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Algunos hombres excelentes

En las páginas más nefandas de la historia, también brillan héroes excepcionales, que supieron oponerse a las corrientes mayoritarias convertidas en perfecto fermento de la maldad. Pese a sus congojas, estos personajes ungidos de una valentía misteriosa, nunca se debatieron en momentos claves entre la elección personal y la dignidad.  Se nos ocurre citar a Manuel Chaves Nogales o  Sousa Mendes (1), pero nos quedaríamos cortos para una época de grandes tribulaciones(1)


De Bundesarchiv, Bild 101I-751-0067-34 / Kropf / CC-BY-SA, CC BY-SA 3.0 de, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5413625
El París ocupado, 1940.

A aquel mismo París del año 1940, declarada ciudad abierta con la memoria de los bombardeos que devastaron Varsovia, arribó Gerhard Heller, uno de nuestros héroes preferidos. Muchos grises y matices oscuros orlaban su personalidad, que tampoco se esforzó en ocultar. Así concluyeron los escarceos amorosos con menores de ambos sexos, y más en el plano tragicómico el episodio del revólver de madera, que debido a su condena de la violencia, encargó a un carpintero de la calle Ponthieu, y que se enfundaba en ocasiones en lugar de su arma reglamentaria. Nos lo contó en su espléndido ejercicio memorístico, Recuerdos de un alemán en París. En su llegada le precedía el título sonoro de su nombramiento, Sonderführer, director de propaganda o censor, que quizá acallase años de postración, ese yo interno que le roía por dentro. 


Fórcola Ediciones; N.º 1 edición (15 noviembre 2012)
Las memorias de Gerhard Heller.


Desde niño había encontrado consuelo en la biblioteca familiar gracias a la capacidad que nos proporcionan  los libros, para abstraernos de la realidad. Madame Bovary, y Gustave FlaubertEn busca del tiempo perdido, de Proust, o el malévolo espíritu burlón de Céline en El viaje al fin de la noche, un alegato que le hizo paradójicamente entender que la paz con la admirable cultura francesa, resultaba necesaria. Salvó del expurgo propiciado por sus colegas de partido a esa colección de libros, como se dejó llevar por las corrientes ultranacionalistas del partido nazi.  Gerhard Heller siempre fue consciente de las barbaridades que cometieron sus compañeros de ideología, pero estuvo seguro de que su papel desde un despacho del Instituto Alemán, en el número 57 de la Rue Saint-Dominique (2), consistiría en hacer una contención de daños para la cultura francesa. Y lo logró con creces. 


De Gio - Trabajo propio, CC0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15439866
Céline, un monstruo literario y en sentido más real.


Su tragedia y fortuna, vivir entre los escritores que había venerado y tornarse en un juez más que de circunstancias, porque en las más de las ocasiones ejerció de ángel de la guarda. Con todo, las primeras semanas en el cargo caminó ansioso entre las calles parisinas; se asomaba a sus bistrós, parecía leer en los posos del café, para demorarse y disimular el silencio con el que los franceses condenaban a los hunos. Eran tiempos de grandes reservas, a los que sucedió una convivencia más que entretenida. A veces, en ese deambular, le acompañaba Ernst Jünger, que codiciaba en las librerías de viejo, encontrar primeras ediciones de joyas literarias. Poco a poco, nuestro protagonista se fue sumergiendo en la cultura francesa, y sus iconos más importantes dejarían de mirarlo con recelo.  No sabemos si habría conocido en la distancia el romance entre la actriz española  María Casares y Albert Camus. Pero era lo de menos, porque cuando cayó el manuscrito de El extranjero en sus manos, no pudo dejar de leerlo de una sentada, hasta altas horas de la madrugada.  Una colección de cigarrillos desbordaba el cenicero. Se frotó los ojos hartos de sueño y de nicotina, y de muy buena mañana, llamó a la secretaría de  la Editorial Gallimard, para autorizar la publicación de esta pieza clave de la literatura universal. Le costaría una disputa con sus compañeros de propaganda, por supuesto. ¿Quiénes eran los extranjeros, mon dieu?  ¿No lo ve, Herr Heller?


De Studio Harcourt - File:Casarès Harcourt 1944.jpg, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=102359808
María Casares, hija del político español, Casares Quiroga.


Sin hacer ruido, Las moscas de Sartre se estrenaría en las tablas gracias a su mediación. Otra vez, dada la poca predisposición de sus colegas que en este caso sí que veían más claras las alusiones en aquella pieza teatral en contra de la Ocupación. ¿Cómo podía ser si se desarrollaba en Grecia? Alegaba ante los suyos Heller. Centenares de obras, que pasaron el filtro pese a las reticencias que le rodeaban. Sin embargo, su verdadera epopeya la experimentó Heller con su defensa por la revista de  La Nouvelle Revue Française, o NRF a secas como era más conocida,  estandarte de la literatura francesa del siglo XX. Las revistas literarias determinaban el rumbo creador de entonces, y gozaban de una importancia, que en nuestros tiempos nos es incomprensible. Y entre ellas, el altavoz más notorio sin dudarlo,  era la NRF. Dirigida por el inefable y desconocido en otros ámbitos geográficos como el español, Jean Paulhan, que sostuvo la revista de las revistas en la vanguardia de la lucha durante la ocupación. No se escondió de temas que resultaban espinosos para los ocupantes. Ahí Heller se implicó como rompeolas del encono que provocaba en el departamento que dirigía, tanto los  artículos laudatorios con el marxismo, como el papel controvertido en la NRF del director, su amigo Paulhan. No pocos en su gabinete acusaron a Heller de connivencia con la Resistencia, y los más acres, de traición. 


De Éditions Gallimard - Éditions Gallimard, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5132461
La revista literaria de las revistas francesas.


En esa labor no se encontró solo, tuvo un aliado francés. Pierre Drieu La Rochelle, escritor de fuertes convicciones nacionalistas, anticomunista confeso, no dudó tampoco en mediar por sus colegas de las letras y compatriotas, sin importarle a qué ideología estuvieran adscritos. Cuando los hombres de las chaquetas de cuero negro y brazalete con las esvástica, apretaron de verdad a intelectuales muy incómodos como Jean Paulhan, Drieu La Rochelle apelaba a su compromiso con los nazis, para salvar una vez más a cualquier artista en apuros. 


De Anónimo - evene.lefigaro.fr, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=58936948
Pierre Drieu La Rochelle, el escritor dandi y ultranacionalista.


Sudores a borbotones, en pleno invierno, sombras que les acechaban cuando se alternaban para cuidar de los artistas, que se hallaban en la cuerda floja. En sus rondas, tanto Heller como Drieu La Rochelle frecuentaron el número cinco de la Rue des Arènes, para comprobar que Jean Paulhan todavía continuaba allí.  Residía en un edificio neogótico, enfrente de las Arenas de Lutecia, el viejo anfiteatro romano. La analogía parece clara, pues ellos se jugaban la vida en un espectáculo tan real como el de los gladiadores. Cuando un gato que maullaba en la oscuridad, les inquietó aún más. La Gestapo les puso en su punto de mira, sospechaba que conocían el paradero del gran poeta, Paul Éluard, en busca y captura, y que se había confinado con un nombre falso en el psiquiátrico de Saint Alban, a más de quinientos kilómetros de París. Y en El Azogue les rendimos homenaje, tanto a Gerhard Heller como a Pierre Drieu La Rochelle, o a Gastón Gallimard, pope de la famosa editorial, por su contribución a la cultura universal y por defender las vidas de cuántos artistas estuvieron en peligro. Tampoco cedieron y mantuvieron a Paulhan en la dirección de la NRF, hasta que la acusación de semitismo de  Elise Jouhandeau acabó con su deposición. Es propia de una película la huida de Paulhan por los tejados del París más maula, al ser advertido por el marido de la delatora. El gran Paulhan pasaría el resto del conflicto en la clandestinidad. 


De Studio Harcourt - RMN, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=76213418
Paul Eluard, el gran poeta.

 

(1) Hubo también aprovechados, como el sin par César González Ruano, que presuntamente hizo un negocio muy pingüe del tráfico de pasaportes en el París ocupado.

(2) Desde su ínsula como la define él, rodeada de un océano de inmundicia y de barro. Lo curioso es que Heller no se esconde de ningún asunto controvertido, es fiel a sus pensamientos de entonces, que no mitifica, para salvarse de cualquier juicio vitriólico de la posteridad.  

Comentarios

  1. He abierto el ordenador e inmediatamente me he puesto a leer tu entrada.
    Muy buena, muy buena.
    Escribiré más tarde, ahora, con los nietos, me es casi imposible.
    Un abrazo

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    1. Grande,Tot. Me alegro de tu vuelta. No nos abandones. Tus pinceladas de lucidez, son atisbos en medio de la oscuridad más cotidiana. Me encanta Tristan Tzara como creador y disruptor del arte del siglo XX.

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  2. Esta entrada tuya me has recordado mucho la La lista de Schindler. En medio de todas las tragedias siempre aparecen personajes, como al que has convertido en protagonista de esta entretenida entrada tuya Gerhard Heller, que dentro de la barbarie del momento intentan, si no impedir porque no pueden, incluso ni siquiera oponerse, sí minimizar los daños del poder imperante. No he leído Recuerdos de un alemán en París, que imagino es le libro que te ha inspirado, pero sí recuerdo un art. que le hacía referencia y que de alguna forma dudaba de la veracidad de lo relatado en sus memorias por Heller, no tanto porque mintiera en ellas si no porque deslizaba detalles poco creíbles de historias que seguramente fueron verdad pero que él dulcificó cuando las contó. Por otra parte más que entendible, bastante sincero fue contando ciertos episodios como para dispararse él mismo en el pie entrando en detalles sórdidos. Justamente hace un rato contestando a un comentarista en mi blog le desmoronaba la idea que ha trascendido de Allende al que se le ha elevado a los alteres por haber sido victima del derrocamiento de su gobierno por Pinochet pero que en realidad ocultaba más sombras que luces en la realidad. A veces es mejor no conocer todos los detalles porque nos quedaríamos sin mitos a los que admirar. Así que no pondré en cuestión la buena intención de Heller y que gracias a su intervención obras maravillosas como la de Camus vieron la luz y se salvaran poetas y escritores que de otra forma el nazismo hubiera hecho desaparecer. A pesar de las sombras hay luces que iluminan más y convierten en translúcida la oscuridad que a veces hay detrás. María Casares fue la hija del expresidente del Consejo de ministros de la segunda república Casares Quiroga ( como ves me voy a lo mío; ) y además de representar obras de Sartre, tb de Jean Cocteau, y otros muchos convirtiéndose en musa del existencialismo francés ( siendo gallegos tengo que reivindicarlos jaja aunque yo no lo sea ; )


    Mil gracias por este delicioso ratito, vas a ver como llega MIGUEL y nos deja con la boca abierta con toda su sapiencia jajaja es como la enciclopedia ilustrada ; ) Un abrazo para cuando llegue él y otro para ti.

    PD
    Imagino que el título de la entrada hace referencia a la peli " algunos hombre buenos" (A few good men) ahí sí que los buenos ( Tom Cruise y Demi Moore) eran extraordinarios, pero claro, eran actores y en las pelis ser extraordinario es muchísimo más fácil; ) Buen finde!

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  3. Me encantan tus reflexiones, María, tan espléndidas. Sí, en sus memorias se aprecian adornos,pero ninguna intención exculpatoria. Es más, causaría rubor confesar los amores con infantes de ambos sexos, u otros protagonistas de la época aducen desconocimiento y si acaso un conocimiento muy difuso de las atrocidades perpetradas por el nazismo. Él no mitifica ninguno de los aspectos que podrían resultarle más favorecedores de cara a una hipotética posteridad.

    Conocía esa relación y es que en breve su padre se asomará por esta ventana. Josefina Carabias hace un retrato de Santiago Casares Quiroga bastante bonancible. Tenía un humor estupendo, incluso en los momentos más graves. Quizá ese humor y esa falta de perspicacia, convierta en caricatura a un hombre de la gran talla de Casares Quiroga. Ella era mi musa por esas razones que aduces y por su belleza, tormento para la elegante señora Campus.

    El título se refiere a esa película que también me dejó un poso imborrable. Como buena psicóloga, no se te escapa una, María. Por eso eres grande. Coincido contigo en el juicio de Allende. Recuerdo unas páginas demoledoras de Jorge Edwards, que en su labor diplomática tuvo que vender las nacionalizaciones de capital privado en Chile. Sus vivencias en Francia,junto a Neruda,al que le concedieron el Nobel por esas fechas. Un abrazo, María.

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  4. No, no, ni mucho menos, María. Sucede que leo y me pongo en la piel de estas personas a los que Sergio hace homenaje; me trae a colación aquella frase que pronunció en una ocasión Unamuno, "no me importa lo que piense, me importa usted", quizá por ello, nuestro pensador, el pensador del "estado permanente de congoja", otro nihilista, otro desesperanzado, ya sabía que la extrema derecha negaría los campos de exterminio nazis y la extrema izquierda haría lo mismo con el Gulag.
    Para el bien y para el robo no hay ideologías, como no lo hay para el arte. Quizá por ello, Gallimard obvió lo obvio, proteger el pensamiento antes que la idea, porque aunque parezca lo mismo, tiene un matíz, el pensamiento es lo que uno produce y lleva apareada la conciencia, que no es más que la suma de tu libertad, más tu responsabilidad; la idea, generalmente, le viene del mundo exterior, muchas veces masticada.
    Decía Javier Marías que escribir era una manera privilegiada de pensar.

    Un privilegio el leeros.
    Salut



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    1. Tot, una nueva reflexión para enmarcar y donde dejas tu impronta de maestro de la filosofía.Da gusto que todos los matices tengan cabida, y por esa pasión que me produce la filosofía, el giro tuyo siempre me apasiona.

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  5. Quizá, y con tu permiso, haría un inciso en lo que denominamos existencialismo, que, sin ser el tema central de tu entrada, queda reflejado en Sartre.
    Recordar que Las Moscas se representó por primera vez en París en plena invasión alemana (1943). Laubreaux, crítico de arte del periódico Je suis partout, le criticó por ello. Rostand, otro crítico de arte, esta vez del Paris-Soir, no supo a que atenerse.
    Dicen los que saben, que Las Moscas es una obra para ser leída, que no representada, pero Sartre, que había enseñado tragedia griega en su etapa en Dublín, utilizó el mito de Orestes para pasar desapercibida la censura alemana. Estaba claro que el público francés estaba apercibido de esos encajes, Sergio, sólo hay que recordar que en 1935 se representó "La guerra de Troya no ocurrirá", de Giraudoux.
    Recordar de los precedentes motológicos: Agamenón ha sido el caudillo más destacado, regresa a su patria, a Argos. Allí es asesinado por su esposa Clitemnestra y el amante de esta, Egisto.
    Un triste final que quería representar a Alemania, el país que en esos momentos ocupaba Francia.
    Un abrazo
    Salut y perdón por la perorata.

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  6. Tu acotación es más que brillante, como siempre,Tot, y viene más que a cuento. Sinceramente, leí tanto a Sartre como a su alma gemela, Simone de Beauvoir, en mi primera veintena. Atraído por la aureola de intelectualidad de ambos y me resultó una experiencia tediosa. La invitada o La mujer rota de ella, La náusea de él. Más tarde, mis prejuicios no disminuyeron, todo lo contrario, quizá y lo reconozco,porque el personaje me producía rechazo por su periplo vital. Y eso que me he prodigado en la literatura francesa,porque no sólo en el siglo XX, también en el presente vive un momento de esplendor. Prometo leer Las moscas,por más pretencioso que me parezca su autor, Tot. Nada de perorata, amigo, pones el marco dorado siempre a las historias que contamos por aquí. Con humildad,que es lo que te hace más grande.

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    1. Es que, resulta, que el existencialismo como tal tiene mucho empaque televisivo. Te explico: allá por los 60, ya salía una serie inspirada por la musa de Sartre, Juliette Grecó, llamada "Belphegor, el fantasma del Louvre" https://www.youtube.com/watch?v=MhtU-OiFNcs , y de donde el filósofo hizo presencia entre la juventud.
      Yo, particularmente, pondría sólo una premisa importante en lo que se ha denominado existencialismo, al menos en boca de Sartre, que no de Kierkegard, es la que nos dice: "Somos libres, y como tal estamos condenados a tomar decisiones", sabiendo que nuestro temor es libre, y es una manifestación de libertad.
      Hay una frase en Las Moscas, que es antológica: Nadie puede elegir el bien de los demás en lugar de ellos.

      PD: Si te atrae el existencialismo, pero en su fase más ortodoxa, quizá podamos acercarnos a Guardini, o bien a Farmer, o Macmurray, o Bataille, discípulo sartriano, sin dejarnos de lado a Mackinnon. Pongo , evidentemente, los menos conocidos, pero con base existencialista.
      Un abrazo muy fuerte

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    2. Un abrazo, Tot. No se me ocurre más que añadir. Seguramente tenga que levantar las asperezas que me producen Sartre y Simone,para releer a ambos. Además, de los que mencionas. Juliette Greco, la mítica actriz, y cantante,que me suena a las catacumbas del jazz parisino, en las que era posible escuchar a Charlie Parker o Gillespie se enamoró. Leí una novela en la que a caballo de la ficción y la biografía, el existencialismo y sus musas eran representados en sus páginas.

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    3. Y para acabar, mi buen Sergio, sucede que siempre llevo presente un libro "El mensaje reencontrado" de Louis Cattiaux, autor muy singular, simbolista, libro que podrás encontrar en PDF.
      En este libro, en el que el simbolismo lo es todo, acierta con el ser humano al cien por cien. La frase que llevo presente y que me amenaza constantemente, por ser cierta, al menos en mi persona, dice así: "Quien sabe mucho y quien sabe poco, saben callar, pero el que está instruido a medias no puede evitar hablar"
      Un abrazo, de todo corazón

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    4. Qué buena la frase,Tot. Busco el PDF y me guardo el aforismo. Un saludo, cuídate.

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