Boquiabierto, y luego con una sonrisa socarrona, se
dirigió un asistente a Don Francisco, tras la conclusión de la conferencia.
Ojos todavía alucinados, pues lo que había contado el escritor granadino en su
disertación, se correspondía exactamente con la realidad de su país. - Usted
refleja exactamente la realidad de mi país. Conoce muy a fondo los entresijos
de nuestra política.- Aludía a la ficción de Muertes de perro que es
atemporal y revela fogonazos visionarios para el lector, incluso el
contemporáneo (1). El admirador compungido de Francisco Ayala –parecía un
Cristo lánguido de un retablo barroco - hablaba de su país, Nicaragua, y
decimos compungido porque nuestro escritor granadino le repuso que jamás había
estado allí. Tratando de salir de su íngrima zozobra, insistió que había
personajes de la vida política nicaragüense perfectamente retratados en la
novela. Sin embargo, como afirmaba el intelectual español, no se había
inspirado al menos de forma consciente, en ninguno de los regímenes que salpicaban
el continente americano (curiosamente en algunos prontuarios de la obra se cita
la dictadura de Perón, que no llegó a dar ningún golpe de estado,
aun cuando su régimen tuvo ribetes formales de dictadura) o en la que había
provocado su salida al exilio en España, la del Dictador Franco (2).
Los dictadores en el punto de mira, de un escritor
genial y elocuente, que invita al lector a discurrir
por varios caminos al unísono.
Gentileza de Wikipedia
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Ayala
es sin duda un novelista de gran hondura intelectual, que a guisa de ironía,
revierte las relaciones intertextuales que afloran en su obra, fruto, más bien
consecuencia de una gran erudición ( es un escritor hecho a partir de sus
múltiples, casi infinitas lecturas) . Aunque más que de una influencia directa
de otras piezas literarias como afirma en su estudio Germán Guillén:
“ por tantas reminiscencias literarias como en ella se traslucen y por otras
resonancias del mismo tipo perceptibles en lenguaje y estilo, le sitúan en una
tradición novelesca que tiene en Valle-Inclán su exponente más caracterizado.”
(ver fabulosa recension de la obra de Germán Guillén)
La raigambre más directa que observamos de otros autores en Muertes de perros,
y el parangón casi obligado, es efectivamente con Ramón Valle- Inclán, que
abordó por primera vez la degradación de los regímenes dictatoriales, en Tirano
Banderas con su habitual estilo fastuoso y prosa magistral que el
gallego entrevera, para alumbrar un género, el de los sátrapas, que han
cultivado posteriormente entre otros, Miguel Ángel Asturias o el
caso de Ayala. Con todo, es una viruela ideológica que
no ha abandonado al continente americano, que coquetea como en una
especie de péndulo malévolo, ora con regímenes autoritarios de
derechas, ora de izquierdas, con o sin el formalismo de las urnas.
Sigue por otra parte Germán Guillén, que “quizá
pudiera aducirse alguna relación con la manera de novelar de Pío Baroja,
pero la verdad es que, por encima de filiaciones y parentescos, la novela de
Ayala revela una personalidad original, una personalidad única, a propósito de
la cual es más justo hablar de utilización y comunicación con otros textos que
de influencias de éstos sobre los suyos”. Resuenan como ecos, aportaciones
de Balzac, Galdós derivados más bien de su pasión
lectora. Muertes de perro es una novela en cuya elaboración original entran
elementos muy varios, materias primas muy diversas. Son por otra parte muchas
las conexiones con el Quijote, episodios en las que Ayala intercambia
personajes y sin interferir sino enriquecer la trama, nos hace un guiño a los
lectores para que descubramos lo que muchas veces se esconde tras sus relatos,
convertidos en verdaderas muñecas rusas en la que los diversos textos a los que hace
referencia o muñecas, se comunican entre sí y con el relato pergeñado por él.
Fabulosa novela atemporal, en la que existen
por tantos elementos identificables por el lector,
de la historia de su propio país.
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Sorprendente es el mismo comienzo de
Muertes de perro. El narrador de la historia, un discapacitado que observa el devenir raudo de los acontecimientos que se suceden tras la muerte del Dictador
Bocanegra, y que apela al lector más como espectador de unas
imágenes de dolor y desesperación que siempre se nos vuelven lontanas. “ Estamos demasiados
acostumbrados hoy día a ver en el cine revoluciones, guerras, asaltos y
asonadas, todas esas espectaculares violencias, en fin, donde la bestia humana
ruge ” Quién se resiste a un inicio, en el que todo se desenvuelve
aparentemente con una rapidez embriagante, en un deliberado juego de espejos. Aparentemente porque el
narrador vuelve a atemperar los ánimos de un lector sobrecogido, cuando asevera que muy al contrario de esos falsos clichés, el ritmo de los hechos en
esta tesitura reseñada en la que un país camina por el filo, es lentísima, llena de esperas e incertidumbres. El resto de páginas discurren
con el tono de la historiografía debido a los retazos de documentos oficiales,
testimonios y diarios de los protagonistas de la historia de aquel país
imaginado. Visos de una verosimilitud, que quizá indujesen al asistente a la
conferencia que señalábamos en el primer párrafo, a creer que la obra tenía
demasiadas pinceladas de realidad.
Y del gran Ayala, aparte de una personalidad
multidisciplinar, licenciado en derecho, sociólogo, renacentista en suma, consignemos que provenía de una familia
granadina numerosa y de rancio abolengo, venida a menos. No obstante, Don
Francisco quiso que se le recordase más como literato, porque la sociología
evolucionaba al compás de las sociedades, mientras que la literatura, según su
concepción, tocaba elementos intangibles y atemporales del ser humano. Vivió en cualquier caso una infancia austera, hasta
que aprobó la oposición de letrado de las cortes durante la II República, y lo
que parecía que iba a ser una vida plácida, transcurrió por culpa de las
convulsiones del país en el exilio y con una dedicación plena a la literatura,
que sirvió con devoción. En su obra que fue desarrollada fundamentalmente
en el exilio(3), lejos de pasar factura por sus circunstancias personales, intenta
tomar la suficiente distancia como corresponde en su opinión a la
intelectualidad, que debe trascender de su tiempo (nos evoca en ciertos pasajes
a las reflexiones de Octavio Paz). Sus relatos y otros ejercicios
de una amplia panoplia narrativa adolecen de ningún resentimiento contra los
vencedores de la Guerra Civil. Tañen las emociones de los protagonistas de
aquellas historias, sentimientos de odio, añoranza, congoja que sería
fácilmente identificables en otros conflictos. Es en lo imperecedero donde
escudriña para fijar su atención el gran Francisco Ayala(4), que hoy fue objeto
de nuestros desvelos.
(1) Las loas de “¡Viva el PP!” que
serpentean por varios párrafos de la narración de Ayala, nos hacen esbozar una
sonrisa. En la novela hacen referencia a Bocanegra, el sumo dictador, que antes
protagonizó las protestas y la demagogia, precursora del asalto al poder.¡ Viva
el Padre de los Pelados! juventud a la que se acercan los
arribistas y que con su vehemencia llevan en volandas a Bocanegra a tomar las
riendas de este país, lengua de tierra en ninguna parte y en todas a la vez.
(2) Recordemos la fecha de publicación de la obra, 1958, a fin de situarla en su contexto.
(3) Ayala conoció en dicho exilio a personajes de la talla de Gabriela Mistral, a la que profesó verdadera amistad pese a sus evidentes rarezas. Con Neruda su relación fue más tibia, por el ardor que manifestaba el chileno por la causa estalinista.
(4) Una teoría sociología original que quizá mamase de un Ortega y Gasset, del que fue epígono en su dilatada trayectoria. Según el también inveterado sociólogo Ayala, corren paralelos dos tiempos en las sociedades modernas, que provocan en el hombre contemporáneo, mucho desasosiego. Uno es el tiempo de las innovaciones - no sólo tecnológicas también ideológicas o de otra índole- que trepida raudo en su propio reloj y otro, el tiempo más humano y de las sociedades que requiere procesos de adaptación demasiado desabridos que nunca llega a ponerse a la altura de los cambios. Por eso, resuenan los goznes de dicha inadaptación en las revoluciones, o al hombre moderno le cuesta mucho reconocerse en tiempos tan cambiantes. El análisis de Ayala serviría para acercarnos a los efectos de la tan traída Cuarta revolución industrial.
La gran poeta y Nobel chilena, conforman
el extraño universo del exilio que conmovió a
Don Francisco Ayala.
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(4) Una teoría sociología original que quizá mamase de un Ortega y Gasset, del que fue epígono en su dilatada trayectoria. Según el también inveterado sociólogo Ayala, corren paralelos dos tiempos en las sociedades modernas, que provocan en el hombre contemporáneo, mucho desasosiego. Uno es el tiempo de las innovaciones - no sólo tecnológicas también ideológicas o de otra índole- que trepida raudo en su propio reloj y otro, el tiempo más humano y de las sociedades que requiere procesos de adaptación demasiado desabridos que nunca llega a ponerse a la altura de los cambios. Por eso, resuenan los goznes de dicha inadaptación en las revoluciones, o al hombre moderno le cuesta mucho reconocerse en tiempos tan cambiantes. El análisis de Ayala serviría para acercarnos a los efectos de la tan traída Cuarta revolución industrial.
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