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Jeanne Poirier, musa de los simbolistas y Sawa.

 

Las nieves de lo vivido habían atrapado a aquella belleza blonda. Con la melena a medio caer sobre la frente arrugada, la mujer suspiraba, aferrada a un cigarrillo. Era un cascarón, que agradecía en aguas extrañas, alguna palabra en francés.  Musa de los simbolistas, se hallaba por amor, en la encrucijada de un Madrid provinciano. Mientras los deudos de su pareja, Alejandro Sawa, muerto con la elegancia de una estatua medieval,   desfilaban por delante del féretro. El color ceniza de la piel de Jeanne Poirier, un íngrimo sollozo, cuando Valle Inclán farfulló unas cuantas palabras en francés en honor de su esposo,  para sonsacarle una sonrisa en medio de su lógica tristeza. Don Ramón continuó hablando erguido, con  la cabeza aristocrática de gallego carlista; el convencimiento y los bemoles, para aseverar hasta que la tierra giraba en torno a la luna, si era menester. Sus epígonos se miraban mientras decía aquellas chaladuras entre ellos. - ¿Se habrá vuelto loco el maestro?

Gracias a su aureola, el otro manco de nuestra literatura, Valle Inclán, gozaba de una fama terne. Cualquier historia, antes de reconocer que la providencia y una pendencia  le habían  birlado el brazo.. Un escualo, mientras nadaba en el Océano Atlántico; el bandolero Chirico, para colgarlo de un campanario. También, que se lo había servido a unos comensales, que lo degustaron con gran placer en sus paladares. Esas historietas adornaban las tardes de los admiradores, que se acercaban al Café de la Montaña a escucharlas, sabiendo que eran falacias (aquí nos cuentan la verdadera historia del brazo del literato). Pues allí estaba Don Ramón, al lado de la viuda de Sawa, la señora Poirier. La buhardilla donde se producía la escena mortuoria, estaba alumbrada por unas lámparas de aceite, que convertían aquel lugar en un claroscuro continuo. 



Alejandro Sawa, el gran escritor español, 
patrón de los bohemios.

También se escabulló entre el murmullo, Pedro Luis Gálvez, el mejor sonetista español del siglo XX, y sablista de profesión. Le debía cien pesetas a nuestro segundo manco más ilustre. Esta vez no se le escapaba con algunas de sus manidas coartadas. - Ladrón. - Bisbiseó para sí Valle, al intuir al caradura de Gálvez escondido en la muchedumbre, que abarrotaba aquella buhardilla.  Entonces, Poirier le agarró del brazo, para no estar a ciegas en las cosas de la lengua. La mujer atribulada le explicaba que el pobre de Sawa en los últimos instantes, no se quejaba. " Mon Alejandro, mon amour" Y salmodiaba con una cantilena apenas audible sus quejas. - Querido Don Ramón, ¿sabe que nuestro Alejandro había perdido completamente la cabeza? Se lo cuento, porque a usted lo adoraba. Fue de los pocos que le visitaba. Los editores le dieron la espalda. Ahora dicen que se ha muerto un gloria nacional . No entiendo a sus compatriotas. Le negaban una mísera columna. 

De Pablo Audouard Deglaire - (1911-07-04). La Actualidad (257). ISSN 2172-0665., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=46734501
Don Ramón Valle - Inclán, uno de nuestros 
faunos literarios.



- El cinismo de la muerte, señora Poirie. En España enterramos muy bien a nuestras glorias, tan bien que le echamos palas de arena en vida, para ver si se mueren antes. - Don Ramón apuraba su francés, con gran gracia. Menos mal, que la viuda de Sawa se había aferrado a su brazo sano. 

- Pues estos últimos años han sido demasiado fatigosos. Don Ramón. 

Le narró que medio ciego, intuía nieblas a su alrededor, Alejandro Sawa no sabía dónde picotear en su Underwood. La tuvieron que vender, porque los gastos apretaban. - Antes, yo le pasaba a máquina sus artículos. Era en el fondo un moderno. Pero a veces, cuando llevaba cinco líneas, se quedaba profundamente dormido. ¿Qué podía hacerle yo, Don Ramón, despertarle? Era lo que más ilusión le hacía. Aunque roncaba como un oso. 

- Yo tengo muy mal despertar, no se lo aconsejaría en mi caso - Sonrió. - Qué despertaría a un verdadero oso. 

- Otras veces, miraba al armario, ése que ve ahí.- Un suspiro, cargado de melancolía. - Y me decía que qué hacían esos gnomos sentados arriba. Estaba como una regadera. Aunque cuando le entraba un artículo por la mente, le salía por la boca como un rayo. Yo sé escribir perfectamente en español, dudaba de algunas de esas palabras tan cultas, que tanto les gustan.


De &lt;a href=&quot;https://en.wikipedia.org/wiki/es:Narciso_M%C3%A9ndez_Bringa&quot; class=&quot;extiw&quot; title=&quot;w:es:Narciso Méndez Bringa&quot;&gt;&lt;span title=&quot;pintor y dibujante español&quot;&gt;Narciso Méndez Bringa&lt;/span&gt;&lt;/a&gt; - Los Contemporáneos, 19 de agosto de 1910, nº 86. &lt;a rel=&quot;nofollow&quot; class=&quot;external text&quot; href=&quot;https://javierbarreiro.wordpress.com/tag/sonetos/&quot;&gt;Las hembras de las Vistillas&lt;/a&gt;, novela de Pedro Luis de Gálvez, ilustraciones de Méndez Bringa., Dominio público, <a href="https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=61426101">Enlace</a>
Un semanario, a los que era
tan asiduo Gálvez, excelso poeta.



- Sí, cultismos. 

 - No tanto hablar, por mi acento, que me da vergüenza. - Por un momento, Ramón vio a la mujer de carnes albas como una bailarina de Degas, los ojos azules, y su cabeza rubia, como si el tiempo se hubiere esponjado hasta tocar el pasado. A Valle le comenzó a apretar la uretra, cuando se cruzó con la mirada de Pío Baroja. Ni Ramón ni Pío podían hablar más de un minuto, que su conversación acababa en una faramalla altisonante. Ni siquiera acordaban que el sol sale por levante. El vasco receloso, se había convertido en una celebridad gracias a su famosa trilogía Lucha por la vida, un compendio del Madrid finisecular, plagado del anarquismo que tanto admira. En aquel instante, Don Pío buriló una sonrisa porque descubrió una mancha en el pantalón de Don Ramón, al que el escozor se le hace insoportable. - Perdone, señora Poirier, dónde está el baño. 

- Allí, caballero, no se preocupe por mí.- Como si le diese la carta de la libertad.  Se parecía a un hidalgo, con su capa y chalina, que retrocediese caballerosamente. Al llegar al baño, se metió papel higiénico por los cojones, una vez que se había limpiado la sangre. Tenía una hematuria, que nunca mejor dicho, le dolía de cojones. Un galeno era un lujo que no se podía permitir. Había triunfado en las letras, funcionario en excedencia, su familia tenía posesiones que arruinarían esa pose de bohemio, pero el quería responder a un ideal de las letras. Pasar hambre y el dolor físico, para aguzar el ingenio.  

Luego apareció Don Miguel de Unamuno, que se preguntó como muchos  por el enigma de esa diva, que remedaba a una celestial estatua de Rodin. Ese estigma de elegancia natural de una Poirier ideal. Cuando se vino a Madrid con Alejandro Sawa, era una bella maciza, de carnes frondosas que frisaba la cuarentena. 


De Agence de presse Meurisse - Bibliothèque nationale de France, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=27694071
El gran pensador y novelista, vasco y español.
Unamuno.


Acabadas las exequias,  Jeanne Poirier agradeció su último homenaje al marido querido. Salieron juntos Baroja, Valle, Don Miguel y Pedro Luis Gálvez; éste último maquinaba algún soneto en una noche con un polisón estrellado. Al mismo tiempo, Don Ramón le pedía las cien pesetas, que le había prestado, y aquel le reponía que necesitaba un nuevo aplazamiento. Cuatro sombras, hablando de lo divino y de lo humano, beberían en honor de su gran maestro. Por el callejón de las Negras, donde vivía Sawa, maceraba la basura que la tibieza de la luz de los faroles, no se atrevía a desnudar. A Valle, a la mañana siguiente le alcanzó la inspiración. Un Max Estrella, Alejandro Sawa, que más que estrella, era una gloria nacional estrellada. Como sabemos, le iba a inspirar con su final dramático la deliciosa obra de teatro, Luces de Bohemia. Una de nuestras obras preferidas, dicho sea de paso. Y si se dan una vuelta por Madrid, programen una  Noche de Max Estrella, para sumergirse en la luz del fabuloso mundo valleinclanesco.

   

De http://catalogo.bne.es/uhtbin/cgisirsi/0/x/0/05?searchdata1=bimo0001542535 - http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000200851&amp;page=1, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=57436924
Luces de bohemia.


Carta de Valle Inclán al excelso Rubén Darío, en el que le relata los últimos y malos pasos de su admirado Alejandro Sawa: "Querido Darío: Vengo a verle después de haber estado en casa de nuestro pobre Alejandro Sawa. He llorado delante del muerto, por él, por mí y por todos los pobres poetas. Yo no puedo hacer nada, usted tampoco, pero si nos juntamos unos cuantos algo podríamos hacer. Alejandro deja un libro inédito. Lo mejor que ha escrito. Un diario de esperanzas y tribulaciones. El fracaso de todos sus intentos para publicarlo y una carta donde le retiraban la colaboración de sesenta pesetas que tenía en El Liberal, le volvieron loco en sus últimos días. Una locura desesperada. Quería matarse. Tuvo el final de un rey de tragedia: loco, ciego y furioso". Recabada de Wikipedia. 


Comentarios

  1. Quizá el menos conocido de los que estuvieron al lado de la Generación del 98, porque nunca le pusieron como formante de tal. Sin embargo era partícipe de la crísis social, y desde luego existencial, porque para él, como buen simbolista, el mundo el un misterio que no tenía explicación.

    Anti idealista, creía más en el "arte por el arte" y en la espiritualidad, la misma que reflejaba aquel al que le debía las cien pesetas, y que escribió uno de los mejores libros, aparte de Luces de Bohemia, y más desconocidos, se trata de La Lámpara Maravillosa, un libro de ejercicios espirituales, escrito con una riqueza de idioma que pocos libros en lengua castellana logran aproximarse.

    Quizá por eso, y porque aquella generación escribía como no escribió ninguna otra, él fue el "protagonista", el Max Estrella, el que murió pobre y ciego, el que inspiró la obra y el que dejó su impronta.

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    1. Cualquiera de esas plumas, valen un Potosí, aparte de que sus vidas reflejen un ideal bohemio, que encarnan como cualquiera de sus personajes. La de Gálvez me parece la más novelesca. Borges, que desdeñaba a nuestros prosistas, tenía como modelos a Cansinos Assens y le apasionaba la poesía de Gálvez. Una época que es una fuente inagotable de literatura y anécdotas.

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  2. Yo era un entusiasta de la leyenda de Valle así como de su literatura que he leído prácticamente toda. En la universidad me dijeron que nunca se podría hacer una biografía de Valle por la enorme cantidad de historias que se inventaba -algunas las recoges aquí sobre su brazo tullido- y que hacían indiscernible la realidad y la ficción. Aquello me enamoraba. Ni siquiera podía asegurarse el municipio en que realmente nació y así hay dos ribereños de la ría de Arousa que lo tienen por paisano. Yo creía en la leyenda maravillosa de Valle y adoraba su literatura. Hasta que tuve la mala suerte de leer una que se publicó hace unos años, La espada y la palabra, de Manuel Alberca, y me desmontó sistemáticamente el aura de leyenda de este artista singular. Sigo amando sus libros pero se me ha deshecho su niebla simbolista al hacerme ver que fue tan oportunista como cualquier otro, que mendigó momios a la república, que daba vivas a Lenin y a Mussolini, que trataba mal a su mujer que lo abandonó harta... Ha sido el libro más destructivo que he leído nunca. No debí leerlo.

    Por otra parte, una espléndida reconstrucción de la velada en torno al féretro de Alejandro Sawa que dio origen a una de las mayores obras de teatro de nuestra dramaturgia y que tan poco apreciaban mis alumnos en el Instituto a pesar de en mi entonces entusiasmo por él. También había leído ese libro del que habla Tot, La lámpara maravillosa, el número uno de su Opera Omnia. Una pena, lo digo con el corazón en la mano. Le dieron a Manuel Alberca un premio nacional por su biografía cuando tendrían que haberlo defenestrado.

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    1. Precisamente por esa niebla que se cierne en torno al personaje, se me hace más atractivo. No he leído esa biografía de Alberca, que nos acerca a un personaje de tantas aristas. Supongo que será como otra de esas leyendas mágicas. Pero hubo una poetisa chilena, Maria Teresa Wilms Montt, que quiso conocer al maestro, de una bravura imposible de domeñar. Y que tiró de sus barbas de chivo, como las describió Dario, para comprobar si no eran un postizo. La única vez que conmovido por la belleza de ese ángel caído del cielo, el gallego de muelles súbito en las ofemsas, no se disparó. Todos conocían su carácter aborrascado, novelesco pero que como describe Alberca, imposible de soportar por mucho tiempo. El tiberio más tremebundo llegaría por lo más nimio. Sigue siendo uno de mis favoritos, y Luces de bohemia, una de las obras literarias que me parecen más redondas.

      A mí me pasó con Coronación de Donoso. Nuestro profesor de literatura nos hablaba con tanto encomio del personaje, Andrés Abalos, que para nosotros no era más que un majara. Teniamos dieciséis o diecisiete años, con todas las ilusiones por gastar. Qué nos parecían galaxias lejanas, la amargura y hiel tanto del Max Estrella de Valle como el Abalos de Donoso. Luego vas mordiendo la manzana, y con el paso del tiempo, descubres el óxido de las esperanzas que se han frustrado. Me ha encantado tus apuntes, maestro. Buscaré la biografía de un idolo más que humano, repleto de grandes y pequeñas miserias.

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  3. Como desconozco la biografía de el protagonista de la entrada, me he tomado el permiso de saber un poco más de él.
    Adjunto algo que supongo ya habrás leído, pero que creo resultará interesante para el resto de lectores:
    https://digital.csic.es/bitstream/10261/12496/1/20090317093833258.pdf

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    1. Muchas gracias, Tot. Tenemos lectura para un rato. Qué maravilla, muchas gracias. En cuanto pueda, me sumerjo en esas simas profundas. Es curioso que en lo más íntimo, un epistolario, nos sumerjamos con ánimo fisgón los seres del futuro. Es broma. Pero me acabo de acordar del epistolario de Toscanini. Quizá el mejor director de orquesta de todos los tiempos. Qué vivió romances apasionados con jovencitas,que quedan al socaire de sus investigadores. A resultas de estas investigaciones, por ejemplo, sabemos que el maestro le pidió a una de esas muchachas, que necesitaba sus bragas mancilladas con secreciones del período, para poder embriagarse en sus extenuantes giras, con el olor de su recuerdo. Es curioso, que contaba dónde se producían los encuentros amorosos. Y que rompiesen porque ideologías diferentes. Seguro que merece la pena abordar la figura de este músico tan excelente, como concienciado con sus pecados.

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