Casi en la noche de los
tiempos La vuelta al mundo en ochenta días, nos metió los demonios de
las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna,
mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre
hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que
estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos. Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis
anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has
preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne.
-
Tenía una imaginación
proverbial.
-
Podría ser.- me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso
porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría
ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado, Muna?
-
También viajó al centro de
la tierra y nadie lo ha logrado.
-
Y quién te dice a ti, Muna, que no lo hagamos en el futuro
-
¿Entonces? ¿ Cómo lo explicas tú?
-
Muy fácil, Verne perteneció a una
sociedad hermética llamada la Sociedad de la Niebla, en la que ingresó gracias a Alejandro Dumas, el escritor, que ejerció de mentor.
Verne es considerado el padre de la ciencia ficción. |
- No acabo de comprender, querido Manuel. - Entonces Ontiveros me habló en la nebulosa de recuerdos de la influencia del Sueño de Polifilo, un libro esotérico que por un verso acróstico se atribuye a un tal Colonna, pero cuyo poso se deja sentir en los gobernantes europeos de nuestra época. La comprensión de este incunable centró mucho de los esfuerzos de la Sociedad de la Niebla, que de acuerdo a las teorías de mi colega, disfrutaba de una puerta del tiempo. Polifilo abrió los ojos al futturo a los miembros de la ilustre sociedad.
- ¿Cómo calculó con tanta precisión si no dónde caería el cohete que llegó a la luna? - Me preguntó azorado, por mi renuencia a creerme historias de brujas y esoterismo.
- ¿Cómo calculó con tanta precisión si no dónde caería el cohete que llegó a la luna? - Me preguntó azorado, por mi renuencia a creerme historias de brujas y esoterismo.
Sin embargo, esta amalgama de detalles desconocidos de uno de mis ídolos de adolescencia, había excitado mi curiosidad de tal forma que me vi impelido a revisar la vida y obra de Julio Verne, jalonada de leyendas. La primera la que referían sus familiares, que cuando el futuro escritor contaba con once años, se enroló en un barco como grumete. Pero antes de que partiese, Pierre, el severo padre, le rescató de un periplo que le llevaría por medio mundo en busca de un collar de corales, que regalar a una prima de la que se había enamorado. -Este niño lee demasiado, se cree un Robinson Crusoe, su libro preferido. - Protestó airado el progenitor. El niño retornó no obstante a su Nantes marino, para prometer a la familia que nunca partiría sin su consentimiento y que se dedicaría a las leyes como le correspondía al primogénito. El bufete de abogados del padre le esperaba.
Maravilloso fotograma de la adaptación al
cine De la tierra a la luna.
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Años más tarde nuestro protagonista hace las maletas para poner rumbo a la Escuela de leyes París. Un estudiante provinciano que queda deslumbrado por las luces de la gran urbe. La animación de las calles, vaga por los callejones más recónditos hasta que se planta con su equipaje en el Barrio Latino. Atrapado por su bohemia, el frenesí de la vida y una actividad cultural que no tiene parangón en el mundo, cuanto más comparada con su silente Nantes, el muchacho decide dedicarse a su verdadera pasión, la literatura. Cree que podrá triunfar como dramaturgo; mientras trabaja en el teatro como acomodador, taquillero, no deja de soñar. Es tan parvo el sueldo, que el escritor recordará que solamente disponía de una chaqueta, con la que paseaba al trabajo o se perdía los domingos por los Jardines de Luxemburgo. Son los dias mas felices de su existencia, y en cualquier caso, como sabemos, se decantará por la narrativa. Un encuentro casual con su editor, que le quitará muchos pájaros de la cabeza - el escritor tendía a espesar los argumentos, o hacer párrafos y personajes más alambicados- Pierre Jules Hetzel, va a fundar una de los dúos más fructíferos de la literatura. Surgirá entre ellos una especial conexión, puesto que - aquí cae uno de los tópicos que rodean a la figura del padre de la ciencia ficción- su misión es la de fomentar la ciencia y sus valores en el entorno educativo, no imaginar mundos futuros o crear el género de la ciencia ficción. El escritor añade que el viaje será por los mundos conocidos de la ciencia, y los desconocidos. Crean una colección, cuyos títulos brillan en nuestras casas, con lomos que se han convertido en familiares. La colección Hetzel .
Aunque como decíamos, Verne se nutre de los avances de la ciencia de su época, no los adivina. Ese conocimiento estaba ahí. Es el mismo autor, consagrado por esas fechas, cuando le preguntan por H.G. Wells, un fenómeno naciente en la ciencia ficción, que recalca las diferencias. El británico se guía por mundos y conocimientos que no existen, fundamentalmente. En el caso del francés no es así.
Al morir Hetzel es cuando a Verne le empieza a invadir un pesimismo vital, que se aposentará en casi todas sus obras. Se encuentra huérfano de las correcciones de su amigo, que le ayudaba a encontrarse a él mismo, en ese universo de letras recreado. Un episodio más, acelerará esa bajada a los avernos del padre de la ciencia ficción. Un febril sobrino, Gaston, que se acercó a él con funestas intenciones, le pega dos tiros, uno de ellos le atravesará la rodilla y le producirá una cojera crónica. Encogido, sin ideas, sus extremidades se le atrofian, cuando decide quemar una serie de papeles. Aquéllos que gustan del enigma, dicen que eso era lo que buscaba el sobrino en realidad, que para añadir más intriga, sospechan que los legajos pasto de las llamas, guardaban relación con la Sociedad de la Niebla . Otros, que esta fase agorera nos haría perder obras irrepetibles del maestro. El fuego engulló cualquier posibilidad, si bien, nos quedan novelas que nos han entretenido a generaciones y generaciones. Un autor, al que le envuelven las brumas del misterio. Manuel, mi amigo como una letanía, me recuerda que Fogg, el personaje de La vuelta al mundo en ochenta días, es una alusión velada a la Sociedad de la Niebla(Fog es niebla en ingles). - Que te recuerdo querido Muna, buscaba la eternidad ¿ Qué quiso poner en el epitafio, Verne? " Hacia la inmortalidad y la eterna juventud" Verne es sin duda un Nostradamus más moderno, pero contaba en su sociedad con una puerta del tiempo. Así adivinó veinte años antes de su nacimiento, que habría un Hitler(1) o que en nuestro tiempo utilizaremos internet.Aunque como decíamos, Verne se nutre de los avances de la ciencia de su época, no los adivina. Ese conocimiento estaba ahí. Es el mismo autor, consagrado por esas fechas, cuando le preguntan por H.G. Wells, un fenómeno naciente en la ciencia ficción, que recalca las diferencias. El británico se guía por mundos y conocimientos que no existen, fundamentalmente. En el caso del francés no es así.
- Muy bien, Manuel. Nostradamus habló de un tal Hister en varias cuartetas- Le digo para que se consuele. Lo curioso es que dicho epitafio que jamás se puso a pesar del encargo del escriba, como dice Iker Jiménez, refleja perfectamente la trayectoria de Verne. No en vano, sus libros lograron la inmortalidad, y son un bálsamo para los jóvenes, o para los que en cualquier caso, añoramos aquella etapa feliz de nuestra vida.
(1) En Los quinientos millones de la Begum aparece un personaje alemán militarista que resulta un calco de un Hitler que todavía no había nacido
Me gustó.
ResponderEliminarMuchas gracias. La verdad es que su vida fue muy literaria. El episodio con su sobrino Gastón, se presta a dejar volar la imaginación.
EliminarInteresantísimo todo lo escrito, un buen aporte sobre un tema del que poco se habla, las sociedades secretas, que gracias a internet ya no lo son tanto.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana, por tu lectura. Es curiosa la formación de estas sociedades secretas, por mentes tan eminentes. A veces, me sorprenden la simpleza de sus presupuestos y que sean semejante reclamo para grandes hombres. El sueño de Polifilo fue una referencia que excito la imaginación de generaciones que pergeñaron quimeras, como la de viajar en el tiempo.
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ResponderEliminarHe de reconocer que el tema de la guerra civil americana es para mi harto compleja. Había, por otra parte, escuchado algo sobre el libro más leído de este autor que murió tan joven, "El rojo emblema del valor".
ResponderEliminarNo quiero hacer asimetrías, pero el tema, el buscar una herida a posteriori para contrarrestar la cobardía primigenia, es un recurrente hasta nuestro día, claro que revoluciones con funcionarios del estado no son igual a guerra de trincheras.
Aristóteles decía que no era de persona noble el buscar la utilidad de las cosas, ya ves, pero él aprovechó todo lo circunstancial, incluso aquellos cuatro días perdidos en el mar, para detallar la penuria de unos hombres alejados de sus familias y cercados por la guerra.
Y gracias a esta entrada, buscaré en los anaqueles de la biblioteca sus obras principales, porque nunca está de más leer un autor que fue partícipe de una locura colectiva como los son las guerras.
Un abrazo