N o podría haberlo soportado más. A mi cabeza embotada volvían a acometerla las mismas cerdas de un violín imaginario, que unos trasgos no cesaban de tocar, cuanto más concentración exigiese la tarea que hacía. Alguna vez girando la cabeza de forma súbita, creía sorprenderlos corriendo por encima de las cuerdas. Pero desaparecían; no así las fusas, blancas, negras y semicorcheas, que volaban en una especie de magia, y que se habían convertido en mi castigo por un acto repleto de codicia. ¡ Les contaré! Era aquel violín fruto de mis congojas, que cuando quise abandonar en medio del campo, y una serenidad cundía en mí, al pensar que por fin me había desembarazado de él, madre aparecía con el maldito estuche, para rogarme que cuidase con más primor, cosas tan caras. O que no ardía al rociarlo con gasolina. Me ponía lívido entonces. ¿Cómo escapar a su influjo y al del diablo? El genio de Génova,¿poseído por el diablo? ...
Un viaje por la historia y la cultura