Lo hermoso
del desierto es que en cualquier lugar esconde un pozo» El Principito de Saint Exupéry.
A los adictos
a la lectura les llega un momento en que las líneas se suceden con especiosa
industriosidad y la buena literatura que acudía a su rescate en tiempos de
tribulación, parece haberse evaporado para siempre. Es entonces, cuando un ejercicio concebido como un placer, llega a tornarse en un tormento, y nos preguntamos enojados sin hallar la respuesta ¿ cómo recuperar toda aquella magia? "Toc, toc", ninguna voz sale cuando golpeamos la tapa de un best-seller, que frente a estas cuitas se muestra inerme. Un
libro tras otro, toda una barahúnda de personajes anodinos que apenas
despiertan la más leve emoción, se apelotonan en nuestras retinas, y en cuanto la casmodia parece haber prendido definitivamente, aparecen de pronto Los siete locos y un magnífico Robert Godofredo Christopersen Artl que abate cualquier
presunción agorera, con una prosa que brota a borbotones ¡Alguien frotó la lámpara y el genio apareció! Consignemos a guisa de inventario, aunque luego tendrá su importancia en la interpretación de su obra, que Artl era hijo de inmigrantes, y que tuvo una infancia llena de penurias en un hogar en el que nunca faltó la literatura ni la poesía. Su madre de origen triestino le arrullaba versos clásicos en una pieza más que parca, donde poco más que se refugiaban de las inclemencias del tiempo. Este tipo de
arrabal que se convierte en buscavidas salió en nuestro rescate, y sus andanzas por el alfoz nos recuerdan a los personajes que un asustadizo Julio Cortázar oteaba desde la ventana en su Banfield de la infancia, tal y como recordábamos en esta entrada . Aquellos caminos llenos de asechanzas en forma de bultos predispuestos a alardear de faca en cualquier trance. Pues Artl se lanza a ellos a tumba abierta a la edad de dieciséis años. Mamó por supuesto de aquel mundo que más tarde plasmaría en sus novelas y relatos, y porqué no en sus conocidos aguafuertes.
«Crearemos nuestra literatura, no
conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad
libros que encierran la violencia de un «cross» a la mandíbula. Sí, un libro
tras otro, y «que los eunucos bufen».
Roberto Arlt
(Prólogo a Los lanzallamas)
(Prólogo a Los lanzallamas)
El misterioso Robert Artl, el otro paradigma
de la literatura argentina moderna.
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Como decíamos, muchos de aquellos giróvagos abandonados en el arrabal, son reconocibles en Los Siete locos, en la que un presunto desfalco de su protagonista, seiscientos pesos, van a dar un vuelco inimaginable en la vida de Erdosain. Sus ansias por recuperar/ restituir el dinero, le hacen/ nos hacen sumirse/sumirnos en los inframundos de lo que es Buenos Aires, pero podría ser cualquier ciudad industrial, para toparnos con una
de las sociedades secretas más surrealistas y desasosegantes de la literatura. Dirigida por un personaje muy enigmático, el Astrólogo, sus hilarantes discursos encienden nuestras sonrisas. En este
panteón de piezas inverosímiles, participan El Rufián Melancólico y El Hombre
que vio a la Partera, que nos evocaba la mayéutica de Sócrates. Aun cuando a Artl le interese más la angustia del hombre moderno, no es menos cierto que aparecen ecos de la problemática de su tiempo(quizá precisamente por eso). Ideologías disparatadas que se debaten la hegemonía en un
mar de revoluciones, el fascismo, el comunismo o la falsa moral de una sociedad anticuada saldrán malparadas en sus creaciones. Tampoco se le escapará un capitalismo atroz. Desolados comprobamos que el autor argentino no salva apenas nada de un horror industrializado que se ha olvidado de los marginados a los que Artl da voz en sus personajes.
"Con los dedos trabados entre los ojales del chaleco,
el director proyectaba una mirada sagaz, a través de los párpados
entrecerrados, al tiempo que sin rencor examinaba el demacrado semblante de
Erdosain, que permanecía impasible.
Para redondear el disparate, la sociedad secreta en la que entra un incrédulo Erdosain, promueve una revolución científica, sangrienta y
definitiva. ¿Criticará Artl a los intelectuales que hablaban de un
humanismo científico que se contraponía al cristiano? Al mismo tiempo John Galton, insigne científico y estadístico, proponía la tabulación de las razas humanas, y una eugenesia que estuvo en el origen de muchas de las locuras que se iban a cometer en el mundo moderno. Lo curioso de la obra del gran narrador porteño, es que nos hace pegarnos intensas risotadas con situaciones que rayan lo grotesco, pero a la vez, nos hace pensar sobre los parabienes de las sociedades modernas. Para remate, digamos que la institución de tan preciados fines, obtiene sus recursos de una
cadena de burdeles, o que quiere propagar un misticismo industrial.
La magnífica novela de Artl
que no sacó de nuestro estado
de postración.
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Insistimos en que en Artl son de
suma importancia los personajes, emanados del cieno del alfoz que el
autor mamó desde la más tierna infancia y que como resalta Luis Miguel de
Madrid que trata de indagar en la vigencia del autor porteño en una semblanza,
en ellos descubrimos asomos del propio escritor. Que por otra parte fue un gran columnista y
ejerció la profesión de periodista con una maravillosa prosa literaria. Son sus
aguafuertes, un reguero de impresiones que iba dejando tras su maleta con
ruedas, otro de sus legados que conviene subrayar. Nos evocan en parte, como viajero impenitente las andanzas de otro grande, Manuel Chaves Nogales. Sus aguafuertes llegan a España, donde su percepción de nuestra problemática durante la II República nos aportan una visión muy original y llena de interés. Así, discurre por España y viaja a Marruecos, país en
el que va a pergeñar una de las muestras de su literatura más originales, El criador de gorilas, un conjunto de relatos donde las constantes de la literatura del platense, siguen vigentes y brillan con conclusiones más que turbadoras. Por supuesto nos encanta El Lanzallamas, porque lo mejor que podemos decir de la literatura que como el desierto, su encanto estriba en los escasos pozos que hallarás. Y en el de Artl nos hemos empachado sin duda con gran rebozo.
Artl recrea su autobiografía. |
Por último, se
comparó a Jorge Luis Borges con Artl como dos formas de llegar a la cima de la literatura,
¡ pero qué dos caminos!, porque suponen dos paradigmas distintos. Desde la erudición
de Borges a un muchacho salido del arrabal para convertirse en un periodista contaminado de calle que llegó a nosotros con un lenguaje muchísimo más crudo. Qué decir del gran maestro, Borges, cuando está todo dicho.
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