Ir al contenido principal

La conjura de los genios

 

Rastros de papel higiénico desperdigados y fecundos en sustancias pegajosas. Sobre la mesita de noche, debajo de la almohada.... A escondidas, puesto que se sentía vigilado por una madre ubicua, Doña Thelma Ducoing, que irrumpía en su pieza en cualquier momento y pondrá el grito en el cielo. "Zumbársela" como le había advertido el confesor a Doña Thelma, era pecado mortal, y podía tener consecuencias físicas para cualquier adolescente, y por supuesto, para su hijo. "Como quedarte ciego, John" ¿Cuántos Avemarías debería rezar para redimirse de su pecado? Su miembro fláccido o más bien su mente disipada, no recreaba ya las curvas de Amanda, que nunca se fijaría en un insecto como él.


De Dende - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=67669752
El genial e incomprendido escritor.

Cómo era posible sino, con ese gorro de cazador con orejeras, las camisas de franela  que madre le decía que no se quitase ni con un sol de justicia: "¡Qué horror, para quedarte en camiseta! ¡Cómo un pordiosero mi John!" Caminaba en el patio del Instituto igual que un pingüino, con los zapatos grandes, con el fin de que le durasen varias temporadas. "¡Qué previsora, madre!"  Entretanto, alguna pelota de papel le alcanzaba, y difícil resultaba descubrir al francotirador, dado que despertaba la hilaridad a su alrededor. Se reían en sus narices. 

 – Porque John, luego te puedes quemar el cuello si no te pones el gorro de cazador. Sé que tus amigos tienen las gorras de Joe Di Maggio y de Teddy Williams.

-         Pero si me embadurnas de crema hasta arriba, madre.

De Play Ball cards, published by Bowman Gum - Original version from Heritage Auctions via File:1939 Playball Joe Dimaggio.jpg upload; Este archivo deriva de: 1939 Playball Joe Dimaggio.jpg:, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=56309509
El gran Joe di Maggio.

    Tampoco podía escuchar a Fats Domino, aunque le bailasen los pies solos cuando una radio del vecindario, emitía una canción del primer roquero de la historia. Música inspirada por el diablo, como la interpretada por Jerry Lee  Lewis. Madre que era pianista, se ponía con cajas destempladas cada vez que Lewis incendiaba el instrumento en sus actuaciones. Aunque luego Doña Thelma prefiriese invertir en violines, porque los pianos se devaluaban rápidamente. 

   No obstante, en su deambular por su Nueva Orleans, a John le resultaba imposible rehuir de la música, ondas que danzaban en el ambiente. En cualquier sentina, un coro de góspel, trompetas que arañaban la tarde. Y qué decir de las mujeres negras, de labios túrgidos. Le asediaban imágenes de féminas de culos redondos y rampantes en sus tacones. Pero para madre, todas eran unas guarras, que querían embaucar a mi John. - Se pintarrajean como putas, y chillan con los Beatles.- Unas cínicas putas babilónicas. Como en aquella ocasión, que una tal Rebecca con la que compartía ínfulas literarias y que tenía un cabello refulgente como el maíz, le prometió llamarle por teléfono. John la miraba sus ojos verdes traidores, ya que no tuvo noticias de ella. Hasta que Rebecca se hizo la encontradiza, y le abordó. Mi John no se lo pudo creer cuando la muchacha le contó que por lo menos había intentado  media docena de veces ponerse en contacto con él. Su madre le había tomado recado. 


De United Press International (UPI Telephoto)Cropping and retouching: User:Indopug and User:Misterweiss - Esta imagen está disponible en la División de Impresiones y Fotografías de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos bajo el código digital cph.3c11094.Esta etiqueta no indica el estado de los derechos de autor del trabajo adjunto. Se requiere una etiqueta de derechos de autor normal. Para más información vea Commons:Sobre las licencias., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4473823
Los Beatles, el grupo de música más conocido.


- Mi John, perdóname, yo siempre quiero lo mejor para ti y esa chica tenía voz de buscona. - Qué tenían las lágrimas de su madre, que siempre le paralizaban y conmovían.


De Roland Godefroy; cropped by Erik Baas - Fotografía propia, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3511789
El gran Fats Domino.



Mi John prosperó como buen estudiante, y por fin, abandonó la estrecha redoma materna, cuando le reclutaron por dos años en el ejército, donde realizó el servicio militar en la selvática Puerto Rico. Otra Corea  de trasfondo para la temerosa madre, sin embargo, el joven disfrutó de una libertad que nunca había conocido, y comenzó a escribir. Una liberación, sentarse y garrapatear aquellas historias con una sonrisa medio esbozada, para pasarlas luego a su máquina de escribir. Su compañero David Kubach se preguntaba entonces del misterio de aquella sonrisa de John, y de la razón por la que escribiese tantas cartas. Era el pudor del joven de Nueva Orleans, y la otra razón estribaba en que no quería desvelar que la brújula literaria se había convertido en una guía para su vida. 

A su regreso a Nueva Orleans, no eran las cartas sino que creyó que tenía una baza muy sólida, para dedicarse en el futuro como novelista con gran desempeño y dar en las narices a todos los que se habían reído de él. - Mi John debe trabajar, qué oficio es el de las musas, sino el de las musarañas.- El hijo hizo caso a una insaciable madre, y se colocó en el Dominican Collegue de Nueva Orleans. Pero también siguió adelante con sus planes y envió el manuscrito que en su fuero interno soñaba que "revolucionará la literatura mundial" a la editorial Simon  & Schuster. La contestación lacónica y fría, en la que calificaban a su obra maestra de nadería: "no trata realmente de nada", le hizo sentirse completamente humillado. Los siguientes meses hace oídos sordos a los ruegos de la arpía de su madre. Mi John coleccionó borracheras, se ausentó de su trabajo de profesor de literatura en el Dominican Collegue, y sin un sentido que dar  a su vida, colocó una manguera al tubo de escape del coche familiar, subió las ventanillas, y habría desaparecido sin más, como una de tan tristes historias de suicidios. 

 

Jerry Lee Lewis, un rockero inspirado por el Diablo.

De no ser por la  madre tozuda. Que se había pateado editoriales, con resultados muy yermos. Nadie quería publicar el manuscrito de mi John, hasta que dio con la persona adecuada. Walker Percy, novelista y profesor de literatura en la Universidad de Loyola, al que una mujer muy extraña  acosaba con llamadas telefónicas, asegurando que el material de su hijo era de primera. ¿Cuántos pretendidos novelistas se presentaban a sí mismos con un manuscrito que aseguraban que sería el nuevo Guardián entre el centeno?  


Holden Caulfield solamente hay uno, queridos. - Murmuraba para sí el profesor de literatura, reluctante a esos egos desmedidos. Creería que ese episodio de acoso telefónico cesaría.

De Bantam - Photo shot by Derek Jensen (Tysto), January 14, 2006, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11452164
Otra de las grandes novelas americanas.



 Hasta que un día, la madre se plantó en su gabinete. Corría el año 1976, siete años después del deceso de mi John. El bueno de Walker, contuvo las formas y con la secreta esperanza de que el ejemplar fuera tan malo, que no le hiciera perder el tiempo, concedió a la santa señora, desgreñada y de pelo cano, con un lunar en la punta de la nariz, que lo leería. Tuvo la sensación ominosa de que no sería tan malo, ni tan bueno. En cualquier caso, se adentró con esa larga nariz que le descendía hasta los belfos, en aquellas páginas, amarilleadas por el tiempo. 


De Aspen Institute Pictures - https://www.flickr.com/photos/61891817@N07/18294524436, CC0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=74684254
Walker Percy, a él le debemos esta gran conjura literaria. 

La letra por su  presbicia incipiente, le parecieron hormiguitas. No estaba mal, o mejor dicho, estaba muy bien. Llegó un momento en el que se reía a carcajadas, lloraba y se había enamorado de sus personajes. Ignatius Reilly, probablemente una proyección socarrona del autor, su novia, Myrna Minkoff, fullera del Bronx, que es una obsesa del sexo, o una Nueva Orleans, que se muestra como un Dédalo en el que puede aparecer la fauna más inefable, relacionada con el mundo de la música y de los buscavidas, que tanto atrajo a John.  No en vano, ese manuscrito era el de una de las obras más magistrales de la literatura americana y universal, La Conjura de los necios de John Kennedy Toole. Que sin la genialidad de Toole, la madre pertinaz y la curiosidad de Percy, nunca habría llegado a nuestras estanterías. Son de esas situaciones en la que la literatura se conjura para no perder uno de sus bienes más preciados. 


Editorial Anagrama
La conjura de los necios. 






Comentarios

  1. Está claro que es más fácil que compartamos sentimientos y reacciones ante algo dramático o trágico que ante algo cómico. Los dramas nos conmueven, pero las comedias, dependen del sentido del humor de cada uno, y el mío es algo peculiar. Una vez en un teatro en el Paralelo en que habría mil personas ante un espectáculo de Pepe Rubianes, sentí que la sala se venía abajo con las carcajadas del público ante sus monólogos de los berberechos y las aceitunas, uno de sus clásicos. Pero a mí me dejaba frío, no me hacía la más mínima gracia y permanecí serio todo el espectáculo hasta que Pepe Rubianes adoptó un tono dramático en alguno de sus sketchs y entonces me convenció. Digo esto porque he intentado leer dos veces ese libro mítico y con una leyenda que bien reseñas, y lo he dejado a la altura de la página cien porque no me entretenía ni divertía para nada. No le veía la gracia por ningún lado, me pareció una gansada sin ningún humor que a mí me llegara. Y lo sentí porque la leyenda del libro y la lucha de su madre ante las editoriales, tras el suicidio de John, me hubiera gustado mucho poder apreciar las virtudes que tantos lectores han encontrado en este relato. Pero no fue así. Sin duda, mi sentido del humor es anómalo y poco sutil, aunque no es precisamente sutileza la que le sobra a La conjura de los necios. Bukowski me hizo reír en tiempos, ahora no tanto, Cioran me hace reír, Álvaro de la Iglesia me divirtió muchísimo a mis dieciocho años. Yo mismo escribía crónicas humorísticas cuando pertenecía a un club juvenil. Pero, sinceramente, La conjura de los necios, me parece admirable en cuanto mito literario, pero yo sentí un intenso rechazo en su lectura y no me hacía la más mínima gracia. Ya me hubiera gustado, lo digo en serio: entender por qué se ríe tanto la gente con estos personajes. Me intriga.

    ResponderEliminar
  2. Es , junto al 2666 de Bolaño, el libro que me llevaría a una isla desierta.
    La he leído cuatro veces y he intentado ponerme en la piel de Ignatius. Creo que le comprendo.
    Quizá no sea bueno como vendedor, pero hay que tener en cuenta que las salchichas son su debilidad.
    Por otra parte, había que poner en vereda al dueño de la fábrica de pantalones, nada mejor que una carta con el encabezamiento de: ¡Caballero mongoloide!.

    Hay un libro, el de Cory Maclauchlin, titulado "Una mariposa en la máquina de escribir", que habla del qué y del cómo fue inspirado el personaje, al menos el central, Ignatius; por lo que parece fue Bobby Byrne, profesor que fue, del Louisiane Institute donde compartía clases con Jonn.

    Creo que gracias a tu entrada lo volveré a leer. Siempre encuentro detalles nuevos, pasajes innovados, cosas que se me pasaron desapercibidas.

    Me río pensando en el reloj de pulsera, el de Mikey Mause, que lleva siempre consigo.

    PD: Te dejo un anexo para que observes la procedencia del personaje que nos traes a colación.
    Gracias por tenerlo en cuenta.
    Un abrazo
    https://totbarcelona.blogspot.com/2023/05/ignatius-reilly-y-el-personaje-real-de.html

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como siempre, me encanta tu aportación y leeré el libro que me indicas. Me encantan las historias de lo que Vila-Matas llama metaliteratura o sobre los que crean literatura. Yo había leído, Tot, creo que es la teoría de Percy, que él asociaba ciertos rasgos de Ignatius en su autor. Pero supongo que serán percepciones no documentadas. Y me encantará leer la teoría de esta mujer. Otro libro que no está a la altura de La conjura es la Biblia de neón pero que savia la avidez de leer más de este genial y desgraciado autor. Cuánto nos hemos perdido con su desaparición. Primero está el hombre aunque luego cabe pensar, que buen ramillete de novelas cayeron en el abismo de imposibles. Un saludo,Tot y me apunto tu libro. Yo sería uno de los cinco que me llevase.

      Eliminar
  3. Sí, te entiendo,Joselu. Yo recuerdo cuando leí otro libro mítico, como es El Guardián entre el centeno de Salinger, que me dejó frío en su primera lectura porque por entonces era un adolescente poco dado a la rebeldía y del mundo de los mayores me azuzaban la curiosidad, no el encono. Fue posteriormente cuando capté la psicología del personaje de Salinger cuando descubrí su verdadera dimensión. Despertó en mí esa empatía que no había aprehendido en mi primera incursión.

    Ignatius Reilly, es uno de esos antihéroes hiperbólicos, y la Conjura se debe entender aparte de su hilaridad, como una oda a la diferencia. En cierto modo, es un reflejo de Kennedy Toole, tutelado por su madre hasta extremos inefables, que se entromete en cualquier relación incipiente. El tono humorístico no es el más destacable, Nueva Orleans con sus callejuelas, tiene el swing de la música y como dijo Walker Percy, fue capaz de reflejar ese mundo negro de la música en el que merodean personajes en los márgenes de una pretendida normalidad y con el humor, logra no solamente que se le tache de racista, sino que amemos la diferencia. Y luego está su prosa, maravillosa. Por eso, yo la releo de vez en cuando. Me muero de risa con determinadas escenas que rozan el estrambote, pero me enamoraron esas historias precursoras de sus personajes, que anticiparon a los friquis modernos. Personas que no quieren o no saben sino ser diferentes y que yo admiro, porque enriquecen nuestras vidas y las hacen menos plúmbeas. Un placer tenerte,Joselu.

    ResponderEliminar
  4. Absolutamente genial esta recreación tuya de la madre de Vinicius ( Tool, aunque en elegante ;-) y el pobre JK Toole…Está claro que es la marca de esta casa, tu fantástica habilidad para zambullirte dentro de los personajes de quienes quieres hablarnos y volverlos tan reales y cercanos que parece los resucitas en presente. A mi también me pareció una genialidad esta obra, amén de muy divertida, pero no al tipo de las risotadas obvias y facilonas que a veces nos regala la cultura yamkie. No, es aguda, fina, por momentos muy cínica, casi diría sonrisa burlesca-carnavalesca que critica economía, sociedad y a la curiosa percepción moral de los EE. UU. de postguerra, mientras va dibujando personajes de lo más pintoresco que solo alguien que comparte la súper inteligencia de los grandes observadores, les hace clavar el interior de los personajes más encéntricos que le rodean y de los que supongo que sí, tiene que compartir ese punto frikie, asocial y decorándolo todo a brochazos de cultura kitsch, que lo hace tan dispar como entrañable. Ese «buen chico gordito» chapado a la antigua y aficionado a contar a su perro toda clase de teorías disparatadas, un vago outsider de 30 años, que como Tool vivía con su madre (Irene) y que escribía cuadernos sobre su visión del mundo, hasta que tuvo que salir a buscar un trabajo para vivir en el entorno capitalista que tanto odiaba y así toparse con los “necios”, a quien su pedantería y deseos compulsivos de ganar notoriedad siempre le llevan al fracaso. Aunque claro, él no percibe esto, es el mundo a su alrededor lo que es inmoral y falto de buen gusto, como repetirá a lo largo de la novela.…Al lado del informático friki, la mecánica de motos/meditadora zen, el sindicalista mujeriego o ese impagable profesor anarquista… tantos personajes, tan histriónicos y disparatados, una genuina conformación de lo grotesco con lo sublime, lo moral con lo blasfemo, lo estético con lo asimétrico y los hot dogs con la lectura de filósofos medievales, porque, como afirma Ignatius, no arrastra ninguna enfermedad social que pueda transmitir a las salchichas, que no tengan ya jaja y que además adereza con esa música de jazz que tanto ama y que casi escuchas mientras la lees y tb tú mencionas.. En fin, a mi me enganchó absolutamente, igual que esta entrada tuya que se lee sin despegar los ojos de la pantalla de un tirón… viendo a esa madre tan bieeen dibujada…¡probre Tool, menuda cruz!) menos mal que Thelma se redimió de todos sus pecados jaja luchando a brazo partido, hasta que consiguió que publicaran y reconocieran la obra de su hijo ( 30 años después de haber sido escrita al ganar el Pulitzer) que por cierto creo encontró, dentro de una caja de zapatos años después de la muerte de John. Así que mil gracias por esta entrada. ¡Qué estupendo que nos hayas refrescado en la memoria al bueno de Vinicius! tan detestable como adorable jajaja y esa máxima que guarda -creo- la obra de cuestionar la “supuesta” normalidad.. de la que me declaro absolutamente fan : )
    Un abrazo muy muy grande!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, María, como siempre por tus contribuciones que nos contagian de vida y hermosura. Porque has hecho toda una oda a la novela, que es un canto a la diferencia. Es ésa la extraña habilidad de Kennedy Toole, que nos convierte sus inefables personajes en criaturas que despiertan nuestra ternura. Me quedo con este fragmento tuyo que define perfectamente nuestra hilaridad, perplejidad y siempre nuestra cercanía con los personajes de la Conjura:"tantos personajes, tan histriónicos y disparatados, una genuina conformación de lo grotesco con lo sublime, lo moral con lo blasfemo, lo estético con lo asimétrico y los hot dogs con la lectura de filósofos medievales". Un abrazo, gran,gran María.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Sociedad de la Niebla

C asi en la noche de los tiempos La vuelta al mundo en ochenta días , nos metió los demonios de las prisas y el encanto de viajar por el mundo. De la tierra a la luna , mi preferida, había avanzado más de un siglo la posibilidad de que el hombre hollase nuestro satélite. Muchos científicos se frotan todavía los ojos por lo próximos que estuvieron sus cálculos ¿Cómo lo hizo? Se preguntan sesudos.  Con todo, Julio Verne lucía esquinado en mis anaqueles, cuando Manuel Ontiveros me sacó del amodorramiento. - ¿Nunca te has preguntado por qué se adelantó tanto a su tiempo? - Señaló jubiloso a la parte más arrumbada de mi librería, a los ejemplares de Verne. -           Tenía una imaginación proverbial. -           Podría ser.-   me dijo enigmático Manuel, que parpadeó gozoso porque todavía me tenía enganchado con el misterio sobrevenido.- Pero podría ser por otra cosa. En Veinte mil leguas se adelantó a la invención del submarino ¿ Tampoco te lo has preguntado,

Los comienzos del más grande

E l micrófono valorado en más de un millón de dólares>> secretaba el televisor, que se hacía eco de un reportaje dedicado a un  cantante muy famoso. Nosotros en el duermevela de la siesta, alzamos atraídos por la noticia un párpado, para que se nos revelasen  las formas del instrumento, pero apareció aquel bulto envejecido. Antaño había producido la dicha en millones de sus seguidoras y  tuvo en el hito del Teatro Paramount , una de sus paradas en el camino de la fama. Aquella noche en cambio, el fenómeno iba a actuar en el Santiago Bernabéu . A todos los italianos les brillaba una sonrisa al escuchar su nombre, pues a pesar de los esfuerzos de su madre, una genovesa que según la leyenda renegaba de su orígenes, Frank Sinatra nunca renunció a aquellas amistades de barrio y a otras más comprometidas y menos recomendables ( Salvatore Giancana , mafioso que controlaba el ocio nocturno en varias ciudades, entre otros).    Al fin y al cabo, Frankie era un medio italiano

El anillo de Valentino

H ace mucho tiempo había escuchado una historia sobre la muerte de Rodolfo Valentino,  que nos inquietó. Danzaban las luces de las linternas en nuestros rostros por un inoportuno corte de luz que había provocado un huracán, de las decenas que habíamos soportado en Cayo Largo en los últimos años. - Era el ídolo de vuestra abuela, y cuentan que hubo muchos suicidios entre sus admiradoras, tras conocerse su muerte. En los reportajes de la época, unos camisas negras quisieron hacer los honores al féretro, pero los contrarios se opusieron, por lo que se armó una gran trifulca.  El gran Rodolfo Valentino en plena ola de éxito. -           ¿Unos camisas negras, tío? – Pregunté con mis ojos abismados en el miedo más absoluto. El huracán y esos espantajos del pasado, tan presentes en aquella estancia.  -           Sí, de Mussolini, pero no murió de una peritonitis.- Nuestro tío acrecentó el misterio con las cejas arqueadas. – O sí, pero provocado por un anillo.  Cuentan que