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El famoso retrato de Picasso. |
Cuentan que un día a la semana, Picasso compartía mesa con Henri Matisse, invitados ambos por Gertrude Stein (1). Una mecenas americana de mal café, que se había convertido en la brújula para saber qué se bullía en el mundo del arte. Para los potentados americanos que cruzaban el charco con el fin de coleccionar compulsivamente antigüedades y arte en el Viejo Continente, Stein era la referencia obligada. Su palabra ley. Picasso miraba con envidia, cómo Matisse, su rival, cambiaba los patrones del arte y los dirigía con su singular creatividad. Gertrude en su mente, escuchaba con más regocijo las ocurrencias de aquel artista con pinta de picapleitos y de éxito indudable. Un tipo vanidoso como el malagueño no debía quedarse de brazos cruzados. Había surgido la comezón, para que Picasso comenzase a bosquejar lo que será una de las revoluciones del arte más sonadas, el Cubismo.
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Gertrude Stein, brillante y polémica mecenas. |
África se había convertido por aquel entonces en el continente de moda. La aventura colonial se encontraba en su punto más álgido. La clave para conjurar todos los males de unos estados decadentes como el francés o el belga. Quién más y quién menos tiene alguna de esas máscaras africanas colgadas en la pared de su casa. También se ha comprado algún mueble de los llamados de estilo colonial, con los que evocar ese mundo desconocido y de aventuras, que además promete como decíamos, recuperar glorias nacionales. En este sentido, las culturas de las tríbus representan la ingenuidad de un mundo antiguo, que la modernidad ha fagocitado en Occidente. Es preciso rescatar esos valores auténticos, lejos de la codicia del capitalismo y sus chimeneas hórridas, que escupen enormes estelas de humo. El Cubismo se inspira en esas máscaras africanas, para hacer suya esa reivindicación También Amedeo Modigliani encuentra su estilo, en unos bozos es verdad, que nos evocan rostros de una olvidada Babilonia. Los ojos vacíos en Modigliani son un misterio cautivador para el observador.
Así, a borbotones, al mismo tiempo que merodeo por el cuadro de Gris, me van saliendo esas ocurrencias, asociaciones de ideas. ¿Y cómo no, llegamos a los Futuristas? Enfrentados a todas estas corrientes artísticas, en su manifiesto, Filippo Tomaso Marinetti alaba claramente los mundos modernos, el fuego de la guerra, que considera renovador para una sociedad que no sabe desligarse de su pasado. Admira la modernidad; no hay nada más provocativo que un coche de carreras para Marinetti. Luego minusvalorado o tachado de fascista, nos encontramos con uno de los personajes más controvertidos y fascinantes de los albores del siglo XX. ¡Quiere acabar con todos los museos!
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El gran Juan Gris retratado por Modigliani, uno de los grandes héroes de mi adolescencia. |
Así, a borbotones, al mismo tiempo que merodeo por el cuadro de Gris, me van saliendo esas ocurrencias, asociaciones de ideas. ¿Y cómo no, llegamos a los Futuristas? Enfrentados a todas estas corrientes artísticas, en su manifiesto, Filippo Tomaso Marinetti alaba claramente los mundos modernos, el fuego de la guerra, que considera renovador para una sociedad que no sabe desligarse de su pasado. Admira la modernidad; no hay nada más provocativo que un coche de carreras para Marinetti. Luego minusvalorado o tachado de fascista, nos encontramos con uno de los personajes más controvertidos y fascinantes de los albores del siglo XX. ¡Quiere acabar con todos los museos!
“Nosotros
afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido de una belleza
nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras, con su radiador
adornado de gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un
automóvil que ruge, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la
Victoria de Samotracia.” Y con estas palabras provocadoras, pienso qué congoja me dará la próxima vez contemplarme en el espejo. No nos robará el alma, pero lo que es peor, nos dibujará tal y como somos. Quizá sea eso lo que más miedo nos dé, realmente. ¿Y al lector?
Cuando se murió Juan Gris, Picasso dijo al respeto de este cuadro: "¡Es hermoso, un pintor que sabía lo que hacía!". Quizá me equivoque, admito que no sé mucho sobre la vida y obra de Gris pero diría que no ha tenido la relevancia artística que merecía.
ResponderEliminarTambién ha quedado en segundo plano Françoise Gilot. Me encanta esta mujer. Era muy buena también, pero la sombra del malagueño era larga. Gilot admiraba a Matisse, y en una ocasión le dijo a Picasso que era su pintor favorito. Aunque entre los dos artistas había diferencias, Pablo se lo presentó y se convirtieron en grandes amigos. Te imaginas como serían esas tertulias con Matisse, Gilot y Picasso?
Picasso también era amigo de Apollinaire, y ambos fueron sospechosos en un primer momento, del robo de nada más ni nada menos "La Gioconda". Anteriormente habían desaparecido del Louvre unas estatuillas de arte antiguo que Picasso había adquirido aún sabiendo su procedencia para un experimento vanguardista "Las señoritas de Avignon...
Disculpa mi disertación, me he ido por los cerros de Úbeda, pero esta historia me parece fascinante.
Gracias por compartir tan grata entrada. Un pozo de conocimiento.
Un abrazo
Muchísimas gracias por tus comentarios, Marybel, siempre tan brillantes Has recuperado el recuerdo de grandes artistas, que son difíciles de abarcar en una entrada. Gilot me parece una pintora apasionante, que se acercó demasiado al fauno malagueño. Y quizá huyese de él, por abismarse de su afán de dominio. Pagaría por estar de oyente en esas tertulias: Matisse, Gilot, Picasso. Pero como muy bien dices, cualquiera de las figuras de aquel período, queda eclipsada por la sombra ubicua del gran Picasso. De Juan Gris tengo alguna idea en el tintero, pues me parece uno de nuestros grandes pintores y algunos episodios de su vida son muy curiosos.
EliminarEs más, casi me has leído el pensamiento. Porque tuve la tentación de contar sucintamente la anécdota del robo de la Mona Lisa - la abordamos en otra entrada - más habiendo salido Marinetti, al que creyeron capaz de perpetrar semejante fechoría. ¿No quería acabar con los museos? Con Picasso y Apollinaire también objeto de los desvelos de los pesquisidores, como dices, habría salido redonda. Por eso, tu apunte cobra más valor. Luego el robo lo cometió un tal Vincenzo Peruggia. Un gusto leerte. Y esperamos tu próxima entrada, Marybel.