“El
protagonista de Dublinesca son muchas personas, empezando por mi” Enrique
Vila- Matas
Como caído del cielo a la sala oblonga de la biblioteca a la que normalmente acudo, avisté un ejemplar de Dublinesca inmaculado, agazapado entre un mar de lomos y una sopa de letras de nombres. Es una porfía muy común con nuestra memoria, en la que nos debatimos los lectores más dispersos. Súbitamente se nos desvanecen en la biblioteca las ideas que llevábamos preconcebidas, en cuanto a las lecturas a las que queremos encomendarnos en las siguientes semanas, y que por supuesto se nos olvide el lenitivo a tanta desmemoria: la lista que confeccionamos primorosamente a guisa de chuleta literaria en un resto de papel. Así, en ese instante crecen los anaqueles como si fuesen las paredes de un laberinto y nosotros nos achicamos como infortunados y sudorosos teseos - De qué te sirve apuntarte tantas referencias, si al final no te acuerdas de ninguna ni tampoco te traes la lista, zonzo.- nos solemos decir para torturarnos en nuestra torpeza, hasta que brota una atención desvivida que aparta el resto de libros y hace clarividente en la estantería, lo que antes era confusión. ¿Qué libro llevarnos? Pues en aquella ocasión fue como decíamos Dublinesca, la que acudió al rescate de nuestra indecisión.
Dublinesca, Joyce revivido
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Después de todo, fuimos fieles a nuestra costumbre de mirar adentro en la reseña. Apenas dos reservas, nada extraño porque su autor, el gran Enrique Vila Matas, resulta inclasificable en su narrativa(1), además de algo oscuro para el lector más acomodado en las historias lineales. Con sus incesantes referencias metaliterarias - una verdadera y literal lluvia- que nos exige creer a pies juntillas en su palabra de erudito o si se quiere trasponer el disfrute de una simple lectura vilamatiana, lo conveniente sería embebernos enseguida en sus referencias o viceversa, que el orden de los factores literarios no altera el producto si no se dilatan demasiado ambos actos. De hecho, gracias a él, y su París no acaba nunca, casi nos vimos obligados a releer París era una fiesta, obra fantástica de Ernest Hemingway en la que se inspira el literato catalán. Casi la habíamos olvidado por completo y con el poso de los años y sobre todo de las lecturas, esta segunda experiencia resultó muchísimo más grata, hasta mística si queremos pecar de algunos excesos de elocuencia. Por ejemplo, apenas conocíamos a Scott Fitzgerald y su fatigosa esposa Zelda, que se recreaban en la mente de un adolescente, como unas vagas reminiscencias literarias ( ver reseña, donde redescubrimos al increíble Principe de Montparnasse, Jules Pascin, genial e insufrible pintor http://elazoguedemidesespero.blogspot.com.es/2016/04/elegia-por-el-paris-bohemio-y-sus.html ). Qué diferente resuenan en sus páginas sus nombres tras leer El Gran Gatsby o Suave es la noche, por poner un ejemplo de unas pocas y dejarnos en el tintero grandes relatos y otras novelas más que meritorias de uno de los definidores de la llamada era del jazz, en el ámbito literario ( En A este lado del paraíso se observan las primeras pinceladas del universo recreado por Fitzgerald). Al lector del narrador catalán se le ocurren parangones Gertrude Stein- Margarite Duras, Hemingway - Vila Matas, de hecho están implícitos, pero a partir de ahí, la novela tiene otro recorrido pese a que el mitómano de Don Enrique, a veces transite por los mismos lugares convertidos en santuarios para los nostálgicos de la bohemia parisina. No en vano, para un escritor son más definitivas las segundas y terceras lecturas de un libro, se afana en demostrarnos Sergio Pitol, su aserto sería extensible para los lectores.
Por otra parte, el diapasón alunado de los
años de entreguerras, con sus excesos y sus delirios cobran unos
contornos más precisos cuando se adensan las capas de lecturas relativas a la
Gran Guerra y el shock posterior que comportó, y que explican sin duda las razones por
las cuales sus supervivientes se bebieron la vida a borbotones y se
desprendieron de sus corsés. Algunos autores como Jalik y Toulmin,
conocidos por su ensayo La Viena de Wittgenstein,
que es dicho a bote pronto una estupenda radiografía de la cultura vienesa de
los albores del siglo XX más que una biografía al uso del genial
filósofo, comienzan a intuir que la sociedad austriaca, se desviste de sus
tabúes gracias a las teorías de Sigmund Freud, y a todo un caldo cultivo que se
retroalimenta y alimenta de las ideas subyacentes freudianas- la importancia del
mundo no consciente y de los sueños- que entre otros, retrata perfectamente un
coetáneo a todos ellos, el excelso Stefan Zweig. Lo que se
produjo fue una ruptura de mentalidades que afecta incluso a los
negocios, como vislumbró el Nobel austriaco, que atestigua en sus relatos de
aquella época febril cómo los
negocios se comienzan a financiar con créditos, lo que en las antiguas
mentalidades era considerado casi como un desdoro y se tenía como mejor,
emprender las empresas con dinero propio. Es la mentalidad del padre de Zweig.
La guerra acabará con las fuerzas centrífugas que mantenían este universo tan
diferente girando en la misma órbita.
Sin embargo, volviendo al hecho de que escogiese el libro de Vila Matas en una tarde cielos metálicos y en la que busqué refugio en la biblioteca, no hubiese tenido más trascendencia sino fuese porque me había leído unas semanas antes Ajuste de cuentos del conocido editor Mario Muchnik y que las semejanzas entre el verdadero editor y el que nos sugiere, Don Enrique, como personaje de su novela, fuesen más que evidentes. De hecho, intentamos buscar alguna analogía y nos extrañaron las fechas de publicación. Ambos libros, cualquiera de los dos con tintes más autobiográficos, y lo decimos con conocimiento de causa, nos introducen en los complejos laberintos del mundo editorial, que languidece por la irrupción de las nuevas tecnologías según la hipótesis, que sostiene Vila- Matas y Mario veladamente en sus memorias, que es mucho decir cuando entramos en el género de ficción. Aclaremos que sendas obras se mueven en la tierra de nadie de la ficción y de la biografía.
Dedicatoria de Vila Matas, escritor que mima a sus lectores(Wikipedia) |
No en vano, el protagonista de Dublinesca es un editor que ha decidido
cerrar su negocio por los estragos que vive un convulsionado sector editorial
del papel, que es una estrecha redoma para desarrollar la edición literaria debido
al asedio de las nuevas tecnologías, que están mucho peor retribuidas. El personaje vilamatiano rememora
su catálogo con nostalgia, porque logró atraerse a su causa a los mejores
escritores y se codeó con el mismísimo Paul Auster. Don Enrique vuelve a deslizarse por los
sutiles predios de la metaliteratura,
con los que tanto nos sume en el deliquio a sus devotos seguidores. Por otra parte, Muchnik evoca en la
biografía su bagaje como ilustre editor, que se codeó con los gigantes de la
literatura universal, a los que despoja de cualquier aura mitológica. Son seres
con sus congojas, con los que conversó prendido a una colilla moribunda y
saboreando cada gluón del café. Como editor de altos vuelos, Mario sacude
estopa por doquier, pues con orgullo presume de sus iniciativas editoriales que cuando
rondaron el éxito, le fueron arrebatadas por los grandes expresos ( o verdaderos corsarios, aunque sin ira, como nos enseña Mario, que despojan del espíritu que engendró las energías del éxito editorial, así desnaturalizadas, se verán abocadas a una lenta consunción; en mi caso, cuestiono los derroteros de Galaxia Gutenberg, que se ha desprendido de una impronta de buscadores de la excelencia en literaturas ignotas, disolviéndose en otros barros, que me desconciertan, como lector). Mario se lamenta
del trato, sin mucho ardor es verdad, dispensado por los socios que entraban
con patas de carneros en sus empresas y se tornaban en lobos una vez dentro y revelados su
verdadero propósito. Así fue despedido de algunas de sus propias
aventuras, cuando se había convertido ya en un polizón incómodo cuyas opiniones molestaban, más que en un fundador experto en el segmento de la empresa.
En Dublinesca, el demudado editor de ficción, relata con nostalgia sus periodos de gran bonanza, pero tras dos años de haber cerrado su empresa y vivir de las rentas, oculta su dramática situación a sus padres, cuya tutela todavía en ejercicio, nos dibuja un ser compungido, timorato a pesar de adentrarse en la sesentena. La decisión viene motivada por el presumible naufragio que vislumbra en el papel. El argumento roza lo hilarante, ya que junto a unos amigos decide organizar unas exequias por la Galaxia Gutenberg, en el Dublín de James Joyce que todavía se conserva y es un estupendo reclamo turístico. Una galaxia por lo demás moribunda y que había nacido con la imprenta que divulgó el conocimiento como esporas. Hasta aquí son todo casualidades, pero Muchnik va más allá, por cuanto atisba un mayor enemigo que en el ebook, en la molicie a la que nos inducen los teléfonos inteligentes. Le llama la atención la perezosa holgazanería que nos hace estar atados a esos aparatos a las nuevas generaciones, y que nos resta un tiempo precioso para disfrutar de un ocio de calidad. Hace poco, un escritor de los llamados emergentes , denunciaba que sus lectores desperdigaban su atención entre Vodafone y las páginas de sus novelas ( semejante epíteto le encasquetó el entrevistador y es curioso, porque la economía y su influencia derrama su gracia hasta en el habla cotidiana, ya no se es prometedor, sino emergente, y lo dice un economista). Una queja amarga que se suma a la de la vieja gloria de la edición, que añade un futuro de distopía en el que el lector no precisará leer, sino que tendrá un disco duro instalado en su garganta, que irá sugiriéndole diversos textos y lecturas para que no sea precisa ni la cultura, ni la lectura ni la erudición. Para no agotaros, hemos dejado la lectura de los dos libros en su sazón, las ideas que proyectan a fin de abordar en la siguiente publicación, cuáles son los problemas que afronta la literatura. Pugnaremos con las distintas visiones que acerca de los derechos de autor tenemos los lectores, y las distopías que barruntamos para el futuro editorial.
El Dublín de Leopoldo Bloom |
Por último, no hace falta que lean el Ulises de Joyce, que es una joya literaria, pero que nos deja exhaustos. En mi caso, lo he leído dos veces, en la primera fue un rayo fugaz, puesto que apenas me había enterado de las analogías épicas, algo sórdidas, y de los juegos semánticos, linguísticos, que el ocurrente verbo de James nos sugiere. La segunda, con referencias, disfruté mucho más. Se me pierde en las retamas de los recuerdos, el escritor que quiso hacer una Ouija para que el propio Joyce nos aclarase algunos aspectos de su obra que nos son todavía oscuros. Este malévolo escritor, aparte de musitarnos este juego, se sospechaba versallesco que ni el autor supiese exactamente el sentido de su novela. Entraríamos en un campo propicio para Wittgenstein, que visionario enfocó su sabiduría a desentramar el intrincado laberinto en el que nos sumergen la semántica y el lenguaje, problema que tenía que abordar la filosofía sin más demoras. Para cada lector hay un Ulises, sin duda.
Pues sí que me leí, hace mucho, el Ulises de Joyce, y más recientemente sus Dublineses, pero estas Dublinescas de Mario Muchnik, lo mismo que la obra de Vila Matas, me son desconocidas. Me ha gustado mucho tu reseña, que más que reseña en sí es todo un despliegue en prosa incluso poética, y he aprendido sobre bastantes cosas que ignoraba. Yo también soy un poco mitómana y no me extraña que autores como los que citas también tomen referencias sobre los grandes escritores de otras épocas y la bohemia en la que se hallaban inmersos. Lo mismo el final del s. XIX que el periodo de entreguerras del XX son periodos donde artes y letras florecieron especialmente y sirven muy bien como referencia para otros escritores contemporáneos. Y respecto a la irrupción de las nuevas tecnologías, pasará lo que ya está pasando, que eso de escribir para vivir y vivir para escribir se acabará muy pronto, porque con ellas también ha llegado la piratería, y porque la gente ya no aprecia la literatura de calidad, ahora leen memes por whatsapp.
ResponderEliminarUn abrazo, Sergio y muy feliz finde. Comparto tu entrada en mi perfil con mucho gusto.
Muchas gracias por tus comentarios,que son más preciados por mi por venir de una maestra.Aunque no queda claro,sacaba a colación en el último párrafo al Ulises de Joyce porque si quieres disfrutar Dublinesca,tienes que tener en mente la obra del irlandés para apreciar verdaderamente los guiños del catalán.¿Y quería preguntarte si conocías a Jules Pascin,el Príncipe de Montparnasse?Es un pintor genial de muy trágico final,que vivió su vida con pompa y apurando hasta su último trago....
ResponderEliminarA mi me paso desapercibido en la primera lectura-además no había Internet,que saciase nuestra curiosidad y es un ejemplo de que las tecnologías juegan muchas veces,las más a favor de la cultura- pero en la segunda,que hice hace un año,me llamo poderosamente la atención e indague en su vida.Su obra es de muchísima calidad,juzgala tu misma como experta pintora y me dices.
ResponderEliminarLos libros de Enrique Vila-Matas son un mundo aparte para los amantes de las hipótesis individuales, las especulaciones, las teorías sobre el arte. Rebullen de ideas. De este escritor leí "Kassel no invita a la lógica" un libro basado en una experiencia personal y donde insiste en que el Viejo Continente es un muerto insepulto... Siempre lo digo, necesitaría otra vida para leer todo lo que me gustaría pero anotada queda la sugerencia.
ResponderEliminarMientras repasaba tu último párrafo, me he dado cuenta (por supuesto que nadie se ofenda, solo es una de mis rumiaciones) que los mejores escritores ingleses son irlandeses. Cuatro Nobel de Literatura, ni más ni menos. ¿De dónde proviene esa energía cultural de la pequeña isla? jejeje
Un placer leer tus reseñas Sergio; desde luego tus enfoques son frescos y originales.
Un saludo
El placer es mutuo,es un goce intelectual tenerte otra vez muy activa.En mi caso,una tarde divagando en una conversación con amigos sobre la evolución de la literatura,vislumbramos que en la exposición de motivos de los premios,llegará el día que se haga alusión a la actividad bloguera del premiad@.Hay autores que cultivan muy bien sus blogs.Un abrazo y cuidense.
EliminarEnhorabuena por el blog. Yo mismo escribí algo, hace un tiempo, sobre el fabuloso texto de Vila-Matas. Dejo el enlace por si te resulta de interés: http://cavanenmivivirmimonumento.blogspot.com.es/2013/06/dublinesca.html
ResponderEliminarMuchas gracias, Marco Antonio. Seguro que me resulta de interés. Le echaré un vistazo y te comento.
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