Ir al contenido principal

El maestro Juan Martínez que estaba allí.


El libro comienza sin solución de continuidad. La acción enseguida adquiere un ritmo vertiginoso en El maestro Juan Martínez que estaba allí. Por eso, el lector se imagina al barón Stettin, un chambón, con monóculo y báculo. Rubicundo, despectivo, gracias a su perpetuo estado de cogorza, su capa gualdrapeaba como una bandera en medio de la explanada. Una nube de soldados, que  con los cascos en punta prusianos, relucían en aquella tarde con reverberos inusitados de conquista. Eran turcos, no boches, lo que denotaban sus pieles atezadas. Entre ellos, el oficial se desenvuelve  con rictus lleno de aplomo. Por la noche en cambio, el champagne, lo único que consumía de los  galos odiados, le tornaba en una imagen tambaleante, que le escrutaba para sentenciarle. Sin duda le miraba con ojos extraños.  

Una vez que le pidió que se asomase por su palco, el maestro Juan Martínez, bailarín que había sido invitado por los turcos, por esa fascinación que les producía el flamenco, se dejó llevar por la congoja " Tú eres un espía" Le acusó el oficial germano. Recelaba de él y a Martínez le rechinaron los dientes. Intentó menear la cabeza para expresar su contrariedad. Cuando llegó la Sole, ajena a todas las cuitas. Alma cándida, de un cabello de un bruno voraz, deseada por sus turgencias, que chapurreaba una lengua internacional. Mezcla de francés, inglés, español, que sonaba de forma cacofónica. Y que el bailaor entendía a medias. 


Libros de editorial Asteroide
La magnífica crónica de Chaves Nogales

- Ven aquí, morena. - El malhadado barón quiso acunarla en el columpio de sus largas piernas y asomarse al balcón de sus ubres. Pero el maestro Martínez, más que eso, temblaba. Con el poder que tenían los alemanes en la Turquía del catorce, que le acusasen de espiar no era peccata minuta.   

No en vano, este ingrato formaba parte del contingente de asesores enviados por el Káiser alemán al sultán, con el fin de ayudar al que se conocía como muerto de Europa. Enfermo se le quedaba corto según se contendía en las diversas cancillerías. Sus territorios se estaban desgajando, y en ese proceso se abrían unas cajas de Pandora, cuyas consecuencias eran ignotas incluso para el ubicuo Foreign Office. Que, sin embargo, apostaba porque la chispa de la próxima guerra estallaría en los Balcanes y también por la militarización de Turquía, con la ayuda de los boches. - El Gobierno está miope si no se quiere ganar a los turcos para nuestra causa. - Reían incómodos, aunque quisiesen empujar al gabinete británico de aquella época, a una política de acercamiento con la Sublime Puerta. - O cuanto menos, neutralizar al Káiser. -  Los acontecimientos como sabemos, le dieron la razón al Foreign Office. ¿Mérito de oráculo?

   

De Austro-Hungarian government - WWI posts and documents, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=14785917
El telegrama con el ultimátum de Austria
a Serbia


Y esa misma noche, a Juan Martínez que no era el Foreign Office ni lo pretendía,  le abrió los ojos la tierna Sole. Con respecto a lo que el aquel hombre provecto y aristocrático buscaba de ella, y nada más que de ella. El teutón enristraba cigarrillos con filtro, mientras sorbía champaña a carrillos llenos. - Pareces tonto, no ves lo que quiere, Juan. Me quiere a mí, déjate de aventuritas de espías. - Entretanto, la sombra del bárbaro que se había convertido en la suya propia, les perseguía por las recoletas calles de Constantinopla, nada más acabar el espectáculo y en cuanto se recogían a casa . Eran las estrechas rúas los tubos de un órgano imaginario, que tocaba tristes misereres por el alma del maestro bailarín. - Acelera, Sole. - Y el otro como un muerto viviente agitaba sus pasos en un charlestón alocado, en pos de la pareja, que se quería retirar a sus aposentos y perder al Minotauro alemán en el laberinto de Constantinopla. A fin de que no siguiese otro día como las migas del cuento, el camino a su hotel, querían despistarlo. Un acto estúpido, por cuanto el oficial controlaba a toda una red de espías, que les acosaría en los días sucesivos. Pero entonces inesperadamente, el grandullón lanzó sus zarpas sobre la cintura de la Sole. Baboseando a popa de su inmenso rostro, las peores secreciones y lascivias. 


De Miltitärfotograf - Bundesarchiv, Abt. Militärarchiv, Freiburg, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=8536871
El Káiser, uno de los protagonsitas
de aquella época bañada en sangre.


Al señor Juan, como le cuenta a Manuel Chaves Nogales, que escribe sus vivencias, no le cupo más remedio que sacar la faca / navaja. Que relució como una luna en plena noche turca. El barón asustado agita sus brazos y coge el silbato que cuelga de su cuello, que insufla con los céfiros de toda una vida en riesgo. Enseguida se escuchó una sinfonía de silbatos, de más alemanes que persiguieron a la pareja de artistas, que no obstante, logró llegar a su alojamiento. Los corazones de ambos palpitaban. Una cópula en aquel momento vivificadora, quizá les hubiere relajado. El miedo acerbo se lo impidió. Con lo que el resto de días se caracterizó por una una calma tensa. El militar desgalichado llegada la noche se convierte y olvida casi todo, menos su coartada para abordar a la Sole. - No creas que me he olvidado de ti, maldito español, que sé que espías para los franceses y te cazaré. - El consulado español, como siempre dice Juan Martínez - eso no ha cambiado mucho- se lava las manos ante situación tan desesperada de los artistas. Entretanto, la guerra  les rodea, con sucesos como los de los submarinos franceses que arribaban a aguas turcas, para disparar con artillería y dejar su huella siniestra. Hasta que capturaron un submarino inglés. Por otra parte, los franceses residentes en Turquía hacía tiempo que habían partido, colgados hasta de los palos de la bandera. Sentido literal, porque a los que no lo lograron, se les impuso una disciplina marcial, y a vivir confinamientos, que la policía turca vigilaba estrechamente, con el fin de evitar la burla de los mismos. 


De Desconocido - State museum of political history of Russia, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7881567
Manifestantes de la fábrica Putilov, epicentro de
la revolución de febrero y octubre


En esa turbación era imposible continuar. Deciden huir a Bulgaria con todo lo que pueden llevar en sus manos, y es cuando comienza un periplo que llevará a la pareja por medio Europa. Un personaje que ha sabido convivir con los personajes de la más diversa e ínfima laya, tiene que convivir con acontecimientos que convierten nuestra existencia en la más absurda de las lógicas. Huida por fronteras, con la muerte pisando los talones, para llegar a una Rusia, donde estalla la Revolución, que ocupa la mayor parte de un libro imprescindible. El maestro Martínez le presta los ojos a un grandísimo Manuel Chaves Nogales, que vuelve a sorprendernos. Como refiere Andrés Trapiello, excelente escritor, novelista, que hace el prólogo de la magnífica El maestro Juan Martínez que estaba allí, Don Manuel es una de esas plumas veraces, que escondían demasiada verdad para no ser reconocidos hasta mucho tiempo después. Repudiado por los extremos,  no es reivindicado como su figura merece, hasta llegados los años noventa del pasado siglo. En este sentido, la hermosa y superlativa Las armas y las letras de Trapiello, recupera el legado de hombres como Nogales e incluso de intelectuales  que de la vanguardia recalaron en el fascismo, Giménez Caballero, aristocráticos como Agustín de Foxá. Arrumbados por la cultura oficial y oficiosa, a tenor de su tamiz sectario.


De Desconocido - A scanned copy of photoimage, copied from book issued in 1920-s, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11939382
El primer Ejército Rojo, obreros que empuñan sus fusiles. 


Y en nuestra opinión, la prosa de Chaves Nogales aúna más virtudes para las que el tiempo ha sido su aliado. Carece del engolamiento y virtuosismo de la narrativa de los Mariano de Cavia, César González Rúano, por poner unos ejemplos. Por tanto, más acorde con el estilo actual, bastante magro.  Por entonces no se le consideraba literario, y sin duda lo es, que no se debe confundir con gongorino o faulkneriano. Todo es relativo, y depende con quién se compare. Además, convengamos que el libro es una recopilación de crónicas, que publicó el maestro del periodismo en la cabecera que dirigía, el Ahora, entre 1934 y 1935. Una delicia que recorre la historia de Europa desde el catorce, hasta adentrarse de pleno en el Averno bolchevique, que un tipo del sentido común como el maestro Juan Martínez juzga sin ninguna contaminación ideológica. No sabemos de la difusión de estos artículos, el Ahora era muy leído en el espectro socialdemócrata, pero no cabe decir que la izquierda de los años treinta, no conociese la maquinaria perversa bolchevique. Ernesto Sábato, George Orwell, se toparon con sus crueles engranajes y recularon de sus posiciones maximalistas.  

La maravillosa Las armas y las letras
de Trapiello.





Comentarios

  1. Manuel Chaves Nogales, Andrés Trapiello, Giménez Caballero, Agustín de Foxá, Mariano de Cavia, César González Rúano, Ernesto Sábato, George Orwell...En muchas ocasiones no es el mensaje, sino quien lo defiende.

    Nos quejamos cuando la derecha extrema niega la realidad patente de unas cámaras de gas, pero hacemos caso omiso cuando se habla del Gulag, y en ese caso omiso hay una izquierda culpable, tan culpable como la derecha anterior.

    ¿Qué son los dos extremos sino cara de una misma moneda? ¿No fue la "Solución final" alemana lo que en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se denominó "purgas"?

    Lo paradójico del caso es que resulta casi imposible mantenerse neutral, no en posicionamiento ideológico, sino en cuando a la utilización de la violencia gratuita, que es lo que pregonizaba la novela de Chaves Nogales.

    No resulta extraño que muriera sólo, sin tan siquiera en la compañía de sus seres queridos y en un lugar donde no era su casa, en un país foráneo, bajo una lápida sin nombre.

    Todo encaja.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No se puede condensar mejor, Tot, toda una vida llena de significaciones y en las que nunca regateó constatar la verdad, por más que tuviera que pagar un precio demasiado alto durante el transcurso de la misma. Pero además fue postergado y preterido tras su muerte, por ser poco comprometido. Un insulso por no dorar la píldora a esos extremos como los que devastaron España y Europa más tarde, más cercanos de lo que pensamos. Eso que dices que los extremos se atraen y se parecen, hasta convertirse en la misma cosa pero con distintos nombres.

      El caso de Manuel Chaves Nogales es especialmente sangrante, cuando su único compromiso firme e irreductible, fue ser fiel a lo que sus ojos veían, más allá de cualquier tamiz ideológico. Eso es lo que nos cautiva a sus admiradores. Una prosa fresca y literaria, normalmente se le excluye del canon del periodismo literario, sin argumentos, y por una taxonomía previa que decae con el tiempo. Y por ese compromiso a ver el drama desnudo, sin ideologías ni apriorismo. A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, nos conquistó sin paliativos. Esta suma de crónicas, no sé cómo calificarlas, cuenta las vicisitudes de un bailador, que estuvo en el epicentro de los acontecimientos más relevantes del siglo XX. Como señalaba Hobsbawm, el siglo corto, que comienza donde comenzó su desventuras el bailaor y su bailaora, la Sole, y que acaba con la caída del muro y de los sistemas socialistas que orbitan en torno a Moscú. Martínez cuenta con un arma conmovedora, su enorme sentido común, para desvestir cualquier sacralización intencionada de unos hechos, que entonces se abordaron con más objetividad que la que hacemos ahora. Es lo demoledor de este libro. Que cuenta con la frescura del bailaor y de la prosa inabarcable del maestro Manuel Chaves Nogales. Encantado, Tot, de que complementes siempre las entradas del Azogue. La verdad se impone, aunque tenga que pasar mucho tiempo.

      Eliminar
  2. Leído el comentario de Tot y tu respuesta poco puedo añadir con sustancia. He leído tres libros de Chaves: A sangre y fuego, Juan Belmonte y El maestro Juan Martínez estaba allí. Este último lo leí tras la monumental Historia de la revolución rusa de Richard Pipes, un clásico. Fue en noviembre de 2017, poco antes de mi viaje a San Petersburgo poco después en diciembre. Mi sirvió como ambientación de un viaje largamente pensado y en pleno aniversario del centenario de la llamada "revolución rusa" que fue más bien un golpe de estado violento y cruel contra una democracia recién nacida. El maestro Juan Martínez y la Sole son testigos en su periplo por Rusia, de San Petersburgo a Moscú y de allí a Ucrania, que cambia de bando numerosas veces, y los dos artistas tienen que aprender a sobrevivir en todas las circunstancias. Y allí se describe la brutalidad y la violencia de aquellos años de guerra civil que tanto sedujeron al mundo por la leyenda que se construyó en torno a ellos. Y este mito ha durado hasta ahora, pese a la experiencia real del totalitarismo. Muchos en Rusia sienten nostalgia del pasado soviético y del padrecito Stalin cuya tumba está siempre llena de flores en Moscú. Y es que es una leyenda con su halo tremendo de poesía que sigue cautivando a los que no conocen sino pequeños detalles de lo que fue. Chaves Nogales escribió largamente sobre la revolución rusa. Recientemente se ha publicado en cinco tomos en Libros del Asteroide su obra completa y me tienta conseguirla. Ciertamente, la pluma de Chaves se adelantó a su tiempo y por ello hoy nos resulta mucho más actual que la de César González Ruano que se nos empalaga. Estilo directo, bien medido, sin florilegios ni estilismos que hoy no nos atraen. La lectura de A sangre y fuego es un ejercicio de ecuanimidad inusual porque denuncia los crímenes de su propio bando republicano. Es un escritor necesario, más en un momento en que vuelve a idealizarse el periodo republicano -el drama de la República es que fue una república sin republicanos: todos querían sobrepasarla para llegar a una dictadura fascista, una república soviética, un paraíso anarquista, una monarquía tradicional-. Chaves ha tardado en ser encontrado pero hoy constituye un tesoro mucho más importante que muchos de los intelectuales que contaron la historia de la guerra y la república sabiendo que había mucho que callar.

    He leído hace más de veinte años Las armas y las letras de Andrés Trapiello, y si uno tuviera tiempo, debería volver a él.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Menos mal que poco tenías que añadir. Como siempre, magistral, Joselu. Quería emplazar a que se leyese este libro, con la historieta inicial, que no da casi lugar para que el lector se acomode. Yo he leído casi todo de Manuel Chaves Nogales. Llevo dos seguidos. Éste, y el de la Revolución de Asturias, que es un prontuario de crónicas de dicho acontecimiento, que comparte con un periodista revolucionario, y el más conservador Josep Pla. Me ha abierto los ojos respecto a este hito, que se pasa de soslayo y que pesó mucho en el imaginario de entonces. Se dan las cifras increíbles de fallecidos y heridos, pero poco nos detenemos en la barbarie de Oviedo, donde tuvieron lugar los episodios más sangrientos. Volaron media ciudad, por el fácil acceso a la dinamita de los mineros. Nogales, de claras ideas socialdemócratas, es sin embargo el más crítico de todos. Incluso, Josep Pla, habla de cierto amarillismo, que lo hubo, de corresponsales que escribían sus crónicas desde Madrid. Pla y el otro reportero, sí que estuvieron en la zona cuando se originaron los sucesos. Chaves llega cuando todavía humean los cascotes, y los cuerpos cortados en mil pedazos, hieden, con moscas panzudas revoloteando en torno suya, y que serpentean por el camino, que recorre el director del Ahora. Pregunta, y como él dice, las merindades asturianas le recuerdan a esos pueblos del Far West, en los que hasta reputados derechistas claman por el buen nombre del pueblo, y porque los sucesos no empañen la buena vecindad. Se ha podido fusilar a religiosos y a niños monaguillos.

      Aconsejaría el de la Vuelta a Europa en avión, y La agonía de Francia. Empecé por la biografía de Belmonte, canónica, y que me hizo admirar a un torero, nacido en una barriada humilde, y que lucha por cultivarse. Luego A sangre y fuego. Desde entonces, casi todo lo que cae, lo leo. He visto por ahí uno de Guerra en París. Será otra maravilla. La agonía de Francia ofrece también un análisis que ha acabado por triunfar por las razones de la debacle gala en 1940. Un placer leerte, Joselu.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que