El problema de la educación ( en Sumer y en España)

 Fragmentos de tablas de barro cocido. Dispersas, que se apiñaban en varios lugares, para salir de la oscuridad y volver a errar por el mundo, en diversos museos, universidades o fundaciones. En una sociedad que tenía sus clases, la del escriba se encontraba en la cúspide, como la del profesor y el sacerdote. Frágiles y súbitos picotazos, con tal de no partir la tabla con sus puntas incisivas, nos han transmitido el legado de aquellos tiempos asombrosos, a los que se remonta la primera historia. Porque como rezaba en Mito y realidad, de Mircea Eliade, con aquellas civilizaciones comienza la historia, que es el mito del hombre moderno, de ahí la necesidad en todas las cosmogonías nacionalistas, de manipularla. 

Sargón I, el acadio, enemigo de los sumerios.

Pero volvamos a las labor fascinante de los primeros escribas. Un proverbio sumerio, asume que la calidad de un escribidor no está disociada de su rapidez. Como modernas mecanógrafas, su pico cae como el de un pájaro carpintero sobre la tabla. Así nos acerca Samuel Noah Kramer con la magnífica La historia comienza en Sumer a una misteriosa civilización, la primera como decíamos que registraría hechos, de una manera muy particular, desde la perspectiva de su mundo estático. No tenían ese sentido de la evolución. Sumeria había existido desde los tiempos de la creación, asolada y cercada por los temidos elamitas, los gutis, o un Sargón I de origen semita, que fue uno de los gobernantes más brillantes de aquel pasado remoto. Esos enemigos habían existido siempre, como los caldeos. Con todo, más que aquellas civilizaciones que son como estrellas muertas, y se enumeran de corrido en los libros especializados, más que por la narración de hazañas inconmensurables de sus monarcas y de sus dioses la obra de Kramer nos atrae  por la cercanía de sus preocupaciones con las nuestras, y que nos revelan en estupendas crónicas que nos han procurado gran solaz.

El gran filósofo e historiador de religiones, Mircea Eliade. 

 Sumérjanse en la vida de un alumno, el primer pelota de la historia, como nos recuerda Noah Kramer.  El pupilo y candidato a escriba espolea a su madre, para que le termine de hacer el desayuno y antes de salir, le prepare el almuerzo(1) .Llegar tarde se considera una insolente falta de disciplina, que acarrea castigo físico (2) . Pero como refleja la tablilla de barro, esa mañana resultaría aciaga, porque se lleva varios varazos por ser un pertinaz parlanchín. Sin embargo, la pléyade de maestrillos que revolotean corrigiendo, son como moscas en comparación con el que podríamos calificar como titular, que le crucifica por su mala labor; "Tu mano no es satisfactoria". El alumno se retira con el cuerpo malogrado, pero más maltrecho su ánimo, solloza de camino a casa. Y ruega a su madre, que le ayude a solucionar el calvario que vive. 

Sello de documentos y una tablilla elamita. 

Para lo cual invitan al profesor a decenas de agasajos. Toda la familia se mueve en un ballet, le reserva las mejores viandas en la cena, y el maestro indulgente, conviene que  en realidad es una pequeña tacha. A cualquiera le cuesta levantarnos tras el día de fiesta, que se dedica al asueto. Entretanto, el padre que es escriba, no muestra más recelos y pide que el alumno delante del profesor, haga una demostración de lectura con alguna de esas tablillas que ha picoteado.  Hágase la paz, para quien como decíamos,  Krane califica como el primer alumno pelota de la historia.  El sabio judío, Samuel Noah Kramer no puede más que esbozar una sonrisa, por el pícaro epígono y al ver que los tiempos no han cambiado tanto. El maestro recibe finalmente una túnica. 

La fabulosa obra de Samuel Noah Kramer. 

Tampoco el señor Kramer rehúye el recuerdo de sus primeros días en las aulas, pero no es capaz de posar su mirada en el pasado, pues es más doloroso de lo que supone. Penachos de humo, caras crispadas de los mayores. Son una familia acomodada, pero que vive en el gueto de Kiev, con más lujos, sin embargo, tienen un destino sellado como el resto de sus congéneres hebreos. Los soldados, cosacos algunos, han intentado frenar a la masa, que les culpa de la carestía de los alimentos y al final incluso colaboran en algunos de los ametrallamientos. Un gobierno mal dirigido, en el que ha confiado el zar, les abocó a una derrota desastrosa contra Japón. ¿Quién lo iba a suponer? Su padre presentaba las fiebres de un nacionalismo ruso, que tan mal le pagaron. Mientras su madre, recitaba una catilinaria. - Nosotros no somos de ninguna parte, sino fantasmas. Hemos tenido que vivir escondidos, acaso no te das cuenta.- Aquella mañana recogen todo con las prisas del diablo, y con tal de orillar la estación para partir, se dejan muchas pertenencias personales atrás. Él que soñaba y que siguió soñando con llevar las riendas de los negocios de su padre, parecía que desfalleció en el sueño para nuestra fortuna. Porque en EEUU lleva una vida errática hasta que le llevó a descubrir finalmente la verdadera pasión de su vida,  las lenguas muertas y Mesopotamia, la lejana tierra donde nació la civilización, y a la que le dedicó el resto de su existencia. 

Samuel Noah Kramer. 

Imaginemos ahora, al sabio judío, que se enfrenta a otra tablilla de barro. Un padre, como cualquier progenitor moderno, reprocha a un hijo díscolo, que vagabundea por las plazas, sin ningún quehacer más que el ocio vacío de causas. Krane lo cataloga también como el caso de primer gamberrismo acotado por la Historia. Se desprende de las quejas acres del progenitor, que los jóvenes se organizan en grupos, las modernas bandas juveniles nos suenan de algo, formando grandes albórbolas, silbando a las bellas y prudentes sumerias, a las que alcanza algo de azoro. El padre, cree que el de escriba representa la más alta responsabilidad en el escalafón social sumerio, y exhorta a su vástago para que cambie su actitud. No le pidió más que se formase, ni le exigió renta o trabajo alguno. Es un agricultor al que las rentas agrarias le permitieron prosperar, y que quiso que su hijo, ascendiera para obtener el reconocimiento social que no alcanzó él. Con ésta última historia y los desvelos del padre, es con la que más me reconozco en mi caso. Las charlas baldías con mis hijos, para resaltar la importancia de la formación y chocar con ese muro de incomprensión como le ocurría al padre sumerio, me enternece. Este libro de Noah Kramer es una joya muy recomendable. Asoma la literatura épica de Gilgamesh, que pudo inspirarse en algunas de las primeras leyendas sumerias. Sin embargo, es la identificación con los giros del destino, las desgracias y esas relaciones familiares, entre generaciones, que parecen no haber cambiado, las que nos identifican con nuestros antepasados, que cruzaron con el registro de la historia mediante la escritura, el umbral de la modernidad y de la eternidad. 

Tablilla con lamentos, una de las especialidades de la literatura sumeria. 

 

(1) Supongo que la feminista de nuestros tiempos, nos impelería a que reseñemos que la estructura heteropatriarcal de los sumerios, como el dato más importante a consignar.  

(2) Esta costumbre deleznable e inveterada del castigo físico, no desapareció hasta hace poco tiempo atrás. En mi caso, recuerdo los reglazos en la yema de los dedos, que a requerimiento del cura profesor adquirían la forma de pezuña, para hacer más efectivo y doloroso el reglazo. Sin embargo, Don Jesús era como Jekyll y Mr Hyde. Adorable la mayor parte de las ocasiones. Hasta que llegaba el momento infame del castigo físico.