Ir al contenido principal

Viaje al miedo en la Sublime Puerta.


¡Recabar el apoyo de los turcos! Esa era la misión secreta que había llevado a Winston Churchill a reunirse con las autoridades  de aquel país, que no era cualquier país para el viejo león de la política británica, precisamente. Con sus pasos vacilantes, el bombín encasquetado a su cabeza voluminosa y unos vasos de güisqui matutinos hirviéndole en el torrente sanguíneo, se dirigió al encuentro reconfortado y creyendo haber espantado sus miedos respecto al pasado. La recepción tendría lugar en un vagón, con los fantasmas  angostos de Gallipoli aguardándole en su cabeza. ¡Imposible no acordarse de semejante cagada! - ¿Qué desea tomar, el señor? - Le advirtió el metre del vagón que llevaba estampada una sonrisa en su rostro, y le sacó por un instante de su íntima zozobra. La  experiencia de Churchill en la diplomacia, le prevenía en cualquier caso contra la cordialidad afectada  turcoárabe. Tampoco diría que un vaso de ginebra o por rizar el rizo, haber llevado a cabo la reunión en la cama, que era lo que realmente le apetecería. En su búnker de Londres durante la guerra atendió muchos oficios desde la cama. Pero siempre chispeante, hizo de nuevo honor a su ánimo juguetón- ¡Me encanta el pavo(1)! - Los presentes echaron a reír con rebozo. Habían escuchado que el lord gordinflón era muy ocurrente pero la broma les había cogido desprevenidos.


De British Government  ZZZ 7555D collections Imperial War Museums wikimedia.org/w/index.php?curid=3884697 
Aquel niño que soñaba con una guerra
para vindicar a su generación, se hartó
de resonancias bélicas.


Aclaremos que en la anterior guerra, los turcos como fieles aliados del Káiser se habían enfrentado a los británicos. Se decía por aquel entonces que la Sublime Puerta era el enfermo de Europa. No en vano, su desintegración había producido todo un reguero de conflictos de nacionalismos rebosantes de heridas, que al final precipitaron la contienda a escala mundial, como sabemos. Parecía que en los años 40 la historia se repetía, y resultaba difícil desprenderse de las antiguas obsesiones, ya que Winston quiso que el teatro de operaciones bélico no se ciñese al mapa europeo, por motivaciones diferentes. Como sabemos en 1914, las ofensivas en Occidente se habrían de estancar: cualquier mínimo avance se producía con una pérdida ingente de vidas humanas y por descontado de recursos. La obsesión de Winston por abrir otro frente llevó a una fuerza expedicionarios al estrecho del Bósforo,donde tropezaron con una fiera resistencia de los turcos, dirigidos por el que sería su futuro líder Mustafá Kemal Ataturk ( tan puesto en entredicho en la Turquía de nuestros días).Fue el tropiezo más lacerante en la dilatada carrera de Churchill. Un político que siempre se recuperó de sus reveses, aunque llevase el fracaso de Gallipoli como una muesca de doloroso recuerdo. En los años 40 recurría a Turquía sin embargo para que les sacase la sombra de los aviones de Göering y los submarinos de la Kriegsmarine, dispersando el conflicto y obligando a Hitler a jugar las cartas bélicas en diferentes escenarios.


De Desconocido - http://media-2.web.britannica.com/eb-media/99/58599-050-B6B03BCE.jpg, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10727211
Mustafá Kemal Ataturk, fundador de la Turquía
moderna, cuya obra se desdibuja en nuestros días


En estas aguas se desenvuelve la trama de un siempre fabuloso Eric Ambler, maestro del suspense, que concilia literatura con las telas de arañas que atrapan a sus lectores. Como vehículo de entretenimiento, va soltando al desgaire perlas educativas dirigidas a una audiencia más refinada que la actual ( en la obra que nos ocupa, Viaje al miedo, un intelectual desencantado que ha trabajado en yacimientos de Mesopotamia y q,ue nos propone con sus disertaciones el tamiz del esplendor de las viejas civilizaciones, para analizar las circunstancias de  una Europa que en pleno siglo XX se desgarra en el infinito de sus conflictos, como tratamos en Apátridas de Trianón.).  Por otra parte, ha inspirado a muchos de los autores actuales, que beben de este ingenioso autor y maravilló a realizadores de cine como Raoul Walsh, que llevaba sus novelas como verdaderos devocionarios. En Viaje al miedo, Eric va arrinconando con el desarrollo tanto a lectores como a sus personajes en la ratonera que supone un barco. Graham es un ingeniero de vida maravillosa, al que la guerra a pesar de trabajar en el sector armamentístico, no le va a provocar muchos dolores de cabeza. Es más, se frota las manos,porque el balance de la compañía lucirá estupendo.Incluso vive con una esposa hermosa  en la campiña inglesa, donde los ecos de los bombardeos suenan lejanos. Toda una vida bucólica.


El maestro del suspense nos envuelve
en su tela de araña narrativa.



Hasta que se convierte en la pieza del inmenso tablero de la guerra que todos ambicionan. Un contrato de su empresa con el gobierno turco para armar con una artillería más potente los navíos  de guerra, hace que los nazis y su tupida red de espionaje, le quiera quitar de en medio. Ambler con su habitual maestría nos somete a un juego de espejos, donde las apariencias son realmente lo que son y en otras ocasiones, vienen acompañadas de giros inesperados. Por algo es un clásico y la referencia obligada del suspense. Busconas, intelectuales, matarifes y asesinos avezados componen esta galería de sospechosos, que despiertan nuestras almas pesquisidoras aunque al final no demos con el acertijo propuesto con Ambler. Quizá en estos casos lo más importante sea el camino que ha emprendido el lector al corazón del entretenimiento. En este sentido, Viaje al miedo no decepcionará.

(1) Aclaremos que en inglés turkey es pavo y con mayúscula Turquía. - I love turkey! .Por otra parte, observemos la cruel paradoja que vivió el político británico. En su mocedad, más que rozagante, había invocado los honores de una guerra que por aquella época tenía algo de caballerosa-lo dudamos de cualquier forma.El destino colmaria con creces sus anhelos,con una guerra de hechura industrial y sin concesiones.Cuidado con lo que deseamos.

Comentarios

  1. Buen artículo. No leí la novela de Ambler, pero me has hecho interesarme en ella.

    En cuanto a Churchill, es una novela en sí mismo. El desastre de Gallipoli sirvió de ejemplo para no repetir errores luego (lo tuvieron muy en cuenta en el desembarco de Normandía, por ejemplo).

    Por cierto, en otra época y otras latitudes, me recuerda mucho al otro fiasco inglés en Cartagena de Indias, cuando Blas de Lezo hizo volver a los ingleses (o lo que quedó de ellos) por donde habían venido y con el rabo entre las piernas. Claro que ese fracaso lo borraron los ingleses de sus libros. Con Gallipoli no pudieron, y efectivamente su sombra persiguió a Churchill siempre.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias,Bonifacio.Efectivamente,Winston Churchill tuvo una vida muy agitada,y tanto invocar una guerra,que ayyy,de las plegarias atendidas,que la providencia le castigó con unas contiendas mecanizadas e infernales.A pesar de ser denostado, que alguno sugiera que poca literatura destila todo aquello que se dicta,en referencia a sus discursos o menorias que le valieron el Nobel,a mi me parece que fue un hombre literario hasta en cómo salvaba sus peripecias vitales.

      Qué decir de Blas de Lezo,que fue uno de los héroes de mi infancia,instigado por las aventuras que me contaba mi padre,que siempre nos habló de la hispanidad como un don y que por supuesto resulta incomprensible sin nuestra historia en América. Tal fue el fervor que me había instilado mi progenitor,que perpetre una novela por capitulos en una revista de historia con la que colaboraba.Lo negaré delante de un juez,porque el estilo todavía más gomgorino si cabe,me enciende los arrebolescada vez qué leo alguna de esas metáforas enardecidas y llenas de ardor bélico.Perdón por la autocita.Quizá aproveche retazos para traer a colación a un vasco español.Si volviese a su Pasajes natal,madre mía.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que