Quién no en un debate, en medio del enojo recurre a los sabios antiguos para dar más preeminencia a sus opiniones. Una tentación a la que nos aferramos, para darnos un regusto y una patina intelectual, pero a veces la cita se perpetra y adapta a las circunstancias,
reinterpretándola penosamente cuando se saca de contexto. Si no nos esforzamos
en buscarle su verdadero marco de referencia, la nueva luz llega a ser irrisoria y cegadora. Así ocurrió que se habló pomposamente en sede parlamentaria de los espejos cóncavos que
reflejaban las caras de los héroes que iban a sacar de la penuria al país. Pablo Iglesias se había sacado de la chistera una lectura inimaginable en Ramón Valle- Inclán.De esta guisa los fementidos regeneracionistas o regeneradores, se asomaban al Callejón del Gato y sus cuerpos quedaban deformados por los espejos cóncavos y convexos. Desempolvando alguna crónica de Madrid, llegamos a la conclusión de que algunas tiendas del primer Madrid del siglo XX pusieron ese tipo de espejos como reclamo para atraer a la clientela. Los viandantes se paraban a fin de desternillarse de risa frente a su silueta deformada. Aquellas albórbolas callejeras resonaron en la imaginación de Don Ramón como inspiradoras del esperpento ( hay diversas teorías en cualquier caso acerca de este asunto).
Sin embargo, el extracto escogido por nuestro parlamentario, pertenece a Luces de Bohemia como nos advierte Alberto Olmos en su divertido artículo. Max Estrella confrontaba como vieja gloria -en realidad Max es un trasunto de Alejandro Sawa (1)- con los pujantes ultraistas dirigidos por Cansinos Assens, cuya atractiva personalidad, un chambón de casi dos metros pleno de bonhomía, que con sus redes del absurdo hipnotizaba a las nuevas generaciones de las letras españolas y hasta a un escritor argentino algo pedante, llamado Borges que siempre iba agarrado del brazo de su hermana Norah- en aquel momento estaban de moda las vanguardias y los panfletos en los que los jóvenes querían deponer lo que consideraban como vetusto, aunque muchos de aquellos movimientos no tuviesen en el fondo ningún discurso estético, vagaban por metáforas grandilocuentes en sus intenciones y hueras en su trasfondo.
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El verdadero Max Estrella, Alejandro Sawa. |
Que el parlamentario hubiese escogido a este escritor, me dice que es la ceguera de una parte de la izquierda, un amigo que es liberal y al que el verdadero Valle le produce ternura. Según este liberal, la izquierda más zocata se apropia de los iconos culturales, aun cuando Valle viva ideológicamente en una galaxia muy ajena a todos, pues ya en aquella época era cualquier cosa menos reformista, fue atrabiliario. En parte creo que puede tener razón, sin embargo las líneas de las ideas son más difusas de lo que parecen. Si quitamos las apelaciones a Carlos María Isidro o al Rey del Oriamendi, los carlistas se defendían de la centralización de la administración y reclamaban sus fueros con vehemencia ¿Nos suena? Los ecos de aquellas tensiones centro-periferia siguen resonando en nuestros tiempos y forman parte del discurso de izquierda y derecha, disfrazadas en nuestra opinión de una falsa aureola de modernidad. Como nota histórica digamos que tras un reguero de sangre producido por una sucesión de guerras civiles características de nuestro siglo XIX, el movimiento carlista, con especial arraigo en Cataluña y País Vasco, languideció hasta el golpe de gracia que el dictador Francisco Franco propició descafeinando también a la falange con el famoso Decreto de Unificación el 19 de abril de 1937. Sólo se puede entender la naturaleza de este golpe por lo antagónico de los ideales de ambas corrientes sublevadas.
Asimismo hemos de recordar que Valle fue un señorito que vivió con estrecheces, y que había cultivado la miseria con afán estético, pero que tenía la malla para no caer del todo de una familia, que en cuanto las rentas escaseaban, le pasaban una asignación. O admirador de los carlistas(2) más trabucaires, Valle, era ante todo un buen reaccionario, que adoraba el valor. Gran amigo del torero Juan Belmonte, admiraba de aquél el rastro de héroe que se cita con la muerte en el redondel, y por supuesto la erudición que también emocionó al gran Manuel Chaves Nogales. Belmonte se rodeó en el Café Fornos de lo más granado de la intelectualidad madrileña, entre ellos Don Ramón ( no confundir con el otro Don Ramón, Gómez de la Serna) y cuando abría la boca, aquéllos que se sabían de corrido La Iliada, callaban anonadados del buen juicio de aquel tipo espartano en sus decires, aunque al que no le cabía reponer ni una coma. Don Juan que vivía cerca de una linotipia , y conoció a sus propietarios se convirtió en un lector furibundo en su infancia. Cuenta en la biografía Chaves Nogales, que siempre se acompañaba en sus giras americanas por unas maletas llenas de libros ( qué hubiera dado Belmonte por un libro electrónico). Pues Valle y él paseaban a caballo, mostrando su hombría y pundonor.
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Una de las parejas más tiernas de la literatura, Max y Latino, frente a la noche madrileña, llena de embrujo y un sino fatal. Fotografía gentileza de D. L.Miguel Bugallo Sánchez. (Wikimedia commons) |
Retornando al artículo de Alberto Olmos, a Max Estrella le acompaña un Latino de Híspalis, que guía al maestro intentando que algo de su magia, se le escurra por sus dedos. Para nosotros, son el dúo más entrañable de la literatura junto a la pareja formada por Lennie y George De Ratones y hombres de Steinbeck, victimas del sueño americano desvencijado tras la Gran Depresión. En cualquier caso, les recomendamos que si viajan a Madrid, se den una vuelta por el Callejón del Gato . y que por supuesto lean la fabulosa Luces de bohemia. Seguro que enseguida se atreven con el famoso Ruedo ibérico, donde aparece el Don Ramón más político y burlón. Los trajes que hace al especulador Marqués de Salamanca, que jugaba en bolsa de forma ventajista, al manirroto Duque de Osuna y al consorte de la reina Isabel, Francisco de Asís, que tenía para los cánones de la época demasiada querencia por el mismo sexo (2) , son antológicos e intencionados ( Isabel II enemiga acérrima de sus queridos carlistas y en comunión de intereses con los liberales). Por cierto, gracias a la prodigalidad del Duque de Osuna, tenemos un maravilloso parque romántico en la capital, el Parque del Capricho , que aunque un poco retirado, recomendamos su visita. En él se halla uno de los mejores búnkeres de Europa, donde algunos visitantes dicen ver el fantasma del General Miaja y a su vera, la sombra enigmática del Coronel Vicente Rojo, que le susurra la próxima estrategia.
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Dos carlistas catalanes, que posan orgullosos. Fotografía de FeliuPeña - Trabajo propio, (Wikimedia commons) |
(1) Confesamos que Alejandro Sawa es una de nuestras debilidades. Un escritor de origen suponemos griego, que viajó al París de Víctor Hugo, al que conoció personalmente. Iba tan costroso, con un rostro cetrino y barbas de profeta bíblico, que algún maledicente llegó a sospechar que era tanta la pasión que tenía por el escritor francés, que desde que le había dado la mano, no se las había vuelto a lavar. Una cocotte o chica francesa, admiradora de Sawa cuidaba del verdadero bohemio de nuestras letras, seguramente por ternura o quien sabe si los entrañados laberintos del amor, hiciese azogar semejante sentimiento en el corazón de la muchacha, pero vamos, que se le calificaba de mujer licenciosa, no cabía duda. Sin embargo, el señor Sawa estaba para pocos trotes, puesto que veía duendes en el orinal o en lo alto de su armario, en una clara sintomatología de alzheimer.
(2) Simplificando el rey consorte era homosexual, lo que causaba la hilaridad en la Corte, dada la promiscuidad de la Reina, también objeto de las burlas por su libertinaje. Merecerían un capítulo aparte sus andanzas de cama.
Muy interesante este artículo.
ResponderEliminarMuchas gracias,Alejandro.Mi problema es que fluyen tantas ideas en un marco que a veces se me hace estrecho.Son mis años predilectos,el que fuese futuro escritor comparó nuestra Edad de Plata con la moderna París o la siempre en ebullición Viena.Son palabras mayores,aunque en cuestiones literarias no exageraba un ápice.
EliminarPerdón,el futuro escritor era Alejandro Carpentier.
EliminarUn buen artículo, amigo Sergio, en el que fundes los lugares y los personajes entorno a los se movió el gran Valle Inclán, una época esperpéntica y surrealista como la nuestra, como todas...
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias,maestro.Un abrazo.Por cierto leí su maravilloso cuento de los guanches y me encantó.
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