompañadas de giros inesperados. Por algo es
un clásico y la referencia obligada del suspense. Busconas, intelectuales, matarifes y asesinos avezados componen esta galería de sospechosos, que despiertan nuestras almas pesquisidoras aunque al final no demos con el acertijo propuesto con Ambler. Quizá en estos casos lo más importante sea el camino que ha emprendido el lector al corazón del entretenimiento. En este sentido, Viaje al miedo no decepcionará.
(1) Aclaremos que en inglés turkey es pavo y con mayúscula Turquía. - I love turkey! .Por otra parte, observemos la cruel paradoja que vivió el político británico. En su mocedad, más que rozagante, había invocado los honores de una guerra que por aquella época tenía algo de caballerosa-lo dudamos de cualquier forma.El destino colmaria con creces sus anhelos,con una guerra de hechura industrial y sin concesiones.Cuidado con lo que deseamos.
(1) Aclaremos que en inglés turkey es pavo y con mayúscula Turquía. - I love turkey! .Por otra parte, observemos la cruel paradoja que vivió el político británico. En su mocedad, más que rozagante, había invocado los honores de una guerra que por aquella época tenía algo de caballerosa-lo dudamos de cualquier forma.El destino colmaria con creces sus anhelos,con una guerra de hechura industrial y sin concesiones.Cuidado con lo que deseamos.
Buen artículo. No leí la novela de Ambler, pero me has hecho interesarme en ella.
ResponderEliminarEn cuanto a Churchill, es una novela en sí mismo. El desastre de Gallipoli sirvió de ejemplo para no repetir errores luego (lo tuvieron muy en cuenta en el desembarco de Normandía, por ejemplo).
Por cierto, en otra época y otras latitudes, me recuerda mucho al otro fiasco inglés en Cartagena de Indias, cuando Blas de Lezo hizo volver a los ingleses (o lo que quedó de ellos) por donde habían venido y con el rabo entre las piernas. Claro que ese fracaso lo borraron los ingleses de sus libros. Con Gallipoli no pudieron, y efectivamente su sombra persiguió a Churchill siempre.
Gracias,Bonifacio.Efectivamente,Winston Churchill tuvo una vida muy agitada,y tanto invocar una guerra,que ayyy,de las plegarias atendidas,que la providencia le castigó con unas contiendas mecanizadas e infernales.A pesar de ser denostado, que alguno sugiera que poca literatura destila todo aquello que se dicta,en referencia a sus discursos o menorias que le valieron el Nobel,a mi me parece que fue un hombre literario hasta en cómo salvaba sus peripecias vitales.
EliminarQué decir de Blas de Lezo,que fue uno de los héroes de mi infancia,instigado por las aventuras que me contaba mi padre,que siempre nos habló de la hispanidad como un don y que por supuesto resulta incomprensible sin nuestra historia en América. Tal fue el fervor que me había instilado mi progenitor,que perpetre una novela por capitulos en una revista de historia con la que colaboraba.Lo negaré delante de un juez,porque el estilo todavía más gomgorino si cabe,me enciende los arrebolescada vez qué leo alguna de esas metáforas enardecidas y llenas de ardor bélico.Perdón por la autocita.Quizá aproveche retazos para traer a colación a un vasco español.Si volviese a su Pasajes natal,madre mía.