L as nieves de lo vivido habían atrapado a aquella belleza blonda. Con la melena a medio caer sobre la frente arrugada, la mujer suspiraba, aferrada a un cigarrillo. Era un cascarón, que agradecía en aguas extrañas, alguna palabra en francés. Musa de los simbolistas, se hallaba por amor, en la encrucijada de un Madrid provinciano. Mientras los deudos de su pareja, Alejandro Sawa , muerto con la elegancia de una estatua medieval, desfilaban por delante del féretro. El color ceniza de la piel de Jeanne Poirier , un íngrimo sollozo, cuando Valle Inclán farfulló unas cuantas palabras en francés en honor de su esposo, para sonsacarle una sonrisa en medio de su lógica tristeza. Don Ramón continuó hablando erguido, con la cabeza aristocrática de gallego carlista; el convencimiento y los bemoles, para aseverar hasta que la tierra giraba en torno a la luna, si era menester. Sus epígonos se miraban mientras decía aquellas chaladuras entre ellos. - ¿Se...
Un viaje por la historia y la cultura