- ¡ Q ue le parta un rayo, Adolfo! -El mejor comienzo es el final. - El tal Adolfo no dio su brazo a torcer. Saltaban las chispas dialécticas en la habitación, que se encontraba a media luz. El maduro se refugió entonces en la ventana, huyendo de la diatriba de Jorge Luis Borges ., y metió la cabeza entre las cortinas para asomarse al mundo real. -No, querido, el final es la invitación a leer tu próxima creación. - Sentenció el señor Borges, que quiso avanzar en la neblina creativa. Se les estaba atragantando aquel cuento fantástico, por las perversas disquisiciones literarias de su partenaire en este oficio, Adolfo Bioy Casares . Propuso más conciliador. - Pero pasémoslo por alto, para adelantarnos algo en este pesado oficio. El genial Borges, icono también de la literatura. Se hizo el silencio en aquel instante turbador. Unas nubes que serpenteaban negras por el cielo bonaerense. Auspicios de tormenta. Adolfo trascendió a las aceras a tra...
Un viaje por la historia y la cultura