Isabel, Isabel, te llamo y no me contestas.- Quejicoso le salía un hilo de voz al provecto hombre que venteaba aquellas cuitas al espacio de nadie. Solitario vagó por la remembranza de sus palacios. ¡Qué fue de los valses dulzones de la gran sala, donde brillaban las charreteras del viejo emperador, él mismo! Parecía que ella todavía le sonreía allí, bajo la lámpara de araña maravillosa que como Aracne tejía el tiempo y lo paraba para aquellos que se refugiaran bajo su protección. Recordó entonces cómo en la lontananza la camarilla del emperador vigilaba a su majestad, y crearía ipso facto una cápsula de seguridad para velar cualquier amenaza. Caprichoso tiempo, que había tornado su rostro en un pergamino e hizo que ella se fuese de forma tan acre. Francisco José I de Austria nunca había sido coqueto, salvo al toparse con una linda Isabel, princesa rebelde de una hermosura indecible. Mientras giraban en la gran sala, el mundo se convertía en un espejismo ajeno a su amor.
Pero aquel oropel sufriría un ocaso rodeado es verdad, de uno de los períodos más florecientes de las artes y la cultura de la historia de la humanidad. A vuelapluma se nos ocurren los nombres de Sigmund Freud, Franz Kafka, Robert Musil, Stefan Zweig, Arnold Schönberg, Gustav Klimmt, , Max Weber, Miklós Banffy Wittgenstein, Bela Bartok. Los cafés vieneses refulgían con un brillo dorado, y todo era posible en una decadente Kakania (1). Adormecidos en la modorra de la prosperidad aparente de la Belle Epoque vienesa, praguense, húngara que tan bien nos describe Miklós Banffy en su aclamada Trilogía de Transilvania (2)que abordaremos en otro momento, a la clase dirigente le preocupaba más que una guerra improbable, seguir la estela de carreras hípicas, en las que las damas de cristal, lucían sus mejores galas. En otra esfera de la Viena imperial, para la que hay que descender unos cuantos peldaños, se encontraba el ejército bien nutrido de burócratas, varado en insufribles trámites que habían esclerotizado las estructuras del Imperio ¿ En quién se inspiraría Kafka para escribir El proceso? Nos lo imaginamos desde luego.
Asimismo y a pesar de la salida airosa que significó la Corona Dual, que equilibró a las dos naciones más poderosas que convivían en el seno del Imperio, Austria y Hungría, se asentaban en una falsa estabilidad por el polvorín de nacionalismos, éstos sí históricos, que tornaban a la Kakania de Musil en un magma de difícil contención. La Primavera de los pueblos en 1848, había evidenciado que las distintas nacionalidades, todas ellas históricas y con un pasado dorado, como los checos, con reyes que hicieron temblar el mundo, burbujeaban y querían expandirse aún con el corsé del Imperio. Todas estas contradicciones fueron ingobernables para un Emperador, avejentado por los disgustos y que pertenecía a otra época, en la que se podría ser absolutista.
Por paradojas de la historia,la Casa Real austriaca padecía la misma enfermedad confesa que el que sería su enemigo en la guerra, Rusia, un paquidermo gobernado con mano de hierro por Nicolás II ( La Pascua rusa de 1905 fue temible, y la disciplina y el terror a medio plazo, se conjugaron para que el padrecito zar se alejase de su pueblo). A ambos los magnicidios habían marcado ese retorno a la dureza como única respuesta a unos tiempos locos, en los que los asesinatos perpetrados por anarquistas, estaban al cabo del día. No en vano, su amada Sissi sería atacada por un anarquista italiano, Luigi Lucheni, que le segaría la vida con un fino estilete que le atravesaría el corazón. Nicolás tenía la lección bien aprendida, ya que a su abuelo Alejandro II, pese a toda la miríada de reformas que llevó a cabo, lo asesinaron los terroristas de "Naródnaya Volia" (Voluntad del pueblo). De mi no tendréis reformas sino mano dura, creemos escuchar esa letanía a estos personajes de la historia, que no supieron estar a la altura de sus tiempos.
Antes a su querida Isabel y a Francisco José, les acompañaría el sufrimiento más torvo que uno pueda imaginarse cuando tiene hijos. Quién se lo iba a decir de Rodolfo, un hijo alegre y el único varón. Tenía el empuje de las ideas frescas para cambiar el Imperio, sin embargo el padre, le templaba porque el ejercicio del poder requería de autoridad. - No somos como el resto de los mortales, debemos mostrarles ejemplaridad. - La familia imperial debía mostrarse a tenor de lo que decía su padre, como ángeles querubines, carentes de cualquier maldad. Rodolfo había heredado el carácter más indómito de su madre Sissi, puesto que no le hubiese importado saltarse las convenciones para modernizar el país de países en el que se había trocado el imperio tras la Primavera de los pueblos. No obstante, lo que le abismaría de su progenitor sería la historia de amor del príncipe Rodolfo con la Baronesa de Vetsera, con la que pretendía poner término a una farsa de matrimonio. Ante el rechazo de Francisco José, los enamorados deciden suicidarse en el Pabellón de caza Mayerling. Recuerdan los circunstantes que el abrumado Emperador repetía que un poco más de disciplina con Rodolfo hubiese quebrantado y endurecido un carácter tan débil "!Mi hijo, mi hijo, mi querido hijo!"Una dureza a ultranza e inflexibilidad que pesaría todavía más en el ultimátum lanzado a Belgrado tras el magnicidio de Sarajevo. La falta de cintura de un viejo carcomido por la tragedia, abocaría al mundo a una guerra de una crueldad desconocida. La denominada contienda industrial, porque la muerte se produciría a granel. Nosotros nos preguntamos después de todo, ¿cómo influiría el asesinato de su esposa o el suicidio de su hijo, para que su disloque respecto a los tiempos que hubo de vivir, se hiciese más grande?
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Nuestra Sissi, que nunca se marchita en
el formol del celuloide
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Pero aquel oropel sufriría un ocaso rodeado es verdad, de uno de los períodos más florecientes de las artes y la cultura de la historia de la humanidad. A vuelapluma se nos ocurren los nombres de Sigmund Freud, Franz Kafka, Robert Musil, Stefan Zweig, Arnold Schönberg, Gustav Klimmt, , Max Weber, Miklós Banffy Wittgenstein, Bela Bartok. Los cafés vieneses refulgían con un brillo dorado, y todo era posible en una decadente Kakania (1). Adormecidos en la modorra de la prosperidad aparente de la Belle Epoque vienesa, praguense, húngara que tan bien nos describe Miklós Banffy en su aclamada Trilogía de Transilvania (2)que abordaremos en otro momento, a la clase dirigente le preocupaba más que una guerra improbable, seguir la estela de carreras hípicas, en las que las damas de cristal, lucían sus mejores galas. En otra esfera de la Viena imperial, para la que hay que descender unos cuantos peldaños, se encontraba el ejército bien nutrido de burócratas, varado en insufribles trámites que habían esclerotizado las estructuras del Imperio ¿ En quién se inspiraría Kafka para escribir El proceso? Nos lo imaginamos desde luego.
Asimismo y a pesar de la salida airosa que significó la Corona Dual, que equilibró a las dos naciones más poderosas que convivían en el seno del Imperio, Austria y Hungría, se asentaban en una falsa estabilidad por el polvorín de nacionalismos, éstos sí históricos, que tornaban a la Kakania de Musil en un magma de difícil contención. La Primavera de los pueblos en 1848, había evidenciado que las distintas nacionalidades, todas ellas históricas y con un pasado dorado, como los checos, con reyes que hicieron temblar el mundo, burbujeaban y querían expandirse aún con el corsé del Imperio. Todas estas contradicciones fueron ingobernables para un Emperador, avejentado por los disgustos y que pertenecía a otra época, en la que se podría ser absolutista.
Por paradojas de la historia,la Casa Real austriaca padecía la misma enfermedad confesa que el que sería su enemigo en la guerra, Rusia, un paquidermo gobernado con mano de hierro por Nicolás II ( La Pascua rusa de 1905 fue temible, y la disciplina y el terror a medio plazo, se conjugaron para que el padrecito zar se alejase de su pueblo). A ambos los magnicidios habían marcado ese retorno a la dureza como única respuesta a unos tiempos locos, en los que los asesinatos perpetrados por anarquistas, estaban al cabo del día. No en vano, su amada Sissi sería atacada por un anarquista italiano, Luigi Lucheni, que le segaría la vida con un fino estilete que le atravesaría el corazón. Nicolás tenía la lección bien aprendida, ya que a su abuelo Alejandro II, pese a toda la miríada de reformas que llevó a cabo, lo asesinaron los terroristas de "Naródnaya Volia" (Voluntad del pueblo). De mi no tendréis reformas sino mano dura, creemos escuchar esa letanía a estos personajes de la historia, que no supieron estar a la altura de sus tiempos.
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El anarquista que buscaba sangre para reivindicar su ideología. |
Antes a su querida Isabel y a Francisco José, les acompañaría el sufrimiento más torvo que uno pueda imaginarse cuando tiene hijos. Quién se lo iba a decir de Rodolfo, un hijo alegre y el único varón. Tenía el empuje de las ideas frescas para cambiar el Imperio, sin embargo el padre, le templaba porque el ejercicio del poder requería de autoridad. - No somos como el resto de los mortales, debemos mostrarles ejemplaridad. - La familia imperial debía mostrarse a tenor de lo que decía su padre, como ángeles querubines, carentes de cualquier maldad. Rodolfo había heredado el carácter más indómito de su madre Sissi, puesto que no le hubiese importado saltarse las convenciones para modernizar el país de países en el que se había trocado el imperio tras la Primavera de los pueblos. No obstante, lo que le abismaría de su progenitor sería la historia de amor del príncipe Rodolfo con la Baronesa de Vetsera, con la que pretendía poner término a una farsa de matrimonio. Ante el rechazo de Francisco José, los enamorados deciden suicidarse en el Pabellón de caza Mayerling. Recuerdan los circunstantes que el abrumado Emperador repetía que un poco más de disciplina con Rodolfo hubiese quebrantado y endurecido un carácter tan débil "!Mi hijo, mi hijo, mi querido hijo!"Una dureza a ultranza e inflexibilidad que pesaría todavía más en el ultimátum lanzado a Belgrado tras el magnicidio de Sarajevo. La falta de cintura de un viejo carcomido por la tragedia, abocaría al mundo a una guerra de una crueldad desconocida. La denominada contienda industrial, porque la muerte se produciría a granel. Nosotros nos preguntamos después de todo, ¿cómo influiría el asesinato de su esposa o el suicidio de su hijo, para que su disloque respecto a los tiempos que hubo de vivir, se hiciese más grande?
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El infortunado y desafortunado
Príncipe Rodolfo, cuya visión más moderna
chocaría con un padre anclado en el pasado.
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(1) En la maravillosa Un hombre sin atributos de Robert Musil, uno de los libros imprescindibles del siglo XX, se llama al Imperio Austrohúngaro despectivamente suponemos, Kakania.
(2) Una sociedad decadente como la húngara, que se pregunta según Claudio Magris en su " incunable" Danubio por los trágicos derroteros de los magiares, desde que al Rey Magiar le alcanzase la muerte en las postrimerías de la región Baranya, cuando en su papel de bastión contra los turcos, perdió la vida. Corrían en los calendarios el año 1526. Nos recuerda al Sebastián V de los portugueses y la profecía Supra- Camoens, que tanto añoró mucho más tarde, un inconmensurable Fernando Pessoa, convencido del resurgir y el retorno a los tiempos de esplendor de la patria lusa.
Un gran trabajo, amigo Sergio, contando todos los entresijos de la corte del imperio Austro-Húngaro, que al fin desembocarían en La Gran Guerra... Felicidades por tu buen hacer!!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, maestro. Sus comentarios siempre son bien recibidos. Nos seguimos leyendo.
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