C omo pintor he retratado a las fuerzas vivas de los Estados Unidos, y me he acostumbrado a oír sus chismes. El último, supongo que no sabrían que fuera húngaro, me hizo realmente cosquillas. De un físico nuclear y premio Nobel. - No existían los marcianos o sí, conviven con nosotros. – Les resultábamos desesperantes a buena parte de la jarca de científicos, que habían encontrado la tierra prometida en América. Gélidos como una roca de hielo, tanto como grotescos. Nuestros aires a la defensiva, no en vano, pertenecíamos a la nación más preterida de la historia. – Cuántos magiares viviendo fuera de su territorio, por culpa de unas decisiones de unos mamarrachos reunidos en la sala de los espejos. – Algunos de mis compatriotas se habían convertido en una comuna errante, de piel bruna, y esos intensos ojos verdes, repletos de pujos agitanados y veneros ocultos. Qué pensarían de uno, un enigma para sus interlocutores. Dado que portábamos con nosotros una piel con escamas, para que les
Un viaje por la historia y la cultura