Los diarios del Conde Ciano.

 Un saco de huesos, con la espalda entera visible en un vestido más propio de una fulana, que de la hija del Duce. Pero Edda Mussolini, para disimular, se tragaba sus lágrimas. Una mujer hecha y derecha que captaba toda la atención de aquella recepción.  Nadie escuchaba los discursos y sí exploraba los gestos de la protagonista de la comidilla, que mantenía en vilo a media Roma. ¿La viuda habría perdonado a su padre? 

Cómo hacerlo, si el círculo más cercano al dictador, arrojaba cubos de inmundicia sobre la esposa afligida. Como su afición a chupar "las piruletas" de hombres maduros, o a pleitear en  público con un padre atribulado. Después de todo, Benito Mussolini  no era más que un títere en manos de los alemanes desde que Otto Skorzeny le rescatará en una operación sin precedentes. Fueron ellos los que le habían pedido la cabeza de su yerno, que sabía demasiado y que escribía diarios, como las señoritas. Esos cuadernos se habían convertido en una cuestión internacional.

 

Skorzeny, junto a Mussolini, tras su rescate.

Una vez caído el matrimonio en desgracia, la camarilla más íntima del Duce, comenzó a echar pestes contra aquellos depravados. Tanto la ya no presunta ninfomanía de Edda como la debilidad de Galeazzo Ciano por las mujeres, cuanto más jóvenes mejor. Él, enamorado de sí mismo, se había tornado en la imagen de apostura, que rondó durante la última década las cancillerías de media Europa. Antes había pasado por varios gabinetes ministeriales, fue piloto de guerra en Abisinia, hasta encontrar la horma de su zapato en Asuntos exteriores. 

El Conde Ciano, el diplomático del Duce.

Con su estilo de dandi, y la diplomacia que había superado el período de Metternich, sus formas parecían ancladas en el pasado. Al principio, no se acostumbró  a las trapisondas de los nazis. Por delante, puro facho, esbozando sonrisas. Así tuvo que soportar las befas cuando inesperadamente, su suegro, Benito Mussolini, que creía tener ascendencia sobre la criatura, Adolf Hitler, le envío a Salzburgo con la misión de frenar la ofensiva a Polonia. Corría el año 1939, y los fascistas italianos no estaban preparados para la guerra. El diplomático italiano no fue capaz de parar aquella locura, "nos  tratan como siervos" consignó en su diario y como nos cuenta la historia, la guerra se extenderá como un río de lava rojo. 

Edda Mussolini, junto a su padre, en otros tiempos, más felices.

Ciano vivió muchos momentos de tierra trágame, que reflejó con la pulcritud de una prosa a veces literaria. Como las cóleras tempestuosas, casi teatrales, con las que se encendía el Führer, cuando algo lo consideraba un agravio. "Construiremos submarinos, aviones, submarinos, aviones, más submarinos y más aviones." La farfolla iracunda proyectada en perdigonazos alrededor. Seguidamente, Adolfo arrambló con todos los oficios que pululaban por la mesa de su gabinete, y dada su vehemencia, casi se cayó de pompis al suelo. A su alrededor, los oficiales de la SS en sus ternos impolutos, o el propio Ciano, que vestía una especie de multiforme permanecieron impertérritos.  En aquella ocasión, que rememora el silencioso Ciano, Hitler no acepta el frente común de Francia e Inglaterra. Él quiere la paz,  le confiesa  al canciller italiano, como un yonqui desintoxicarse, pero luego.... por esa época, ya mostraba el líder máximo esa volubilidad que proporcionan los estupefacientes, prescritos por su médico personal, el enigmático  doctor Morell. 

El doctor Morell embargado por el paisaje, fotografía de Eva Braun.

En las comparecencias en las que informa a su suegro sobre estos detalles, éste en lugar de afligirse por los derroteros de unas hostilidades inevitables, mostrará su desprecio secular por los british.  - Sabes querido, cuál es el problema de nuestros sires. - El Conde niega con un mohín de la cabeza. El Duce alude a que hay un excedente de mujeres insatisfechas, porque no tienen varón que las consuele. Esos desequilibrios demográficos que devienen de la Gran Guerra, han provocado que la británica sea una sociedad histérica.  - No me digas, Gale, que no están desquiciados los ingleses si lloran y entierran a sus mascotas muertas. ¿Cómo van a enviar a sus hijos a luchar? Por eso no quieren la guerra, amigo. - Galeazzo vierte en su manuscrito todas estas realidades y opiniones estrafalarias de los personajes claves, que le acompañan en un período tan oscuro de la historia reciente. 

Los famosos diarios de Ciano.

No obstante, para Edda el Conde se ha convertido en una sombra espectral, a la que  llora en presencia de un funcionario de su padre, que informa puntualmente al Duce. La viuda siente la presencia de Gale en cualquier lugar, al lado en su cama. A su marido lo fusilaron, y por más que le duelen a Mussolini las palabras de su hija predilecta, ella no las borra de su mente. "Has dejado de ser mi padre" Como cuando Octavia la menor, hermana del primer emperador de Roma, conoce que su madre intrigó para asesinar al amor de su vida. Quiso huir pero como Edda volvió al rebaño familiar.

Porque si su padre, Benito Mussolini, no podía controlar a su hija, cómo regir los designios de un país en guerra. La joven ni podría ni sabría olvidar, pues un malnacido le contó con todo detalle cómo había discurrido la ejecución de su gran amor. Cinco tiros por la espalda, y una lenta agonía, gemidos de dolor. El forense se acerca, y certifica que vive. Un tiro, varios tiros de gracia, porque como los gatos, el Conde parece tener más de una vida, cuando finalmente muere con más plomo del necesario, como acredita el forense.- Gale, Gale, te remataron como a un perro. - Edda no puede superar su tristeza, sabe cómo murió el pobre de Gale. 

La controvertida intervención del fascismo en España.

Aunque qué ocurrió con los famosos diarios del conde. Esos manuscritos eran codiciados por todos y especialmente por Himmler, que se quiso hacer con ellos. Intrigas dignas de una novela de espías, dado que temían más que otras consecuencias, el desdoro que podría acarrear la imagen de fatuidad que rodeaba a los actos más cotidianos de aquellas figuras políticas. La diligente Edda supo actuar rápidamente con la ayuda de Hilde Beetz, una periodista y espía alemana, y Frances de Chollet, esposa de un banquero estadounidense, con las que montó una trama para rescatar la mayor parte de los diarios. Sin embargo, con el objeto de que no cayeran en manos enemigas, las mujeres quemaron algunos fragmentos, que a la postre, los servicios de inteligencia americanos pudieron rescatar, no completamente. Estos diarios siguen iluminando un período de las entreguerras que desembocaron en el mayor conflicto de la humanidad. Apreciable es esa especie de vodevil que se dibuja tras personalidades que en lo íntimo, rozan el ridículo. Como un Göering que con trazas de león, por su gran cabeza y su respiración acezante, parece que se va a abalanzar con un zarpazo a por los canapés de una recepción.

Hilde Beetz, gracias a la espía, tenemos los diarios de Ciano.

Por lo que concierne a España, destacan las anotaciones del noble italiano, respecto a nuestra Guerra Civil. Así como el juego del General Franco con la restauración de la monarquía en España. El avezado diplomático intuyó el fin del dictador español de demorar cualquier restitución de los derechos monárquicos. Era más una pose para tener una carta con los británicos, más proclives a la Corona. Otros miembros del Gobierno como Serrano Suñer, tendentes al Eje, muestran los equilibrismos imposibles del Régimen. Así el general es para Ciano una suerte de funambulista de la geopolítica de entonces. 

Serrano Suñer, fiel aliado de los nazis.