La noche se cierne sobre las callejuelas de Praga, vestida con sayo lunar y repleta de misterios indecibles. Pueblan las tabernas los seres más extraños, noctívagos de vocación, que murmuran que la criatura había existido, mientras tomamos unas cervezas calientes, porque el invierno checo se ha presentado con toda crudeza. Los zancos resbalan y no es difícil que se trencen las piernas mientras se camina por las aceras nevadas de Staré Město , para al cabo de unos segundos desmoronarte en el duro empedrado. Lo peor es que el viejo judío de los dientes mochados que tenemos delante, se reafirma en que ha visto su sombra, paseando más allá de la medianoche. Nadie le había invitado a sentarse con nosotros, pero como buen gorrón, nos escamotea unas Pilsner Urquell a cambio de alguna de sus historias. Cuentan de él que fue escritor, aunque perdió todo punto de mesura cuando se dio de bruces con la bestia. Desde entonces, deambula como una...
Un viaje por la historia y la cultura