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Juan Gris y el espejo del arte moderno.

 Un espejo puede atrapar espíritus antañones, y depararnos cuentos de un terror mudo. Alejarnos para transportarnos a mundos paralelos. "Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar". ¿Se habrá preguntado Borges si una enciclopedia es el espejo de otros tiempos? O simplemente sin tanto afán literario fastidiarnos el día, mientras contemplamos cómo se vetean las arrugas, por el odre de nuestro rostro. Sin embargo, Juan Gris hace un retrato que parece el fiel reflejo de uno de los faunos del arte del siglo XX, Pablo Picasso. Un emocionado Salvador Dalí, le consideraba el Papa del arte moderno. Por eso, este retrato es uno de mis preferidos. Se insinúa con las formas de un espejo fragmentado, y a guisa de rompecabezas, nos presenta a una personalidad que desborda  tanto el cuadro  de Juan Gris como el arte del siglo XX. Capaz de cambiar sus reglas por una cuestión de vanidad.



De Juan Gris - downloaded from [1], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1593667
El famoso retrato de Picasso. 

Cuentan que un día a la semana, Picasso compartía mesa con Henri Matisse, invitados ambos por Gertrude Stein (1). Una mecenas americana de mal café, que se había convertido en la brújula para saber qué se bullía en el mundo del arte. Para los potentados americanos que cruzaban el charco con el fin de coleccionar compulsivamente antigüedades y arte en el Viejo Continente, Stein era la referencia obligada. Su palabra ley. Picasso miraba con envidia, cómo Matisse, su rival, cambiaba los patrones del arte y los dirigía con su singular creatividad. Gertrude en su mente, escuchaba con más regocijo las ocurrencias de aquel artista con pinta de picapleitos y de éxito indudable. Un tipo vanidoso como el malagueño no debía quedarse de brazos cruzados. Había surgido la comezón, para que Picasso comenzase a bosquejar lo que será una de las revoluciones del arte más sonadas, el Cubismo.



De Carl van Vechten - Van Vechten Collection at Library of Congress, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=36601
Gertrude Stein, brillante y polémica mecenas. 




África se había convertido por aquel entonces en el continente de moda. La aventura colonial se encontraba en su punto más álgido. La clave para conjurar todos los males de unos estados decadentes como el francés o el belga. Quién más y quién menos tiene alguna de esas máscaras africanas  colgadas en la pared de su casa. También se ha comprado algún mueble de los llamados de estilo colonial, con los que evocar ese mundo desconocido y de aventuras, que además promete como decíamos, recuperar  glorias nacionales. En este sentido, las culturas de las tríbus representan la ingenuidad de un mundo antiguo, que la modernidad ha fagocitado en Occidente. Es preciso rescatar esos valores auténticos, lejos de la codicia del capitalismo y sus chimeneas hórridas, que escupen enormes estelas de humo. El Cubismo se inspira en esas máscaras africanas, para hacer suya esa reivindicación También Amedeo Modigliani encuentra su estilo, en unos bozos es verdad, que nos evocan rostros de una olvidada Babilonia. Los ojos vacíos en Modigliani son un misterio cautivador para el observador.    


De Amedeo Modigliani - Museo Metropolitano de Arte, base de datos en línea: entry 489643, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=18273112
El gran Juan Gris retratado por Modigliani,
uno de los grandes héroes de mi adolescencia.


Así, a borbotones, al mismo tiempo que merodeo por el cuadro de Gris, me van saliendo esas ocurrencias, asociaciones de ideas. ¿Y cómo no, llegamos a los Futuristas? Enfrentados a todas estas corrientes artísticas, en su manifiesto, Filippo Tomaso Marinetti alaba claramente  los mundos modernos, el fuego de la guerra, que considera renovador para una sociedad que no sabe desligarse de su pasado. Admira la modernidad; no hay nada más provocativo que un coche de carreras para Marinetti. Luego minusvalorado o tachado de fascista, nos encontramos con uno de los personajes más controvertidos y fascinantes de los albores del siglo XX. ¡Quiere acabar con todos los museos!

Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras, con su radiador adornado de gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil que ruge, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.” Y con estas palabras provocadoras, pienso qué congoja me dará la próxima vez contemplarme en el espejo. No nos robará el alma, pero lo que es peor, nos dibujará tal y como somos. Quizá sea eso lo que más miedo nos dé, realmente. ¿Y al lector? 

El Autor. Juan Gris. Se muda a París para evitar el servicio militar (recordemos que las campañas africanas gozan de mucha impopularidad, y las clases acomodadas pagan una cuota para evitar las levas; serán no en vano si no la causa principal, sí la espita de la revolución de Barcelona en 1909). Gris vive en París de la bohemia, y durante diez años duerme en el hostal Bateau-Lavoir, compartiendo noches de divertimento y jornadas de intenso trabajo con Picasso, Fernando Leger, y George Braque. Por poner un ejemplo, Leger revolucionará el cubismo, fascinado por las máquinas destructoras, que conocerá de cerca al ser combatiente del Frente Occidental durante la Gran Guerra. Dota al cubismo de velocidad. Gris, nuestro gran Juan Gris, reiventa el cubismo, armándolo con papel encolado, para convertirse en su sello de distinción. En otro lado, contaremos más anécdotas del autor. 


  (1)  Gertrude Stein dio nombre a la famosa Generación Perdida, escritores americanos de entreguerras, sobre la que tanto escrito. También conviene hacer aquí un inciso, para decir, que Andrés Trapiello nos recuerda en su fabulosa El Rastro, cómo los coleccionistas americanos pululaban por cualquier lugar del continente. Y en Madrid, aquel laberinto de cachivaches donde se habían encontrado unos Grecos desconocidos, ejercía de imán para aquellos caballeros que tenían dólares que ardían en sus manos. 

Comentarios

  1. Cuando se murió Juan Gris, Picasso dijo al respeto de este cuadro: "¡Es hermoso, un pintor que sabía lo que hacía!". Quizá me equivoque, admito que no sé mucho sobre la vida y obra de Gris pero diría que no ha tenido la relevancia artística que merecía.
    También ha quedado en segundo plano Françoise Gilot. Me encanta esta mujer. Era muy buena también, pero la sombra del malagueño era larga. Gilot admiraba a Matisse, y en una ocasión le dijo a Picasso que era su pintor favorito. Aunque entre los dos artistas había diferencias, Pablo se lo presentó y se convirtieron en grandes amigos. Te imaginas como serían esas tertulias con Matisse, Gilot y Picasso?
    Picasso también era amigo de Apollinaire, y ambos fueron sospechosos en un primer momento, del robo de nada más ni nada menos "La Gioconda". Anteriormente habían desaparecido del Louvre unas estatuillas de arte antiguo que Picasso había adquirido aún sabiendo su procedencia para un experimento vanguardista "Las señoritas de Avignon...
    Disculpa mi disertación, me he ido por los cerros de Úbeda, pero esta historia me parece fascinante.
    Gracias por compartir tan grata entrada. Un pozo de conocimiento.
    Un abrazo

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    Respuestas
    1. Muchísimas gracias por tus comentarios, Marybel, siempre tan brillantes Has recuperado el recuerdo de grandes artistas, que son difíciles de abarcar en una entrada. Gilot me parece una pintora apasionante, que se acercó demasiado al fauno malagueño. Y quizá huyese de él, por abismarse de su afán de dominio. Pagaría por estar de oyente en esas tertulias: Matisse, Gilot, Picasso. Pero como muy bien dices, cualquiera de las figuras de aquel período, queda eclipsada por la sombra ubicua del gran Picasso. De Juan Gris tengo alguna idea en el tintero, pues me parece uno de nuestros grandes pintores y algunos episodios de su vida son muy curiosos.

      Es más, casi me has leído el pensamiento. Porque tuve la tentación de contar sucintamente la anécdota del robo de la Mona Lisa - la abordamos en otra entrada - más habiendo salido Marinetti, al que creyeron capaz de perpetrar semejante fechoría. ¿No quería acabar con los museos? Con Picasso y Apollinaire también objeto de los desvelos de los pesquisidores, como dices, habría salido redonda. Por eso, tu apunte cobra más valor. Luego el robo lo cometió un tal Vincenzo Peruggia. Un gusto leerte. Y esperamos tu próxima entrada, Marybel.

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