Todos dispuestos en fila, con las máscaras que recogíamos raudamente de debajo de los pupitres. Cuando comenzábamos el simulacro, frente al bullicio anterior, resplandecía el sonido de la alarma. Nadie decía ni mu. Ni siquiera Alfred el sabelotodo, que nos explicaba los megatones, y la potencia de la bomba de hidrógeno. - ¡Una pasada! ¡ Castle Bravo ha detonado quince megatones!
- Una vergüenza.- Le reponía en medio de la clase, girando mi busto hacia sus pupitres.- Qué podamos destruir este mundo varios cientos de veces.
- ¿Eres comunista, Julius?
- Nada de eso.
- Se lo vamos a contar a Mcarthy.- Me rebozaban a coro, él y sus secuaces. El senador Mcarthy había despertado nuestros instintos más ancestrales en una caza de brujas, en la que cualquiera podría ser culpable. Corea era una guerra lejana, aunque estaba latente en un ambiente de miedo, que nos circundaba a todas horas, hasta asfixiarnos en nuestros propios fantasmas.
- Te perdonaremos, Julius. Al fin y al cabo, eres francés, así que eso de combatir no está en vuestra sangre. - Irradiaba pólvora en la mirada que me dirigía solamente a mí. Vanagloriándose de su poder. Según él, los franceses no habíamos combatido contra los nazis, nos rendimos enseguida. Pero mi familia era alsaciana, medio alemana medio francesa, cómo explicarle a ese zángano semejantes sutilezas. Me enorgullecía que mi padre fuese amigo del director de cine William Wyler, con el que recordaba su infancia en Mulhouse. Todos coincidimos en que Wyler vino más triste de la Segunda Guerra Mundial.
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El hongo de una bomba termonuclear, en este caso, Ivy Mike. |
Se me había ido el santo al cielo, pensando en mi rebatiña con Alfred. Mientras hacíamos la evacuación, la profesora gritaba. – Por favor, no rompáis el orden, que una evacuación se puede convertir en una trampa mortal. – Demudados en un rictus serio, ya no me pellizcaban el culo mis amigos, o me pegaban collejas. Miss Lonelyhearts movía los brazos agitadamente. Cada vez que me ajustaba la máscara al contorno de mi cara, rumiaba las vivencias de mi abuelo, un joven en la Gran Guerra. A un amigo suyo por causa de la iperita, se le encarnó e infló la cara como a un globo. Párpados, carrillos hinchados, y lágrimas por los ojos, hasta que Belmont, que así se llamaba el desdichado, expiró para su suerte. Aquella imagen y el nombre del desdichado se le había quedado tan grabado a mi abuelo Marcel, que cuando agonizaba en sus últimas horas, el pobre lo llamaba como si Belmont fuese a salir de las tinieblas del otro mundo para ir a parar a su habitación. Así con esos pensamientos lúgubres, columbraba a toda la clase, con el sótano a oscuras. Estábamos todos encogidos, cuando la alarma dejó de sonar, y se hizo la luz. Un fiat lux, para traernos a nuestras vida de nuevo. Entonces el sabelotodo de Alfred dijo en alto que esos simulacros no servían para nada.
- ¿Cómo dices, Alfred?
- Lo más duro no es bajar al refugio. Sino quedarse encerrado durante meses, hasta que la radiación baje. Estamos bien pertrechados de conservas, pero no de paciencia para soportar un encierro semejante.
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La Guerra de Corea, que tanta importancia tuvo en la Guerra Fría. |
Al llegar a casa, todavía me sonaba la letanía de Alfred. Que adornó su relato con un paisaje lúgubre, y con todo el agua contaminada. - ¿De dónde beberías, Julius? - Continuaba con su descripción de un mundo apocalíptico, que nos producía no pocas congojas. El sol oculto tras una nube radiactiva, y la lluvia, que retroalimenta el ciclo de radiación. - No podrías beber, Julius, agua buena, y al final, solamente sobrevivirían las cucarachas. No hay escapatoria. - En su risa, asomaban los dientes amarillos. Era verdad, no había escapatoria. ¡ Qué miedo! Había llegado a casa, saludé a mis padres que escuchaban una emisión radiofónica. El caso de los Rosenberg parecía todo un serial, y suscitaba toda clase de debates. El país entero estaba al cabo de todas las novedades, que surgiesen en torno a este asunto de espías. Lo tenían todo, comodidad, un futuro prometedor. Se había desvelado que ella, Ethel, había soñado con ser corista. Los más ínfimos detalles de la vida del matrimonio Rosenberg salía a la luz, porque los plumillas sabían que era un éxito asegurado para sus manchetas.
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El matrimonio condenado a muerte por supuesto espionaje. |
- Por su culpa los rojos tienen la bomba nuclear. Cualquier día nos llega un avioncito con un regalo, querido Albert. - Le reprendía mi tío Joe a mi padre, con una mueca desdeñosa. Abría su marfileña caja de dientes.- ¿Cuántos morirán por la culpa de la dulce pareja?
- No me creo que ellos hayan sido capaces de destripar todos los secretos de Los Álamos.
- Son comunistas, ellos mismos lo han ratificado, y su cuñado, un maquinista del complejo de Los Álamos, ha confesado que con la ayuda de los Rosenberg, pudo pasar secretos a los soviéticos. - Se trataba de David Greenglass. La última pieza del eslabón que llegó hasta el matrimonio Rosenberg: Allan Nunn May, Klaus Fuchs, Harry Gold, hasta tocar al cuñado. Todos ellos brillantes científicos, menos el familiar de los Rosenberg.
- El cuñado puede mentir para salvar el pellejo, Joe.
- ¡Pobrecitos, dicen que no creían moral que una superpotencia por sí sola tuviese un arma tan mortífera! Han traicionado a su país, y por eso merecen la muerte.
El matrimonio pasó por la silla eléctrica. Los primeros civiles ejecutados durante la que se denominaría más tarde como Guerra Fría. Muchos se alegraron, sin embargo, su papel fue sin duda más que secundario en esa trama. Lo supimos más tarde, que la verdadera estrella de aquella red de espionaje había sido Klaus Fuchs. Gracias a su información técnica, resultó ´más sencillo no sólo reproducir la bomba de Hiroshima, sino que comunicó a los soviéticos, la capacidad de producción de uranio y plutonio de nuestro país. Una información clave para saber el número de bombas de las que podrían disponer en Washington para acometer los frentes europeos, una China comunista a la que el narcisista General McArthur, quiso bombardear durante el conflicto coreano. La conclusión en Moscú fue que no podrían atender a todos los frentes. La red por entero fue condenada a penas menores. El propio Fuchs al máximo que permitía la legislación inglesa por espionaje a favor de un país que por entonces Reino Unido consideraba aliado, un total de catorce años, que no cumplió integramente. Lo que resaltaba la dureza de la sentencia contra los Rosenberg, en mi opinión, y es un reflejo del miedo que vivíamos por entonces, en plena era del mcarthismo. ¿Sería un aviso para navegantes para quienes quisiese aventurarse en el proceloso mundo del espionaje ? Prometía muchas aventuras pero no pocos disgustos. Yo me incliné por la ingeniería aeroespacial. El Sputnik sembró otra vez el país de muchas desesperanzas. Si bien, sería una historia para contarles en otra ocasión.
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Evolución de las cabezas nucleares. |
Se suele hablar de la histeria anticomunista y el macartismo, pero no debe olvidarse de que toda la URSS, media Europa, además de China y Corea del Norte eran comunistas, y el comunismo estaba extendiéndose por el sudeste asiático y América Latina entre losmovimientos guerrilleros. Hubo un momento en que el mundo libre, el nuestro, pareció estar a punto de ser aplastado por el mundo comunista que además era fuerte en Europa occidental en países como Francia e Italia. No parecía una broma en aquel contexto. Se lo ha llamado histeria pero la situación era extremadamente peligrosa porque las ideas comunistas eran extremadamente expansivas, incluido Estados Unidos donde había muchos en puestos clave. Supongo que la resistencia frente a él tuvo que tener lugar de alguna forma. No puedo comparar la represión dentro del orbe comunista, total y absoluta, frente a la suave represión occidental incluido el macartismo que ha sido un motivo de mofa y befa y frente al que bastantes cineastas resistieron porque estaban en una sociedad libre. Del matrimonio Rosenberg, sé lo justo, tu relato evidencia que no fueron esenciales en el caso de espionaje y que pudieron ser unos chivos expiatorios frente a otros mucho más responsables.
ResponderEliminarComo muy bien dices, Joselu, no son fenómenos equiparables y es verdad que Hollywood ha caricaturizado el macartismo. Aunque no es menos cierto que hubo momentos de verdadera psicosis, puesto que habían evidenciado que los sovieticos habían logrado penetrar en muchos ámbitos de la vida estadounidense. Klaus Fuchs en el Proyecto Manhattan, Otto Katz en el que se inspirará Curtiz para la fabulosa Casablanca, y que fue acogido con fervor y el glamour con el Hollywoid se entrega a sus figuras muy admiradas, para sembrar simpatías por la ideologia comunista en el mundo del celuloide. Los llamados circulos, que no siempre conscientemente, se manifestaban según los intereses de Moscú,compuestos por personajes famosos, de los cuales uno, sí que tenía hilo directo con Moscú.
EliminarEn ese proceso se cometieron no pocos excesos, que si los comparamos con las barbaridades que se perpetraban en el campo soviético, son peccata minuta. Algunos como Jules Dassin se exiliaron.
También es verdad que hubo otros intelectuales que fueron conscientes de la brutalidad bolchevique. Un Ernesto Sabato que un poco antes de esa época investigaba en el Instituto Curie, Koestler, o Andre Gide, repudiado por denunciar los abusos y crimenes de la dictadura soviética fueron capaces de discernir su vesania. Porque no hay más ciego que el que no quiere ver y son notorios los que alegaron desconocimiento de la barbarie soviética, una vez que las evidencias se demostraron palmarias. Por haber, hasta escritores considerados de derechas, que creian que el autor de Archipiélago Gulag, exageraba. Qué bien lo hicieron para ocultar la magnitud de sus genocidios. Son incomparables. Como bien dices.
Solzhenitsyn vino a España poco antes de la muerte de Franco y en Madrid vio el ambiente de una dictadura que tan poco tenía que ver con la que había vivido él en la URSS. Entonces, viendo la prensa en los quioscos, afirmó que "esto no es una dictadura". Ante esta opinión que había que comprender en su contexto, varios intelectuales, entre ellos Juan Benet...
EliminarExpulsado de la URSS en 1974, tras una visita a España en 1976 la revista española Cuadernos para el Diálogo irremediablemente perdió gran parte de su prestigio publicando un indigno artículo del plúmbeo y herrumbroso novelista Juan Benet contra Solzhenitsyn, en el que además elogiaba al Gulag como gran institución del marxismo-leninismo. Un repugnante ejemplo de la arrogancia ignorante de algunos intelectuales progres. El escritor y disidente ruso demostró en el programa televisivo de José María Íñigo que conocía muy bien y comprendía -muchísimo mejor que los intelectuales izquierdistas y algunos académicos españoles hasta el día de hoy- las enormes diferencias entre Autoritarismo y Totalitarismo, al comparar la dictadura franquista con la dictadura soviética
Saludos
Estoy completamente de acuerdo, Joselu. Me referia a Camilo José Cela, que en su ceguera también creyó que Solzhenitsin pecaba de grandes excesos en su famosa trilogia. Evidentemente, la dictadura franquista vivió muchos episodios y períodos, donde varió y pasó de una fuerte represión en la primera posguerra, a un autoritarismo que se reblandecio con los años. Incomparable con el tolitarismo bolchevique. Juan Benet, cuya prosa nunca me terminó de llenar, se obceco en el yerro por puro desconocimiento. Hubo otros autores, artistas, que fueron capaces de entrever más allá de la propaganda. Es curioso, que en los años de los que hablamos, hasta se temió que Inglaterra coquetease con el comunismo. No en vano, hubo más carestía y racionamientos que en la propia guerra porque se desviaban parte a una Alemania devastada y hambrienta. También los sovieticos jugaron a la mascarada de las democracias, hasta que decidieron acabar con esa fachada de impostura. La revolución de la Alemania comunista en esos primeros años, fue una rebelion contra los planes quinquenales que les succionaban hasta el último gramo sudor. Y algunos progresistas con todo el rebozo, te comparan el totalitarismo de la nomenklatura soviética con el franquismo, y en tono ofendido, condenan al último como algo infinitamente peor.
EliminarSe muy poco de todo lo que se aquí se ha escrito. Sólo, ya ves que cosas, me suena Philby y el MI5 inglés. No me preguntes porqué, quizá porque siempre me cayó simpático.
ResponderEliminarDe Sábato no sabía nada más allá de sus libros, y de ellos mi preferido por visionario, Abbadon el Exterminador, que aunque tiene mala prensa por "experimental", yo lo que vi fue poner en su sitio con años de antelación todo lo que se le venía encima a Sudamérica en general, y a la Argentina en particular con su política dictatorial. El "Nunca más", libro póstumo, no fue un libro para ser leído, sino para ser llorado. También lo tengo en mi blibioteca.
No se lo que hizo Mc Carter, pero me atenaza pensar que hubiera sucedido si la guerra la hubieran ganado los alemanes en su búsqueda de la pureza de la raza aria, o los partidarios de Stalin, teniendo como logro primigenio los planes quinquenales a cualquier precio, y siendo este el de los prisioneros que no pensaran como él.
Un abrazo.
Salut
Sabato es uno de mis escritores favoritos, y suelo revisitar sus páginas cada poco tiempo. Como imtelectual, de una honradez absoluta, abjuro del comunismo cuándo se percató de sus horrores. Cualquiera de los dos totalitarismos, comunismo o nazisno, nos habrían sobrecogido, Tot, de haber triunfado. Una delicia leerte.
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