Se retiró su Fedora, que puso entre las perneras de rayas de su pantalón. El señor Sitges cabalgó sobre sus patas, preso de un nerviosismo y frenesí por defender a su cliente malogrado, mientras aguardaba su turno en la antesala de la biblioteca del Doctor Gregorio Marañón. La primera vez muchos años antes, dudó de si se acordaría de él y de sus pesquisas alunadas. Aquella herencia por la que acudió a ese mismo gabinete a solventar unas rencillas que le costaron sonoras acusaciones de antipatriotismo. Con vano desdoro para lo que había establecido como su causa más noble. Ni siquiera estimaba en igual grado a los niños de la inclusa de Valencia para los que había destinado una renta. La causa de Don Enrique le nublaba la razón. Era la época del error Berenguer, que a la sazón le había acarreado según el filósofo Ortega y Gasset, la pérdida de la corona a Alfonso XIII.
- ¡Qué dictablanda, dictadura, señores! ¡Auto-ri-ta-ris-mo! - En el vacilante médano de su voz, no dejaba lugares a dudas Don Ramón Gómez de la Serna, o Don Ramón a secas, que brillaba como ese monstruo de los cielos, Bitelchus, pero en sus dominios del Café y botillería del Pombo.-Miren cómo ha acabado Italia. .- Sentenciaba el hombre en el que se concitaban todas las vanguardias españolas. Aparte de Don Ramón(1) este país estaba yermo en esas corrientes que manaban abundantemente en Europa.
- Pero ellos han construido más carreteras que nosotros, Don Ramón. - Un discípulo berroqueño de Brihuega no dio su brazo a torcer, con unas mejillas a las que parecían haberle salido sabañones del frío que padecía en su pensión.
El señor Sitges patricio levantino,al que se le presumían perras, también vergüenzas, por lo que permanecía en esas rebatiñas callado y con la admiración por Gómez de la Serna incólume. Aunque se dijese que se había cepillado a la hija de Colombine(2), no quiso dar pábulo a tal infundio en su momento el señor Sitges. Con sus ojos de ángel, creía en el candor de Don Ramón, en su aura de perfección. Aun cuando su interlocutor, Don Régulo malmetía en un apartado. Merendaban chocolate con soconuscos, que el gorrón de Don Regulo nunca pagaba.
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Carmen Burgos, Colombine. |
- Aquí el menda lo vio con sus propios ojos, amigo. Para qué querría Don Ramón ponerle las manos en los pechos, si la muchacha llevaba sujetador. - La relación tenía algo de incestuoso, por cuanto Carmen Burgos, Colombine, era la pareja de Gómez de la Serna. El Pombo estaba atorrado de humo. A lo lejos las sombras chinescas, claroscuros en el café, que proyectaban los enardecidos epígonos de Don Ramón. Y por los visajes de dudas que albergaba el señor Sitges. - Y hacerle una obra si la chica no sabe actuar.
El señor Sitges hizo un aspaviento para apartar su pasado. Frisados los años cuarenta, una treintena desde que comenzó su obsesión, portaba noticias satisfactorias para su mayor desvelo, Don Enrique. El señor Sitges frunció el ralo bigote que adornaba su cara circunspecta, de desmayado intelectual. Si su cliente tenía la impotencia o a causa de su mal, podría fecundar, revolucionaría la historia, por lo menos la de su herencia, que habían usurpado. ¿Cambiaría algo? Nada, salvo razones de justicia sentimental. Había pasado tiempo, no solamente siglos metafóricos, sino reales. Desde la publicación de su libro, en 1912, había celebrado algo más que un voto matrimonial con aquel personaje, Don Enrique, que nunca quebrantaría. Trotó sobre aquellas cavilaciones, cuando la secretaria pimpolluda de Don Gregorio Marañón le llamó para que entrase al interior del gabinete del oráculo, su biblioteca.
- Buenas tardes, doctor. - Aquél hizo un ademán con la cabeza. Sus enormes entradas sobre la base craneal, ojos inquietos, que se cincelaron también en una mueca nerviosa. Abismado en un ejemplar de El sueño de Polífilo.
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El sueño de Polífilo |
- Buenas tardes, amigo. Espere un momento. - Unos segundos ingrávidos en los que el doctor Marañón posaba su pluma por unas galeradas de su próximo libro, en unas cuartillas aparte de su ejemplar. - ¿Es verdad lo que me quería decir? ¿Han encontrado su tumba?
- Se lo contaba en el telegrama. Ya sabe que deben ser escuetos, no solamente por cuestiones de índole monetaria.
Claro que sí, no están los tiempos para despreciar el money. - Ambos con el pelo cano, y peinado hacia atrás. - Se ha dado una vuelta por Madrid, supongo. Una ciudad más gris que su última vez, ni siquiera esa República en la que tantas ilusiones habíamos puesto, no trajo más que la paz de los sepulcros, junto a los generales felones. - Su eminencia suspiró por el sueño perdido de una democracia liberal. Nada se parecía a la ciudad de los albores de los años treinta que bajó el telón, para dar paso a los fotogramas de esa posguerra. Madrid, empobrecida y con alfoces como el de Argüelles en plena reconstrucción, aunque lenta, lo que dejaba siluetas espectrales que acongojaban a los niños y también al señor Sitges, cuando el dueño de su pensión contaba historias siniestras. - Ahí murió toda una familia de un bombazo, ¿no oye sus lamentos, caballero? - Por no hablar de las cartillas de racionamiento y los gasógenos, cuyos depósitos petardeaban. - En París están peor con los racionamientos, vengo de allí, pero cuénteme lo del hallazgo maravilloso.
-Hemos encontrado su cenotafio y el de su madre. - Por qué no recordar, las palabras latentes de aquella otra primera vez.
- Sí, le di la noticia, mala aunque con alguna esperanza sobre su cliente.
- Le aquejaba una impotencia que no le permitía culminar las relaciones sexuales.
- Una displasia acompañada de una malfuncion en la actividad sexual, pero que no le impedía engendrar. Ese motivo, más sus deformaciones físicas: progmatismo mandibular, piernas luengas, cejas y frente salientes. No digo como ese cronista sandio que lo comparaba con Cuasimodo. A su forma, Enrique IV de Castilla debía ser bello, pero con ese más de metro ochenta debía asustar a sus coetáneos. Esa diferencia y la impotencia sexual, asunto de estado, causó en su cliente una personalidad voluble. Momentos de euforia con períodos de gran depresión, que los felones que le rodeaban, aprovechaban para su particular medro. Especialmente ese granuja de Juan Pacheco, Marqués de Villena. Menudo intrigante. - Una racha de inspiración del doctor Marañón. - Y para ser el gran patrón de una familia importante, la más importante, como los Trastámara, se convierte en una tara nada desdeñable. No elegimos cuando nos acechan los problemas. Pero cuando le decía que probablemente habría engendrado.
- Después de su primer divorcio, bueno, de no consumar su matrimonio durante tres años.
- Tenemos constancia de que su médico hebreo utilizó una cánula de oro, que introdujo en la vulva de su mujer, por lo que muy bien pudo haberla fecundado y ser Juana su hija, y no de Don Beltrán de la Cueva. Habrían cambiado los derechos de sucesión, y nadie habría discutido la coronación de Juana de Castilla por la de Isabel la Católica, y mucho menos la hubieren llamado la Beltraneja. - Curiosamente, aquellos intelectuales creían con esas polémicas cambiar el curso de la historia, pues no escatimaban vehemencia. Como si a raíz de esa discusión, pudieran evitar que hubiere reinado Isabel la Católica cinco siglos atrás. Pero el pasado se utiliza siempre para justificar el presente. - Quizá, señor Sitges, no sea momento para que le defienda con tanta vehemencia. Sabe que todo lo que tenga que ver con los Reyes Católicos, en los que se reconoce el actual régimen, son arenas movedizas. Olvídese de esos pleitos, aunque cuénteme entonces, en qué ha consistido descubrimiento tan deslumbrante.- Y un relato de promesas solemnes, que se fundía con el entusiasmo del señor Sitges, de aires levantinos y fenicios.
Así rezaba aquella historia, en la que un estudiante de historia bisoño, Manuel Cordero Vázquez, espantado por los malos olores que despedía el retablo del monasterio guadalupense, quiso indagar por la naturaleza de dicha pestilencia. Encontró un animal, pero cuando se deslizaba por la cuerda, se percató de que en la recámara habitaban además dos sarcófagos. Tuvo miedo e intriga por saber de aquellos moradores desconocidos. Sin embargo, no se creyó lo que sus ojos estaban leyendo, sabía que una numeración romana indicaba condición regia. Enseguida, perlado por los sudores, llamó a su profesor Miguel Ángel Ortí Belmonte y éste a su vez a la Real Academia de Historia. Un amigo a su vez avisó al experto señor Sitges, para que acreditase en el deliquio de sus ensoñaciones, la plenitud de su obra, Enrique IV, y la Excelente señora llamada vulgarmente Juana La Beltraneja, que tampoco fue bien recibido en aquel lejano 1912, porque estaba de moda criticar a la patria en el presente, pero te soltaban los perros si se te ocurría como le pasó al señor Sitges, ensombrecer el pasado de una de las glorias de la historia de España, Isabel la Católica. Reciente el descalabro de 1898, con Joaquín Costa demandando un cirujano de hierro, vindicación que reclamarían años después haciendo suyas las palabras del regeneracionista los falangistas. En el año treinta, cuando el doctor Gregorio Marañón puso nombre a la dolencia de Enrique IV en su libro Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo. Su mal le podría permitir engendrar, aunque no completase la cópula. El señor Sitges aplaudió que el mayor erudito del país apoyase sus tesis. Así se conocieron la primera vez. Y en su última visita donde moraban en los años cuarenta, el Doctor Marañón le prometió que acudiría lo más pronto posible, para presenciar en primera persona los trabajos que se realizaban en el lugar del hallazgo.
Mi apreciado Sergio:
ResponderEliminarYa sabemos que para Ortega, España estaba siempre en plena decadencia. Poco nos parecíamos a la Germania y demasiado similares a los italianos, siempre tan alegres ellos, tan mediterráneos.
Por lo que parece, nuestro Enrique IV casó muy joven, a la edad de quince años, y por lo que parece se olvidó de consumar la susodicha boda. Las habladurías de un hechizo con Blanca, su mujer, hizo el resto, porque las prostitutas del lugar dejaron a nuestro Enrique IV en buen lugar.
Ortega, y ahora acerquemos el tema a lo actual, más que ningún otro escritor, cita en "La España Invertebrada" la deriva de un país lleno de errores políticos, de fanatismos religiosos y de "particularismos", esos mismos que unos llaman ahora, en unos pagos, el fet diferencial* , o bien en otros, el ADN* nacional.
Los "particularismos", para Ortega, eran la consecuencia de que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y en ese hecho, deja de compartir los sentimientos de los demás.
¿Les suena?
Paco Umbral fue uno de los mejores cronistas que ha habido en este país. En referencia al "ultraísmo", me he decantado por Juan Eduardo Cirlot, otro gran desconocido en su tierra, Cataluña, podríamos decir la causa, pero es obvio de que no es el tema, sino la definición que nos puede dar este grandísimo crítico de Arte y que podemos encontrar en su Diccionario de Itsmos y que nos dice que este movimiento va contra el sentimentalismo "fin de siglo" que se manifestó en poesía y en arte hasta el fin del segundo lustro del siglo XX. Técnicamente, si es que así se puede denominar la esencia del mensaje ultraísta, deseaba reducir la poesía a su elemento primordial, la metáfora, así como la supresión de la discursiva, del naturalismo e incluso del racionalismo, entroncando por ese lado con el movimiento dadá. Desaparición de la rima, enganches sintácticos, artículos, adverbios...y hacer que la imagen se identifique con el objeto.
Borges, Eugenio Montes, Guillermo de la Torre, Gerardo Diego, Juan Larrea, José de Ciria, nos dejarán poemas como estos: Los recuerdos caen de los árboles (E Montes); o como estos otros: Los rascacielos móviles respiran luminosamente por sus ojos eléctricos. (G de la Torre)
Bueno, pido disculpas porque otra vez me he ido del tema, cuando me hubiera gustado invertebrarme más con Ortega, pero me has puesto un cebo, Cirlot, y con él he picado.
Un abrazote muy grande
Miquel
*Hecho diferencial
Buenas, Tot, por eso apreciamos tus entradas, porque construyes vericuetos insospechados. Me ha producido mucho interés esa evocación que haces de Cirlot. ¡Qué pena que esos movimientos al margen de las corrientes principales, Cirlot por lo que he leído podría ser él mismo una corriente, sean tan difíciles de encontrar en los canales oficiales. Me hallaría incurso en alguno de sus ejemplares, desde este momento, a tal punto has despertado mi curiosidad, ¡malvado! Lo de malvado en buenos términos, Tot.
EliminarEn cuanto a Enrique IV, lo que más me atrajo hace tiempo, fue su papel de marioneta que debido a su fragilidad le hacía decaer por el medro de algunos que le rodeaban, pero sorprendentemente sí tenía una visión clara de lo que debía ser un estado moderno. Se anticipó a su hermanastra, la reina Isabel y fue toda esa propaganda posterior la que distorsionó su verdadera importancia, como precursor de muchas ideas. Y me imagina a ese ser torturado por su presunta impotencia, consumido por las dudas sobre la paternidad de su hija, y que presenta muchos rasgos de modernidad. Es ese homenaje, humilde, que produjo tantos desvelos en J.B. Sitges, lo que nos ha conducido hasta aquí. Sitges no es una invención, sí que llegase hasta los años cuarenta para con el descubrimiento de la momia, vindicar a su perdido en los anales de la historia, Enrique IV. Sino perdido, sí injustamente minusvalorado. Un saludo, Tot, cuídate, y muchas gracias por tus comentarios que abren vías inexploradas. Por cierto, esa España invertebrada que leí hace mucho tiempo, también se encuentra en las disputas de Enrique IV y esa llamada Liga de los nobles. Qué frente a validos como el Condestable de Castilla, Don Álvaro de Luna, querían abrevar en el poder real.
Si nos acercamos a la medicina moderna, Sergio, Enrique IV tenía lo que hoy se denomina "displasia eunucoide", poco más se sabe; a tener en cuenta las crónicas, pues nos vienen todas de revoloteo de los Reyes Católicos, que como bien sabemos eran claramente contrarios a Enrique IV.
EliminarEn ocasiones, cegados por la fortuna del descubrimiento de América ,sufragado por Isabel y Fernando, nos olvidamos de algunos hechos de Enrique IV, como el apoyo a la industria textil en Castilla, en detrimento de la agraria, que era, al fin y al cabo, lo predominante.
Contra él, Isabel, hermana del rey de Castilla, que casó con Fernando, heredero de Juan II de Aragón.
Y con estos, la poderosa familia Mendoza y el acercamiento de Portugal.
Si, fue, nuestro Enrique IV, un desafortunado y un, como bien nos dices, minusvalorado.
Salut. Un abrazo, Sergio
Un placer pasar por tu casa.
Y por la tuya, Tot, un blog que haces entrañable y por el que da gusto sumergirse para aventurarte en la historia y en personajes, que a veces nos resultan enigmáticos, pero siempre mágicos. Muy buenas las apreciaciones que haces, que vuelven a sumar. Muchas gracias por tus pinceladas de maestro.
EliminarNunca entendí a quienes quieren diferenciar entre "dictaduras" y "dictablanda", si no es un gobierno elegido democráticamente según las normas del estado y la época determinada, no hay caso, es autoritarismo, sin importar cuántas carreteras y/u hospitales hayan construido.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Estamos completamente de acuerdo, José Antonio. Es una opinión de un personaje de ficción, que alimenta el relato y el contexto de la época, los años treinta, los peores de la crisis económica que sobrevino con el Crack del 29. En realidad fueron una sucesión de crisis, bancaria, alimentaria, de rentas. Se desconocía entonces y en la URSS se maquillaban las cifras, pero junto al fascismo y debido a la Gran Depresión, ambos extremos más parecidos de lo que creemos, sí fascinaron a a una parte de sus coetáneos, frente a un capitalismo y las democracias liberales o burguesas, que parecían heridas de muerte. .Ese personaje se hace eco de la época.
EliminarEn cuanto a la dictadura de Berenguer fue calificada como dictablanda comparada con la de Primo de Rivera, que sí exhibió un autoritarismo mayor con medidas que se depusieron en la etapa de Berenguer..También Primo de Rivera logró realizar grandes infraestructuras en España, las primeras carreteras nacionales, las confederaciones hidrográficas, creó el monopolio de hidrocarburos CAMPSA, instituciones de crédito exterior, muchas de aquellas ideas fueron pergeñadas por su Ministro José Calvo Sotelo. Y no dejó de ser una dictadura, indefendible en cualquiera de sus aspectos, tanto la de Berenguer como la de Primo de Rivera. No digamos la de Franco.
Por cierto, mi padre que vivió buena parte de su vida en Argentina, me contaba que esa crisis del 29 acarrearía una sucesión de hechos, no solamente pero sí que torció el rumbo, que postraría al gran país americano, que estaba llamado a protagonizar una historia con un desempeño económico brillante.
Un saludo y muchas gracias por intervenir.
Sergio eres tan formal que trato de imaginarte vestido peinado sonriendo-me. No es fácil- Somos tan diferentes en lo que escribimos tu largo yo corto- Tu serio- Yo locuras -
ResponderEliminarQue termino riéndome en la frescura de esta noche preciosa donde el croar de las ranas frente a los lagos en que vivo me hacen reír, qué es lo que más me gusta en esta vida divina
Good night desde Miami
En una palabra tuya caben universos y en cambio mi estilo es hemorrágico y de aluvión. Flotan tantas ideas,que emergen a veces inasibles.En esta historia me atrapó el tesón del señor Sitges por defender un personaje nacido cuatro siglos antes y postergado por la historiografía oficial,con el fin de encumbrar a los Reyes Católicos. Un abrazo,eres grande en cada palabra e incluso borgiana,pero con ese punto de locura que te hace diferente. Cuídate.
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