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La llama sagrada de la inspiración de Gabo.

 

Refugiado en el día, Gabriel García Márquez no se curó de su insomnio. Pero rebuscó las palabras olvidadas en el regazo de las nereidas, que traviesas se las habían escondido. Algo intercedió en sus razonamientos;  su nombre sonó con la prosodia de su sirvienta, que aulló que estaba la comida hecha. – ¡Gabo, Gabo, puede sentarse a la mesa!  – Imaginó entonces el escritor sumido en una crisis de creatividad, los dedos como pulpejos de la Honoria, que habían esparcido con amor el perejil y resto de condimentos en la olla. Salivó por un instante.


De Ediciones RM Verlag - https://www.funeralnatural.net/libros/pedro-paramo, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=86085299
La gran obra de Rulfo.

 

– No hay remedio. – Caminaba hacia la casa y masculló para sí, envuelto en una humareda de su puro. Era un hombre de mediana edad por entonces, preocupado, con la camisa de colores sacada por fuera, tendencia a tripear, que flotaba por el jardín de igual forma que sus tribulaciones. Cómo mantener la mascarada. Le comían los gastos y no sabría cómo vivir sin Honoria. De los otros podría prescindir, como el Manfredo que tenía una cachaza conduciendo y que parecía dormitar en cuanto le dirigían la palabra. Incluso renunciaría al amor, pero no a los guisos de la Honoria. Zahína, ella siguió gritando, como un toro que embistiese desde la lontananza. Torda, grande, la india  una mamita inconsolable, trató al gran genio capaz de crear años después la maravilla de Cien años de soledad, como si fuera un infante que portase pañales. 

Las arrugas en cambio, acuchillaban el rostro del colombiano, señales de una incesante preocupación. "¡Diez años me dura la seca!" Mantener su impostura, cuando le preguntaba un periodista por su última creación. Una vez, un plumilla sagaz, le repuso que la última historia en la que trabajaba no era como la que le había contado en otra ocasión. Y el escritor le dijo sin embozo, con risilla de cura resabiado, que había postergado el primer argumento, porque había sentido un ímpetu interior como el que a Norman Mailer le impelió a escribir Los cuerpos y los desnudos.   

De Carl Van Vechten - Esta imagen está disponible en la División de Impresiones y Fotografías de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos bajo el código digital cph.3a42824.Esta etiqueta no indica el estado de los derechos de autor del trabajo adjunto. Se requiere una etiqueta de derechos de autor normal. Para más información vea Commons:Sobre las licencias., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3070167
Mailer, el enfant terrible de la literatura gringa. 


- ¿No me diga, señor García Márquez? ¿Es usted preso de fuerzas ocultas? - Preguntó con risa de camello, si supiera lo que era eso, aunque en realidad, el reportero quiso ser artificialmente mordaz. << Gabo, Gabo, Gabo, qué la comida está lista>>. Resuena el ulular de la sirena de Honoria por todo el jardín, y él cociéndose en su estero particular de improductividad. Si escribiera de la Honoria. ¿Qué padecerá, qué sentirá? Se preguntó el escritor colombiano, que no se la imaginó refocilando con un partenaire masculino, pues la Honoria es la madre del mundo que cuando entorna los párpados, parece una actriz de una novela. Y si fuese la mulata, fruto del amor prohibido entre un hacendado rico y su regalona, una guapa sirvienta negra. No estaba para folletines, asorochado de calor. Acaso Mailer tenía sus experiencias como combatiente. Las experiencias propias, recela Gabo, son válidas, aunque para darles el bruñido de la ficción, debe surgir una varita mágica en el teclado de su Remington. Si no se siente inspirado, cómo desembocar en tamaño trance. Las drogas, no, él no era Burroughs, ni Bowles, para crear obras capitulares de la literatura americana, rezongaba cuando la Honoria le soltó una buena endecha. Otros autores, se habían silenciado, "en cuanto acabaron de contarla(1)"


De Photo credited to Varsital CopModifications by: F3rn4nd0 - modified by me fromEnglish Wikipedia Image:Gabogabo.jpg, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2776394
Gabo, firmando un ejemplar de su colosal Cien años de soledad.

- Madre del amor hermoso, señor García Márquez, el guiso se enfriará. Llevó media hora llamándole. - La rotunda señora arrugó la frente, dado que había salido a su encuentro por la demora del juntaletras. Era guapa, con esos ojos negros, sospechó Gabo. - Luego la comida no estará igual, y una, es verdad que trabaja para usted, Don Gabo, pero le gusta que le respeten su trabajo. Yo hago guisos y usted libros.

- Bueno, tiene gracia eso de que hago libros. - Replicó Gabo, con humor recóndito. La Honoria no era tan sutil para captar el azogue de su desespero. 

 - Además, señor García Márquez, le ha llegado un paquete. - Un paquete más, que no le inspirará como tantos otros que abrió en vano. Se los enviaba su editorial. Aunque llevaba leyendo como decía Stendhal tanto tiempo, para que esa espita creativa surgiese. Un escritor debe ser un lector empedernido según el gran autor galo, pero de igual forma, no le alcanzaba la inspiración. Había ramoneado por las bibliotecas en busca de la sagrada llama de la creatividad. Nada, cero, conjunto vacío. - Un mojón, concho. - Era cierto que le habían sorprendido obras, nada que se adecue a su estilo. Releer el magnífico Ulises de Joyce, o la todavía más maravillosa Isla del Segundo rostro de Albert Vigoleis Thelen, no le salvaría de su erial autoinculpatorio


Scanned by Erakis from Dover's 2002 reprint (ISBN 0-486-42444-8)
Ulises de Joyce, obra de obras del siglo XX.

Para colmo sonó el teléfono. La Honoria se enojó, puesto que su guiso se iba a hacer puñetas. Con gestos le dijo que no lo cogiese. Sin embargo, el escritor le respondió que "y si es para tener una cita con las musas". Le sonrió de forma tan granuja, que ella le concedió rendida el beneficio de la duda. Con todo, se le agrió el ademán al señor García Márquez. Que le hizo sentirse como un pordiosero. 

- Te dimos un  adelanto y todavía no he visto ninguna página escrita, querido Gabriel. ¿Me debo preocupar? Hemos invertido demasiado dinero en ti, y el director quiere resultados. - Por qué no lo hablaban con Doña Carmen, Carmen Ballcels, su agente literaria. Qué buenos tiempos viviría en Barcelona, capital de la literatura hispanoamericana cuando se mudase más adelante, luego huyó aun cuando no por las desavenencias amatorias que cruzaron los caminos de Gabo y Don Mario Vargas Llosa. El editor americano prosigue con su sonsonete zumbón. Ey, Mr Danger! 


De Elisa Cabot - https://www.flickr.com/photos/76540627@N03/7822342062, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=39113854
La inconmensurable Balcells, agente al servicio de sus escritores.


- Necesitamos ese libro, amigo. - Frenó los arrebatos del editor gringo, para que siguiese aquellos tratos comerciales con Doña Carmen. Falacia tras falacia, le engatusó con que tenía escrita buena parte de la obra, pero que su celo obedecía a que no se filtrasen detalles de la misma. Cuando colgó la comunicación, rumia el guiso frío de la Honoria, que también refunfuñó a su alrededor porque nadie le tenía en cuenta. Cómo salir de su escondrijo y de aquel laberinto que le rodeaba. No sabía lo que le aguardaba.

 

Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3499476
El brutal Rulfo, con dos obras que todavía iluminan el firmamento literario. 

Se fue angustiado a la cama a dormir; sin un atisbo de energía, por cuanto se hallaba extremadamente abatido. ¡Qué suplicio! Aunque la literatura le tenía reservado un milagro. En ese paquete que abre desmadejadamente se encuentra una obra de un tal Juan Rulfo.  Lee la portada sin mucho convencimiento: Pedro Páramo. Será la novela que le va a abrir a Gabriel García Márquez, los derroteros por los que va a discurrir su literatura en los años venideros, y que le llevarán a alumbrar su obra más reconocida, Cien años de soledad y fundar su estilo irrepetible. El colombiano recupera febril el pulso de su inspiración. Cuenta la leyenda que conduciendo su Opel, de pronto tuvo ese Fiat lux. No se estamparía por su mal manejo del carro, sin embargo, como declararía no sabemos si cargando el relato de demasiada fantasía, en aquel momento había alumbrado un libro enterito. Tuvo clara desde la primera palabra hasta la última. Y tal cual, posaría sus dedos en el teclado para arrojar ese aluvión de letras en las cuartillas que almacenaba en su gabinete. Escribe, escribe y escribe. Y confiesa que durante año y medio o dos, no lee otra cosa que la grandiosa Pedro Páramo, y la colección de cuentos del propio Rulfo, Llano en llamas. No nos extraña en el Azogue, que acudimos a menudo a la literatura del mejicano Rulfo, que Gabo para los amigos y su círculo más cercano, experimentase semejante epifanía. Otro caso aparte es que Rulfo no escribiese más allá de estos dos clásicos. Porque en diversas entrevistas decía como Gabo a su editor, que trabajaba en varios proyectos que nunca verían finalmente la luz, para infortunio de sus lectores. Así se lo confesó a Joaquín Soler Serrano en sus famosos A fondo.


De Correogsk - Trabajo propio, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=58704021
El otro aldabonazo de Rulfo.



(1) Don Mario Vargas Llosa que parecía que nunca colgaría los trastos de escritor, anuncia precisamente hoy la que será su última novela. Aunque tratándose del inmenso peruano, nunca digamos nunca. 


Comentarios

  1. ¿Lo ves? otra vez lo has hecho…aquí, en tus letras, como si de verdad estuviéramos merodeando alrededor de García Márquez perseguido por su cocinera jajaja como diría tú ¡grande García Márquez! Cómo he disfrutado Cien años de soledad, es y siempre será una de mis novelas favoritas creo que es el libro que más veces he releído en mi vida, no todo, a trocitos, sobre todo cuando no puedo dormir, con su preciosa Remedios la bellas elevándose al cielo agarrada a una sábana o mejor dicho, perseguida por ellas meeencanta el realismo mágico!, así que por supuestísimo el gran Rufo y su muerto vivísimo Pedro Páramo me parece otra absoluta maravilla, es más, hay una entrevista cortita y deliciosa AQUÍ te la dejo , que se produjo en un encuentro entre él y otro grande enorme, Borges!, que refleja en sus pocas letras la humanidad/humildad de este genio y lo entrañable que debió ser como persona… seguramente todo lo contrario que Borges que tenía fama de divo y egocéntrico, pero cómo no serlo con el cerebrazo que tenía.. debía vernos al resto de los mortales como insectos insignificantes. Todos los grandes representantes de la literatura hispanoamericana del siglo pasado seguramente reúnan parte de los cerebros más brillantes de esta cultura hispana nuestra que más allá de fronteras y características específicas de cada uno tenían en común una imaginación portentosa y una altura intelectual enorme…fíjate, seguramente por lo mucho que el papel cuché le ha dedicado los últimos años a Vargas Lllosa, no es que le procese mucha simpatía aunque reconozco que es un grandísimo escritor, solo he leído de él la ciudad y los perros donde imperaba lo mismo que hoy en el mundo, devorar para no ser devorado.. la ley de la selva, fantástica novela, aunque dibuje un perfil más que terrible y bien triste de la sociedad peruana.. en fin, que espero finalmente Gabo terminara sentándose a la mesa y degustando eso tan riquísimo que seguramente le prepararía la oronda e insistente Honoria ; )

    Un gusto enorme leerte SERGIO, tú tb eres una fantástico cocinero de letras, gracias por este delicioso plato tuyo... Mmmm ¡ riquísimo! jaja un abrazo muy fuerte y buen finde!!

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    1. Qué gusto leerte, María, con esas pinceladas tan vívidas que te alcanzan en lo personal. Cien años de soledad es de mis libros preferidos. De vez en cuando como tú, leo fragmentos pero ni flechazo ocurrió en la Casa del Libro, por la que merodeaba siendo muy joven, y de pronto, me topé con una edición económica, apilada para captar la atención de los clientes. Me procuré uno de esos ejemplares de esos farallones y no pude dejar de leerlo hasta que una amiga me sacó de semejante encanto. Solamente me ha ocurrido con La Isla del segundo rostro. Qué mi padre me recomendaba encarecidamente que leyese, pero yo como buen hijo, nunca le obedecí. Bueno, nunca no, porque una mañana, con un polvo danzarín por esos anaqueles remotos de la casa de mis padres, algo me impelido a abrir la novela de Albert Vigolleis Thelen. Y escuchaba en la lontananza, el eco de la voz de mi madre, que quería que me sentase a la mesa. Creo que esta novela es mi preferida.Mi padre tenía más razón que un santo. Un abrazo, María y buen finde.

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  2. Genial la entrevista, María. Qué gran ingenio el de Borges y Rulfo, que no se achanta y le da réplica. Borges es como decía Serrano Soler, una fiesta para la inteligencia. Quizá línea por línea y aunque no concluyese nunca una novela,salvo su biografía que es culmen de una narrativa mayor, el mejor prosista en lengua castellana o española. Con sus virtudes y defectos, es de lo más oprobioso para el Nobel, recordar a la Academia sueca su flagrante y dolorosa omisión. No me valen las excusas políticas, yo juzgó solamente el talento rebosante de genialidad de Don Jorge Luis. La entrevista ha sido un regalo.

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  3. Fue Ramón Vinyes, natural de Berga, instigador de la revista "Voces", editada en Barranquilla, quien le inspiró el personaje del librero catalán en medio de la vorágine de Macondo.

    Esa narración hace tentempié a otras de menor calado en páginas, pero no en estilo, del mismo autor. Su "Isabel viendo llover en Macondo", son corolarios de la mejor novela jamás escrita, y que no tiene un final, sino varios.
    De no más de dieciséis páginas en octavas, o sea, en muy poco terreno, no podremos dilucidar los días de lluvia que llevan seguidos en la ciudad.

    Pero lo interesante es que la señora Balcells, que supo como "arrejuntar" lo que se dio por llamar literatura latinoamericana, y puso en la misma calle Caponata, a Vargas Llosa, allá por el señorial barrio de Sarrià, frente casi a su estudio, a lo que posteriormente serían " premios Nobel", que es así como debería mencionarse la travesía, pues en casas separadas y casi enfrentadas, la Balcells los tenía, en Barcelona, controlados.

    Siguieron, dicen unos que por ego, otros que por envidia y los más que por ideología, sin hablarse, pero con la misma agente literario.
    Todo un éxito diplomático que ni los Saramago, ni los Mandelas, ni los Clinton hubieran podido soñar.

    No se suelen dar segundas partes buenas de obras primeras, no lo fueron ni las correrías de Alonso Quijano en su segundo libro, aunque bien me vale que se me diga que no se está conforme, pero nunca las segundas partes fueron lo que las primeras, y aquí sí que no hay dudas.

    No ha habido (que tiempo verbal más bello, aunque pesimista), ningún entrevistador tan penetrante como Soler Serrano, exceptuando a José Luis Balbín, pero este era más político que trascendente).

    Dejo para otra ocasión a Rulfo, pues no he penetrado en él como debiera, pero no dejo de volver a encomendar la lectura de ese pequeño libro de Gabo, de dieciséis páginas, que me recomendó un librero detrás del Seminario Conciliar, en los Antiguos Encants Vells del carré Diputació, y que me guardaba libros de segunda mano donde los podía pagar a plazos semanalmente.
    Gracias a él, pude hacerme con la pequeña maravilla del colombiano.
    Salut








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    1. Buenas, Tot, qué placer verte desfilar por aquí con tus imponentes alegatos, y descubriéndonos otros lugares recónditos del gran Gabo. No tenía conocimiento de ese tentempié, que abordaré en cuanto tenga algún momento. Frenesí de tarde de sábado, que tiene en mi caso el polisón de polinomios, pese a que la acuciante lluvia haya frenado su ímpetu.

      Balbín era otra fiesta para la inteligencia. No sé si me provocaban más expectación cuando era bastante niño la película o los debates que surgían a raíz del tema que congregaba a aquellos sabios. De Soler Serrano he visto alguna entrevista de su A fondo, que nos dejó un buen fondo de armario cultural.

      Qué buenos tiempos para Barcelona, cuando esa mujer que hizo una labor mastodóntica para la cultura, supo atraer a toda esa constelación de artistas. Creando en el ámbito hispano de las letras, la figura del agente literario. Como decía José Donoso, el excelente narrador chileno, cuya experiencia vital española moduló la intensidad de su narrativa con tonos y timbres enriquecedores, Barcelona fue la ciudad donde definitivamente creció como narrador. A la sombra de tanto autor de prestigio y al cuidado de la señora Balcells, que se ocupaba del más mínimo detalle. Ellos ejercieron la ciudadanía del mundo, que cultivaron como canon de una diáspora intelectual, y que tenía una parada obligada en aquella Barcelona no sé si mítica, pero que muchos mitificamos. ¿Se podría repetir un hito semejante en la actual urbe? No hay Carlos Barrales, qué duras pugnas con la señora Balcells, ni por supuesto doñas Carmen. El mundo editorial pertenece a otros seres que no ven más que el reflejo mercadotécnico en los balances de la compañía. Tampoco sé si a estas alturas, tú tienes más criterio que yo, Barcelona se prestaría a volver a protagonizar un episodio que todavía nos causa admiración. Un saludo, gran Tot.

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  4. Luego de leer los cuentos de Rulfo, cualquier novela de García Márquez es un mero divertimiento. Por eso Rulfo se sigue leyendo, y cada vez más, al contrario de otros autores que supieron ser más "conocidos" y otros que deberían de haberse retirado (o muerto) mucho antes.

    Saludos,
    J.

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  5. Una pena que Rulfo no fuese un autor más prolífico. Cuenta la leyenda que el escritor mexicano daba forma a los relatos que escuchaba a su tío Celerino y que una vez desaparecido éste, se le secó el prontuario de historias de su Sayula.
    Enrique Vila-Matas que explora con el caleidoscopio de su literatura esos casos raros que incluye en su nómina de bartlebys, esos literatos que un buen día se plantaron como diciendo lo que el célebre personaje de Hermann Melville: "Preferiría no hacerlo".

    "Cuando le preguntaban por qué ya no escribía, Rulfo solía contestar:

    – Es que se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba las historias. - Allá dónde descanse el tío Celerino, ese viejo más anciano que el mundo, se llevó toda su sabiduría y los cuentos que Rulfo jamás nos contó.

    Un saludo J.

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  6. Creo que nos dejamos llevar en muchas ocasiones por el corazón, cuando la racionalidad se nos habría de imponer.
    Intentaré explicarme.
    Nos influye la persona, "el escribidor", más que lo que ha escrito, si sabemos algo de su vida, salvo raras ocasiones,. Sobre todo en lo que se ha dado por llamar el boom latinoamericano:
    Borges, para mi el mejor, de largo, pero es criterio personal. Sucede que sus ideas conservadoras no lo hacen apreciable.
    Sábato: uno de los grandes, muy grandes, pero políticamente incorrecto para cierta gama de la sociedad.
    Canetti, Onetti...tienen cosas que valen la pena y navegan entre aguas
    Benedetti: insuperable en poesía, pero la derecha no lo recibe.
    Vargas llosa: muy bueno, pero la izquierda no puede con él.
    García Márquez: Dió en el clavo con un libro, quizá el mejor de los cien mejores en el mundo mundial, y todo gira alrededor de ese libro. La derecha lo denosta.
    Cortázar: su vida en Páris lo aleja de la problemática del cono sur y no está claramente clasificado, ni por unos, ni por otros.
    Rulfo: nunca fue acogido por los "de izquierda", no era de su cuerda y eso afectó su fama, al menos por aquí.
    Neruda: No hay lector conservador para este poeta.

    Y seguiría...pero ¿qué es lo que quiero decir?, que lo que debemos tener claro es que ser de derechas o de izquierdas no los hace peores o mejores escritores. Y que se debería leer los libros sin saber qué tendencia es la de la persona que ha escrito, porque nosotros prejuzgamos antes con el corazón que con la razón, y a partir de esta premisa nos otorgamos el derecho a decir si esta obra es buena o mala, no si nos ha agradado o no.

    En fin, esta es mi visión de viejo lector. Dejo muchísimos en el tintero, como Guillen y demás, pero a grandes rasgos hablo de las personas vivas y que conocemos su tendencia, luego la comparamos con la nuestra y decidimos en mor de nuestra ideología lo que es bueno o no, pero siempre nos aprieta la ideología.
    Un abrazo
    salut

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  7. Efectivamente, Tot, no se valora como se debe los méritos de un autor, dependiendo de sus inclinaciones ideológicas y es una pena. En eso sí que no tengo remilgos. Pero en otro órdenes de la vida, nos cuesta definirnos individualmente. Debemos aguardar en algunos casos no tan definidos, a ver qué dice el oráculo que puede ser un partido político, un telepredicador como Pablo Iglesias, para mostrarnos acordes con el grupo ideológico al que nos adscribimos. Así nos va. Un placer leer tus reflexiones.

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  8. jajajaja...que travieso eres...!Me has mentado la Bicha¡...jajajaja

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  9. He leído Cien años de soledad más de quince veces. Dos o tres por mi cuenta con harto placer. Recuerdo cuando nació mi primera hija leyendo de nuevo la novela de García Márquez en los amaneceres de su sueño. Fue un verano en Tenerife y disfruté muchísimo con ella. Luego la novela entró en las pruebas de selectividad de Cataluña y tuve que dirigir su lectura más de diez años a alumnos que no la apreciaban para nada pese a todo mi esfuerzo. La quemé, igual que se me quemó El Quijote que también entraba en las Pau catalanas. Ser profesor es una maldición si uno tiene que explicar o adentrarse en obras maestras. Espero que pase el tiempo para poderme implicar de nuevo en esta novela, adelantada e inspirada por Pedro Páramo que solo he leído una vez que me fascinó. La conexión que existe entre ambas obras es patente, igual que Pedro Páramo conecta con la literatura de Jon Fosse no sé si explícita o casualmente. Son obras en que la imaginación estaba en el poder, eran los prolegómenos de los años sesenta o ya abiertamente la década prodigiosa. Ahora la imaginación no es tan poderosa. En cuanto al Gabriel García Márquez político, nunca me interesó demasiado porque si me hubiera interesado me habría irritado. Me quedo con Melquiades y con Remedios la Bella. Un abrazo.

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    1. Desde luego, apabullante,Joselu.Vaya experiencia en las aulas, que te hizo diseccionar los mejores ejemplares de la literatura .Mi conocimiento de la obra de Márquez y no tanto de sus devaneos ideológicos es mucho menos profundo. Aunque he intentado leer sus novelas sin pensar en pensamientos ideológicos, disfrutando del buen oficio del maestro. Cien años de soledad es un delirio espiritual, animista y un regalo para la imaginación. Pedro Páramo de Rulfo, la obra redonda, que funciona con un engranaje de precisión, para transportarnos a esa Sayula mágica.

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