Nuestra conversación giraba un día sobre el tópico de las adaptaciones de obras literarias al cine. Ontiveros, actor de vocación y a ratos, cuando su profesión de financiero le permite mutarse en intérprete, oreaba cabizbajo monosílabos pues aparentemente defender a los gigantes del celuloide frente a la literatura, o siquiera un libro, comportaba una derrota antes de esbozar más de dos palabras seguidas ( quizá Kafka pensase en tipos como él en la metamorfosis) . Suele ocurrir que normalmente las adaptaciones si no se hacen con mimo, acaben en catástrofe. Sin embargo, a vuelapluma, recuerdo que en aquella tarde de cielos de color cerúleo como el rostro de mi alicaído Ontiveros, sacamos a colación dos estupendas adaptaciones ( las hay a discreción, pero se nos ocurrieran aquéllas, por ejemplo podríamos agregar Matar a un ruiseñor con un arrebatador Atticus Finch/ Gregory Peck, A sangre fría, El Halcón maltés, la lista sería interminable no cabe duda ).
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La maravillosa adaptación de Hitchcok y Chandler, y en la que
un equivoco dispara toda la trama
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Pero aquella tarde sólo citamos dos. Una fue la fabulosa Noche del cazador, donde un Robert Mitchum que llevó una vida paralela a la de James Stewart y murieron casi a la vez, interpreta a un reverendo colosal. La faz del mal nunca se encarnó de forma tan sublime como en el luciferino Mitchum. Todo un acierto, los escenarios y la fotografía pesan y redoblan la atmósfera de peligros que rodea a la incauta familia. El botín cuantioso de un robo tiene que ver con los auténticos desvelos del malhadado reverendo. No contemos más, pero la novela y su eco en el celuloide son magníficos. Fue entonces cuando Ontiveros empezaba a cobrar color en sus pómulos. El combate no era tan desigual como le había parecido de antemano. De las seis personas que nos arracimábamos en la terraza de La Veintocho, formando una cordial albórbola, únicamente Ontiveros y Muna ( así me llaman en mi círculo más íntimo) defendíamos la entidad del cine.
Luego se nos ocurrió - en realidad saqué a colación la película veladamente porque había releído recientemente la novela- que otra de las obras que se han adaptado maravillosamente a la gran pantalla, es el clásico del suspense de Patricia Highsmith, Extraños en un tren . Es una delicia sumergirte en sus páginas, en las que la intriga no está reñida con una literatura de corte más sutil y con una prosa con claros reverberos clásicos - una rareza en nuestros tiempos, donde vende el producto parco en literatura, más si cabe en el género del thriller-. Por no abundar en detalles, quizá haya algún venido de Marte que no hubiese leído la novela o visionado la película, dos extraños como reza el título homónimo, se encuentran en un tren. Confiesan abrumados que están atrapados en distintas situaciones y que son causadas por personas en concreto. Una confesión que se hace al desgaire, ¡ en alguna ocasión hemos perdido los estribos y le dedicábamos palabras violentas al objeto de nuestra ira!, pues en esta novela uno de los intérpretes las toma en sentido literal para cumplir la parte de su pretendido trato.
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El tren siempre escenario claustrofóbico en la narrativa
de suspense
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Luego se nos ocurrió - en realidad saqué a colación la película veladamente porque había releído recientemente la novela- que otra de las obras que se han adaptado maravillosamente a la gran pantalla, es el clásico del suspense de Patricia Highsmith, Extraños en un tren . Es una delicia sumergirte en sus páginas, en las que la intriga no está reñida con una literatura de corte más sutil y con una prosa con claros reverberos clásicos - una rareza en nuestros tiempos, donde vende el producto parco en literatura, más si cabe en el género del thriller-. Por no abundar en detalles, quizá haya algún venido de Marte que no hubiese leído la novela o visionado la película, dos extraños como reza el título homónimo, se encuentran en un tren. Confiesan abrumados que están atrapados en distintas situaciones y que son causadas por personas en concreto. Una confesión que se hace al desgaire, ¡ en alguna ocasión hemos perdido los estribos y le dedicábamos palabras violentas al objeto de nuestra ira!, pues en esta novela uno de los intérpretes las toma en sentido literal para cumplir la parte de su pretendido trato.
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Una magnífica novela de intriga |
Y es que aparte de la intriga, en la cinta se nota el trabajo de guionista de Raymond Chandler. Legendarias son las luchas entre escritores no tan acostumbrados al oficio del guión y a la síntesis cinematográfica, pero en el caso de Chandler, nos topamos con un verdadero genio de la literatura, que hizo de sus novelas un tesoro sobre todo en la parte de los diálogos. Intentar emularlos, les confieso que nos abona al fracaso, porque sus tipos duros son únicos. En Extraños en un tren, Chandler vuelve a bordar el guión, donde se ha revelado no como un consumado especialista, sino que hablamos de los tiempos dorados que él mismo propicio con su oficio : su adaptación es por ende perfecta. Highsmith estaría contenta, suponemos, puesto que la esencia de su obra está intacta, y no lastra el ritmo de la película, que es el mayor pecado cuando se intenta reflejar fielmente todo el caudal literario original. Como no puede ser de otra forma, recomendamos la lectura de la novela y que se vea la película.
Interesante artículo, Sergio, y tu defensa de un guionista genial y, a través de él, a todos aquellos que quedaron en las sombras y tuvieron un alto grado de responsabilidad en algunas obras maestras que todos recordamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Francisco Enrique, y Raymond Chandler con su meticulosidad casi enfermiza, es un novelista que me fascina. La novela negra pobló de sueños mi adolescencia y juventud. A escondidas, por ese halo de corrupción que se les suponía, y a hurtadillas de mi padre, leí El Halcón maltés, El sueño eterno, El largo adiós. De Hammett, repudié su activismo, porque nos hurtó a pesar de su altruismo, a un enorme escritor en un momento de gran fecundidad.
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