Imaginemos
unas muñecas rusas. Una metida dentro de otra, desprendiendo la magia de muchas realidades, que viven envueltas en más y sucesivas realidades. Con esa mística, a los quince años me demoraba en hondas reflexiones, con uno de esos juegos de muñecas rusas. El polvo atravesado por rayos de sol, danzaba en torno mío. Para llegar a la conclusión, de que nuestro universo podría ser una mota de polvo dentro de múltiples realidades superiores. Así, los veristas sin llegar a esa realidad imbuida en varias "verdades", creen que la realidad es como un escenario. Un teatro, dentro del teatro de la vida. No pocos autores habían llegado a semejante colofón, sin embargo, los veristas iban mucho más allá, y en sus representaciones, el público formaba una parte más de la obra. En algunas de ellas, los cantantes se mezclaban con los espectadores, les preguntaban por su dilema, normalmente amoroso.
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Ruggero Leoncavallo, el magistral músico italiano |
Por eso hoy nos lanzamos a explorar las capas y más capas de verdad de Pagliacci, la ópera verista más conocida, junto a la Cavalleria rusticana. Hemos comprado unas entradas para los lectores del Azogue. De esta guisa dicho, Pagliacci quizá no les suene de nada. Pero aclaremos que Vesti la giubba es una de las arias más famosas de la historia de la ópera, sin duda. Asociada a la crueldad del espectáculo y de la vida, que por mayores que sean nuestras cuitas, todo ha de forzosamente continuar. Con ella, el gran Enrico Caruso alcanzó la cifra de un millón de copias de discos de piedra vendidos por primera vez en la historia. Fue el primer hit. En cualquier caso, abramos los ojos, porque la opera prima de un Ruggero Leoncavallo, está presta a comenzar con un prólogo, que tiene su historia. Leoncavallo como meritorio, rogó al famoso barítono francés, Viktor Maurel, que le apoyase. - Podría interpretar el papel de barítono, maestro. Su inclusión en la nómina de artistas, será el mejor reclamo para un público, que le adora.
- Por supuesto, siempre que compongas alguna pieza especial para mi lucimiento, caro Ruggero.- Le repuso avieso, mientras se atusaba sus bigotes el señor Maurel. Los divos nunca nos sorprenden con su afán de ser únicos.
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Victor Maurel, el barítono consagrado, que ayudó a Leoncavallo |
Fue entonces que con la obra terminada, que a Leoncavallo se le ocurre componer un introito para Maurel, que se convierte en el decálogo del Verismo. Hágannos caso, querido lectores. Todo lo que ocurra a partir de aquí, no es ficción, sino la más pura verdad. Los actores sienten, son de carne y hueso como ustedes, viene a decir este prólogo. Entiendan este juego de muñecas rusas, Maurel que interpreta a Tonio que a su vez interpreta a Taddeo, uno de los personajes de la comedia del arte italiana, nos recuerda que el escenario es tan real como los asientos en los que nos arrellanamos. Sus sentimientos hechos de los mismos retazos de realidad que los nuestros.
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Los payasos, Canio, han llegado al pueblo |
Nos transportamos enseguida a una noche de calor intensa de agosto. Nos tentamos las ropas, de corte decimonónico, cuando ha llegado una compañía de circo a una pequeña localidad del sur de Italia, con toda su albórbola. Es la festividad de las vírgenes de agosto, ayer mismo. Su director, el payaso Canio, nos anuncia el programa, que los pueblerinos/público recibimos con gran solaz y alborozo. La comedia del arte italiana, con sus grandes personajes. Arlequín, y Colombina. Van desmontando las carretas, de una vida itinerante como la circense. Luego los actores erigen la carpa con gran ilusión, mientras los recelos de Canio van creciendo. Cree que su mujer Nedda, le engaña. Son los fantasmas de los celos, porque acaso no tiene certeza alguna y no ha cogido in fraganti a la hermosa mujer de cabellos brunos. Le reconcomen los miedos, hasta que el corcovado Tonio, rechazado por la bella Nedda, y conocedor de los flirteos de la mujer de Canio, le indica que ella se está viendo con otro. Caminan sigilosamente hasta que en la penumbra vespertina, Canio y Tonio escuchan a Nedda que tiene planeado escaparse con..... El espectador sabe que es Silvio el amante de Nedda, no Canio cuyas retinas únicamente disciernen unas sombras chinescas en aquella trocha remota. El amante puede ser cualquiera, por lo que se encamina a la carreta para prepararse para el espectáculo. Es cuando el payaso dice que esta obra, la de la realidad, tendrá un final distinto al de la obra de la comedia del arte ( una obra dentro de una obra). Es en esta parte donde caemos en el espejismo. La realidad de la ópera y la de la obra de teatro que interpretan Canio y los demás personajes de Pagliacci, se superpone. La verdad como cajas contenidas en otras, nos deleita. Es Nedda la que interpreta a Colombina, o Colombina a Nedda.
No nos da tiempo a reflexionar más, puesto que a todos nos emociona el aria en el que Canio, el payaso, ha descubierto la infidelidad de su esposa, Nedda/Colombina, a pocos minutos del comienzo de la función. Sus ojos verdes pintarrajeados, que miran caídos al pocillo que contiene la pintura, con la que debe embadurnarse su rostro. De refilón tantea al público, que se conmueve mientras Canio canta la canción, con la que chapotea en su desdicha. Pulsar en el play del gran Plácido Domingo.
no sé ya lo que digo
ni lo que hago!
Y sin embargo, es necesario...
¡esfuérzate!
¡Bah! ¿Acaso eres tú un hombre?
¡Eres Payaso!
Ponte el traje
y empólvate el rostro.
La gente paga y aquí quiere reír,
y si Arlequín te roba a Colombina,
¡ríe, Payaso, y todos te aplaudirán!
Transforma en bromas la congoja y el
llanto;
en una mueca los sollozos y el dolor.
¡Ah!
¡Ríe, Payaso,
sobre tu amor despedazado!
¡Ríe del dolor que te envenena el
corazón!
El final por todos intuido, es que Canio confunde su actuación con realidad, y se precipita sobre Colombina/Nedda, a la que apuñala de verdad. Un corro de desdichadas plañideras se cierne al cuerpo tinto en sangre de la desgraciada. Con todo, el payaso no conforme al acercarse Silvio, sabedor de la desgracia de Nedda, acaba también con su adversario amoroso. Un verdadero drama que escapa a nuestra comprensión, pero que se repite con desafortunada frecuencia. Los celos son tratados en nuestros tiempos como una enfermedad. Volviendo a la obra de Leoncavallo, era tanta la intensidad y el reclamo a la verdad que gobierna toda la obra, que en las primeras representaciones, el público se preocupaba por la salud de la actriz que representa el papel de Nedda/Colombina. ¿La habrían asesinado de verdad? Y preguntaba si estaba viva como el actor que interpretaba a Silvio. Pensemos por qué no, que los cantantes que interpretan la ópera, también tuvieran sus pendencias amorosas, superponiendo sus vidas a las ficciones de Pagliacci.
Precioso juego escénico de teatro dentro del teatro que pienso que inició Shakespeare en Hamlet cuando una compañía teatral va a la corte y representa precisamente toda la historia que está viviendo él: el asesinato de su padre, la infidelidad de la madre, la necesidad de venganza, las dudas... Estética y dramáticamente es de una potencia estremecedora como el juego que nos traes aquí. He visto el aria cantada por Plácido Domingo y la he sentido poderosísima y conmovedora. El momento en que Canio descubre que Nedda/Colombina le es infiel, el espectador siente su terrible dolor. No sé si el amor sería mejor sin celos, pero sin duda sería algo diferente. Hay parejas abiertas en que los escarceos amorosos entran dentro de su juego de pareja, pero no es el caso de Canio que ve cómo personaje y hombre real -doblemente- la traición de su amada. Realmente conmovedor y el juego que recreas es extraordinario. Entiendo la confusión del público. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Joselu, por leerlo y por el vibrante juego shakespeariano. Es otra época, en la que discurre la historia, aunque igualmente trágica. Otro debate que se abre, es la naturaleza de los celos. Por otra parte, Leoncavallo para defenderse de la demanda de Catulle Mendes, que había compuesto una trama con argumento muy similar, declaró en el juicio por los derechos de autor, que su padre que era juez, había presidido un juicio con un acusado por los mismos crimenes.
EliminarCuriosamente, sobre esta ópera se han cernido las garras de una censura, que todo lo descontextualiza. A saber, que es un argumento heteropatriarcal, con los cánones biogenero de siempre(el género biológico hombre mujer). Otelo de Shakespeare/Verdi también sufren la ojeriza de esta turba, que llama a la censura, una adaptación a nuestros tiempos. Me lo confiesa una amiga feminista, a lo que le repone otro amigo, que quedaría muy almodovariano que Canio y Silvio se fuguen juntos, buscando que su amor triunfe. Otelo, por supuesto, nunca podría ser interpretado por un blanco con la cara pintada de negro. Nos hubiéramos perdido al gran Mario de Monaco, quizá el mejor Otelo verdiano. Además, que como dijo una flamante periodista italiana, el negro celoso explota estereotipos racistas. En eso pensó Shakespeare, que buscaba el exotismo del personaje, como reclamo para su obra.
Cinco personajes entre los celos y la manipulación tejen una comedia maravillosa. En los celos se nutren y se arremolinan sentimientos dispares y siempre intensos. Es territorio fértil para crear buenas obras. Pocos escapan a su tentación. La venganza por despecho amoroso anida en algún rincón del corazón enmascarada de alivio al dolor. Guardadas todas las distancias literarias, pienso en "Medea y Fedra" de Eurípides.
ResponderEliminarQuizá Leoncavallo haya querido realizar esta exageración de los celos como reflexión sobre esta deformación del amor o quizá por propios motivos, para desquitarse. Sea como fuere es un lujo leerte. Siempre me asombran tus historias.
Un abrazo.
Muchas gracias, Marybel. Siempre abarcando con tu literatura, espacios a los que no llegan las historias de mis entradas. Magnífica coda la de Medea y Fedra. Dos mujeres a las que los celos destruyen, sembrando la muerte a su alrededor.
ResponderEliminarMerecerían una entrada como ese Jasón y los Argonautas en busca del Vellocino de oro, que siempre me han fascinado. Odiseo no digo más. Otro de los personajes soñados por cualquier joven. Cuando digo que la Odisea y la Iliada son tremendamente divertidas, observo los párpados de mis sobrinos y de mi hijo, que pesados caen sobre mí, conmiserativos. Está bien que lean más cosas que Tom Gates. Perdona el desvarío, Marybel.